Cancioncilla

De nosotros se sabrá por los libros de primaria, por asombro de calígrafos y por los monos abrigados, que debajo las palmeras, aunque luzca un sol radiante, esperan por Antequera.

De nosotros, vida mía, harán cinco enciclopedias, una para cada día, menos dos que serán fiesta. Y va andando la semana, con tu espalda en mi retina. Una imagen detenida. El diablo en las cavernas. Dime si lo conocías. O mejor no digas nada. Del volcán donde te pierdes, de la lava y la sonrisa, solo puedo sentir celos. Plántalos en mi mejilla. Si el impulso lo detienes, el sombrero en tu cabeza, quedará eternamente cómo un hongo alucinógeno que no sabe pirotecnia. Los tejados, vida mía, los tejados, duermen siesta. No te vayas muy arriba, que el abajo te la lía. Cuando caigas sin almohada hasta el techo que se gira.

De nosotros se sabrá, tan viejunos, tan modernos, tan incapaces de andar. Cogiditos de la mano y uniendo los caminos, seríamos la libertad aunque verte me de miedo. El pavor en los demás. Por torpes nos echarán de una entrada de manual. Del libro de los amantes cuando cayó Portugal en el reino de los quince. Si te toco la nariz ya pareces no estar triste. Pantalla de ordenador, sin ti no sería nada, ni sería de los dos. Muévete cuando te rasca.

De nosotros se dirá que fuimos cómo un ciclón en un fregadero amigo. En el fango del adiós, hoy distingo hasta el vinagre. Lo diezmado tiene vida y hay pureza en las aristas. Donde curan la madera, nos sanarían la vista. Por vernos bajo la luna con una copa en la mano, el cadáver de una ardilla se caería de un árbol.

De nosotros se sabrá por qué las cosas se saben y quién lo quiera entender que dibuje una sonrisa donde yo pongo las manos ocultando el desperfecto de unos dientes que por ti, serían marfil y riña. No me hagas hablar más. El charquito del amor, te lo pinto color rosa, pero dame un apretón y a volar las mariposas.

De nosotros se sabrá por mucho que te contraigas. Si nos quedamos virtud, ya todas tus mañanitas, por muy jocosas que sean, serán noches encerradas. Ni te cuento de la mías. En los versos del amor, el escorpión también pica. Pellizcos en devoción y la luciérnaga herida.

De nosotros se sabrá por un pasado muy ducho. Si yo odiaba obedecer (1) tú eras de las truchas, trucho. Este pescadito azul que nos guarda las arterias de una posible explosión. La metralla nos contiene mientras comemos despojos. Quién lo iba a imaginar, acabar en ancho amar y en la piscifactoría y no en el Chelsea Hotel. En un teatro de Reus yo vi una luz divina.

Dime si quieres venir hasta el día en que unos brazos se conviertan en umbrales de una semilla de vida. Conjuro tu corazón sin olvidar los relámpagos que brotan de tu cabeza. Mándalos a pasear y llámame para quedar. Un sms tranquilo donde ponerme a llorar. Los acentos dan igual. Con todos los que no usas, haremos un largo hilo. Energías renovables donde poder enchufar, -los dedos cuando se acabe-, el destello que me das.

De nosotros se sabrá por ser meros aprendices en una gran muchedumbre. Dos barquitos de papel en un desierto de arena. El oasis eres tú, pero sólo en mi cabeza.



(1) Odio obedecer, título del libro de Xavi Mercadé. El fotógrafo de la Barcelona punk. Ya a la venta.

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Redondo y el cantante de Manel

Esta foto del cantante de Manel, no es la que hago referencia en el texto.

Que se asiente la primavera, que se asiente de una vez o terminaré fatal. Al carecer de intermedio inter estacional, los cambios de tiempo bruscos propician estropicios neuronales, al menos, a mi edad.
Encima, en mi caso, los estropicios neuronales, la falta de asentamiento del cuerpo en un entorno medio ambiental determinado, también ha producido la desconfiguración del último puerto USB en el que guardaba muchas cosas. Suerte que todo lo que tenía ahí era del escribir por el placer de hacerlo y no del curro del escribir por el placer de hacerlo y la lenteja. Pero cómo no hay mal que por bien no venga (o si que lo hay, pero no en este caso) la rotura continua de puertos USB (la primavera no tiene la culpa; sólo colma el vaso) me ha llevado a buscar a mi hombre en los ordenadores y ha detectado un lio enorme. Alguien se dedica a descuajeringar la página de este blog en el facebook. En mi cuenta de face, en lugar de ver el muro de mis amigos, veo la de mis vecinos y un largo e té cé de despropósitos de red. Mi hombre en la red tuvo un amago de reñirme. Le dije que no le presto atención a estas cosas por qué les dedico poco tiempo.
Tengo trabajo urgente que entregar, así como el TDA de mis horrores, de modo que no me molestaba lo más mínimo entrar en mi cuenta y ver publicaciones de gente desconocida, y ayer, al buscar soluciones para el caso, leí que el face, las redes sociales, no sólo crean dependencia, si no que hay quién tiene ataques de angustia por ellas, sentimientos de culpa y hasta una realidad paralela a su propia realidad social, de modo que con tantas necesidades que atender, se puede caer en la desgracia de volverse turulato. Tengo la inmensa suerte de no caer en este tipo de vicios. Tengo otros, pero el chafardeo de muros ajenos no me pone nada. Y eso que soy chafardera cómo la que más, pero no logro hallarle feliz interpretación a lo que se escribe en los muros de las lamentaciones o ostentaciones sociales. O no más del que creo que tienen.
Lo que sí sé, por qué tengo amigos en la realidad del verse y el poder tocarse, es que los hay, -sobre todo cuando de amor o desamor se trata-, que interpretan lo que publica o escribe la estrellita de sus ojos, cómo si todo fuera interpretable y les incumbiera sólo a ellos. A mí me hacen gracia y se lo digo, pero no les juzgo. Cada uno se sabe lo suyo.
Tengo un amigo al que no veo y añoro, que, estando preso, llegó a interpretar las señales del vuelo de las sábanas colgadas que veía desde el patio de la cárcel. Esto me parece infinitamente más poético que buscar verdades en las afirmaciones de los muros del facebook, pero también es infinitamente más triste.
A lo que iba, a lo mío, a que se asiente la primavera de una vez, y a la mala interpretación que hago yo de las cosas. Lo cuento aprovechando el bombazo del grupo Manel, del que, por otra parte, me alegro muchísimo.
Ayer, alguien me mostró un montón de fotos artísticas de la banda, yo creía que los tenía "apamados", es decir, que podía identificar a sus componentes, pero no. La primera foto que me mostró el alguien amigo era una del cantante, y nada más verla, tuve un lapsus, un desfase neuronal, una falta de concreción primaveral. Siguiendo un compincheo que nos traíamos, fotógrafo y menda, sobre la belleza de las fotos y de los fotografiados, miré la primera, me fijé en el rostro de Guillem, el cantante y dije más que resuelta: "A mí los tíos mayores con barba no me gustan. Los prefiero rasurados."
El amigo me increpó: "Bonet!!! Que es Guillem, el cantante de Manel y puede ser tu hijo!!!"
Sí, puede ser mi hijo. Y lo que es peor, a lo mejor lo es, por qué el domingo leí que iban al cole Costa Llobera en un tiempo en que yo dejaba a la mía en el Dolors Monserdà, justo al lado.
¿Qué pasó? ¿Demencia senil anticipada? No podía dar crédito. No podía "darme" crédito.
He sacado los pañales a los tres hombres de Pastora. Al Caïm y al Angel-led, literal, les limpié el culito en sus días de bebés rollizos, y de pronto confundo al cantante de Manel con un señor mayor.
El amigo, trató de disculparme, diciendo que el cantante de Manel tiene cara de señor de cualquier tiempo. La excusa no me excusa, pero es verdad. Hay rostros que quedarían bien en todos los tiempos, en todas las épocas y en todas las situaciones. El rostro del cantante de Manel es uno de ellos. La música y los textos que escriben, también. Les quitas los sonidos y los guiños al momento presente y son atemporales. Dice el Kiko Amat que algunos de sus temas los podría haber firmado Ovidi Montllor o Quico Pi de la Serra. En esto no coincido, pero no estoy en la onda de la crítica musical, estoy en lo superficial, en los caretos. Lo que es seguro es que si el Ovidi volviera a nacer tendría una cara "moderna".
Es increíble cuanto puede dar de sí la interpretación subjetiva de las formas físicas. Si un mero entrecejo, una barba, una oreja, puede llegar a anticipar una demencia, un desfase neuronal, no logro entender cómo nadie puede ponerse a interpretar lo que se escribe en los muros del facebook.
La verdad es que me lo he hecho venir bien para justificar mi desvarío a través del desvarío ajeno, pero me ha salido redondo.



Dolor de mundo


Llevo una semana desaparecida de la red y si pienso en ella, que no pienso mucho, pero me puede venir a la cabeza; siento: "Jolín, tengo que actualizar el blog y mirar si alguien me ha invitado a un buen concierto."
Desde principios de semana, las veces que me he sentado a escribir, me ha invadido un sentimiento raro de hormigueo punzante.
Me cuesta escribir, por ejemplo, "la primavera ha venido y nadie sabe cómo ha sido" y luego despilfarrarme tras el enunciado, siguiendo un método o un anti método que no deja de ser mi forma de hacer en la escritura.
Me cuesta, por qué después de escribir: "Qué bonita es la primavera en una terraza del ensanche barcelonés que veo desde mi balcón", recuerdo lo soez que está el mundo y en lugar de despilfarrarme, lo que se despilfarra sobre mí, es la realidad sangrante de los acontecimientos de la bola terrestre, más allá de la primavera en la terraza del vecino.
Se hace difícil atender a lo concreto sin tener en cuenta lo general. Y al revés.
El sentimiento es peligroso y hay que pasar por encima de él aún teniéndolo presente, por qué si lo iteras mucho, te encierran, o lo que es peor, te encierras tu mismo. Y nadie se hace cargo de las dietas.
Todas las ciencias y pseudo-ciencias estarían de acuerdo por una vez. Si vas al médico o al farmacéutico y les dices que te duele el mundo, te responderán que estás transfiriendo algún desbarajuste hormonal o que tienes un golpe de astenia con retranca social.
Ni solidaridades desmesuradas, ni almas con contrapuertas de papel de fumar y plumas de ángel, simplemente un gesto de la mano, deteniéndose en la firma en el folio. Y poco más.
Mi alma de hule, donde pasar la bayeta de los días, se torna gruyere por la incapacidad de absorber tanta obscenidad cómo el mundo me devuelve, no me deja despilfarrarme. Hay rendijas por donde soplan remolinos negros.
El malestar de la tierra sabrá de qué hablo. Cuando la indecencia humana la llevó al límite, los individuos que participaron en el estropicio se creían dioses, capaces de asimilarlo todo, de conocerlo todo, de no sufrir por nada. En el reverso de esta moneda, millones y millones de conciencias soportando el peso de los pensamientos que surgen por la información de lo que pasa afuera, pueden llegar a poner sus cuerpos del revés.
El golpe de aire nos engullirá al fondo de sus guaridas. La tramontana que lo barre todo y sale para afuera está por llegar.
Escribo después de hablar con una amiga del crear, un poco cansada y muy de noche,
A la amiga también le invade el sentimiento de ¿Qué decir ante todo esto? o ¿Cómo loar el singular olvidándose del plural? Cada vez cuesta más escribir en términos concretos de según qué cosas. Por ejemplo, de la primavera recién llegada, de cómo le crecen los tulipanes al vecino. Hoy escribiré cien veces tulipán y mañana os daré la murga con el milagro de la flor. El milagro de la flor en la primavera del 2011. La vida al nacer. La murga, la vida.





Pare Manel

                                                                  Manel Pousa


(Este post lo escribí hace ya más de una semana. Se me traspapeló. O, mejor dicho, se me postposteó. No he cambiado nada.)




La noticia de la posible ex comulgación del pare Manel por parte de la ex comulgata mayor, viene siendo tema de corrillos en la Barcelona del marrón y el tijeretazo.
En casa éramos más de las habituales, cuando Ferran Monegal dio la noticia en la BTV.
En casa queremos y admiramos mucho al pare Manel, si es que hay dios que no pueda quererle por todo el trabajo que está llevando a cabo desde hace décadas (ver página web Fundación pare Manel, visitad Trinitat, Roquetes, Bon Pastor o preguntad a los presos de las cárceles de Barcelona y "rodalíes". El currículo es más extenso y "entra en los algodones" de lo humano) y los estómagos se nos doblegaron, sobretodo por qué el motivo por el que pretenden acortarle la sotana que no lleva, es algo que ha venido haciendo siempre; acompañar a las personas en su dignificación.
Con su ejemplo, el pare Manel, lleva lustros enseñándonos que no hay que vestirse de safari para darse a los demás, que el amor no es cursi, ni siempre le viene bien el color rosa y que las hogueras no se mantienen vivas sin constancia, por mucha madera que nos sobre. Donde muchos decimos querer entrar para acabar deteniéndonos a un palmo de la puerta, con cara de bobos, el tipo lleva años sembrando trabajo.
Entonces ¿Qué buscan ahora los representantes de la intemerata fecunda del vaticinio all stars? Conocían de sobra el asunto y bien que les iba tener a un pobre altruista con callos en las manos haciendo las tareas "sucias", pero a la que el asunto ha puesto un pie en lo mediático, se han vueltos locos, se han tirado de los pelos y han dejado paso a su hacer cavernoso, que dice el Monegal y corea el neardentalismo hipócrita.
Todo esto por lo que Manel cuenta de un libro monográfico escrito por Francesc Buxada.
El tema es lamentable por qué se ha convertido en el folklore de las dos Españas y ha pillado plano en los medios de "a ver quién la dice más grande y más larga bamboleándose entre el blanco y el negro".
El tema sería mucho más jodido, si la posible ex comulgación, dejara al Manel en peores condiciones para seguir con su trabajo.
Y nunca sabremos cuán triste será el tema en lo espiritual, en aquello tan íntimo e intransferible que va del pare Manel al pare Manel y pasa por su condición de sacerdote de la iglesia, algo que decidió ser en su día, muy libremente. Y muy a conciencia, a juzgar por cómo lleva a cabo todo lo demás.
En casa hubo un momento de gran vocifero y de explosión de improperios al viento al conocer el tema, que el Monegal ilustró con las imágenes de no sé que programa, donde, sentado en una pequeña mesa de debate, el Manel contaba al detalle lo sucedido y a su lado, un mossén Ballarín (mediático cura catalán que "llega" a la gente por pretendida "naturalidad") se deshacía de toda consideración por el problema de su compañero de curro, tratando de hacerse el gracioso con el alma en los pies.
Entre el espectáculo cada vez más presente y agotador del blanco y el negro, hay un matiz de gris, una voz paternalista que no se moja ni cuando va al río y empuña la tijera del desdén. Por recortar, recorta hasta (sic) la solidaridad y
Y mientras sigue el espectáculo del blanco y el negro, los grises de la eterna y lamentable mitad, se mueven cómo peces en el agua. La mediocridad no trasciende ni a su propio éxito, pero puede hacer mucho daño.
Suerte que el Manel sabe librarse de los chuzos en punta y gusta de sacar hierro a los asuntos. Supongo que es para evitar que las cosas se disparaten y se entrometan en su tiempo y su trabajo, que es lo que le gusta hacer.
Hay mucho por llevar a cabo y la absurda realidad en la que se ha visto inmerso, en desmesura, le impide la plena concentración en la realidad sangrante de tantas personas que no han corrido mejor suerte de los que nos detenemos en el portal y cuentan con la amistad implicada, real, activa, leal, que se moja y "entra en los algodones" de lo humano, que les brinda el pare Manel.





Rutina y cuidado con la anciana

                                                             Rutina

Mañana (por hoy) tendré un día bien lleno de trabajo por hacer qué, encima, me apetece, de modo que hoy (por ayer) me siento en el ordenador y todo cuanto tengo ganas de escribir es de impotencia catastrófica o de índole rutinaria (casi siempre escribo de noche, dejo dormir el post, lo releo a la mañana siguiente y decido si lo edito) de modo que opto por lo segundo, por la rutina, a la que hago muy poco honor, no por qué me revele contra ella ni nada de eso, si no por qué poseo una capacidad de asombro que no cesa (y que no cese) que me hace ver cada día bien distinto del anterior, aunque se trate de muy poca cosa.
Esta noche, al volver de pasear a la perra, me he encontrado a una vecina anciana, muy mareada, descansando en el rellano del piso y la he hecho entrar en casa, cruzando los dedos para que no le diera un yuyu y me acusaran de homicidio. Tan mareada estaba la mujer que una vez sentada me ha pedido una copa de coñac que no tenía, pero le iba bien el ron cubano que sí tenía y le he servido: "Un dedito,- ha dicho, sólo un dedito".
Le he puesto tres: "Donde vas a parar, es sólo para mojarme los labios, a ver si así me sube la tensión."
La anciana se ha recuperado al momento y la he emplazado a que no se moviera hasta que llegara su hija, que, según me ha contado, estaba al caer. He escrito una nota y la he puesto en la puerta de su piso: "Su madre está en mi casa".
La mujer,-luego he sabido que tiene ochenta y nueve años de nada-, me ha preguntado si era anarquista. Le he respondido con una pregunta: ¿Por qué lo dice? Me ha asegurado que se refería a la decoración de la casa.
Juro que no hay nada en mi casa que pueda hacer pensar en ninguna tendencia política. Encima, todo estaba en orden. Chorros de oro. La vieja me ha dejado mosca, pero cuando he vuelto a increparla sobre el asunto, se ha hecho la sorda, se ha terminado el ron de un trago y ha empezado a enumerar por razas, tamaños y años que vivieron, todos los perros que ha tenido. En estos momentos tiene uno, un golden retriever de nombre Boni ( no es por Bonet, como me llamáis algunos, es por Bonifacio) que media hora después de que su dueña se mareara en el rellano, seguía ladrando cómo un poseso.
La anciana hablaba sin mirarme a los ojos, decía los nombres de sus perros cómo quién reza una letanía.
Al fin han llamado al timbre, no era su hija, era la mía, que llegaba acompañada de otras dos hijas de alguien, amigas suyas. Se han puesto a darle conversación a la anciana que, con la llegada de las jóvenes, ha parecido salir de su ensimismamiento y oración. Una de las chicas ha dicho algo sobre artistas. Al oír la palabra, la anciana se ha puesto la mano detrás de la oreja, como emplazándola al centro de la reunión. Y dirigiéndose a mi hija ( a mi seguía sin mirarme) le ha preguntado: "¿Quieres decir que tu madre no es anarquista?" A lo cual, Júlia ha respondido: "Yo creo que tiene bastante de eso."
Las jóvenes se han ido y hemos pasado otro rato juntas, dama y servidora. A medida que pasaban los minutos he ido notando cómo se ponía cada vez más nerviosa y me miraba de refilón. La perra se ha echado a dormir, perdiendo el interés en la visita y ya iba a ofrecerle otro trago de ron cuando han vuelto a llamar al timbre. Era la hija de la anciana, otra anciana que me ha parecido bastante mayor que la que tenía sentada en el salón. Cuando las he visto juntas me he dado cuenta que no era así, de todos modos no se deben llevar más de veinte años. La mayor viste y calza mucho mejor que la joven. Cuando ha llegado su hija, la anciana del ron se ha levantado deprisa y sin decir adiós ni contarle a su hija por qué estaba ahí, se ha largado "pies en polvorosa." Se notaba que la más joven estaba inquieta y quería dar alguna muestra de buena educación, pero la vieja corría cómo una apisonadora y se ha largado sujetando a su hija y sus propios demonios.
He cerrado la puerta y al poco ya llamaban de nuevo al timbre. Era la hija anciana de la vieja maleducada que venía a pedirme disculpas por la actitud de su madre: "Mire, si usted es anarquista o no lo es, no me importa. Gracias por ayudar a mi madre, pero lo ha pasado mal al ver a su abuelo, que ya sabe que hizo mucho daño en la guerra. Mató a medio barrio."
Cuanto más hablaba la vieja joven, la que me mareaba era yo. Vale, a mi abuelo, lo mataron los nacionales, pero no en Barcelona y no en mi actual casa. Le he pedido que me contara el tema poco a poco. Al fin he concluido que mi supuesto abuelo, el "vecino malo que había matado a medio barrio" y había hecho "sufrir" tanto a la vieja tarada, no era si no Keith Richard´s, que se exhibe en un gran cuadro del salón, mostrando su peor sonrisa y con el anillo de la calavera en primer plano.
Lo peor no ha sido eso, lo peor ha sido que en el tiempo en que ha estado en mi casa, la vieja del ron ha deslizado las llaves de la suya por detrás de un mueble, para qué, en caso de que la violara y la atracara no pudiera acceder a sus posesiones. Las llaves siguen ahí. No pienso deslomarme apartando un muerto lleno de cd´s que pesa una barbaridad. La joven vieja se ha largado con la mosca detrás de la oreja, pero me he mostrado inflexible: "Si las ha tirado por aquí, espérese a mañana, a menos que sea usted quién me ayude a mover el mueble. Y encima, este señor no es mi abuelo, es el guitarrista de los Rolling Stones."
A medida que hablábamos, la hija se ha ido relajando y hasta ha logrado reírse a carcajadas. Yo he hablado de demencia senil y ella me ha dicho que de demencia nada, que su madre es así y así se muestra desde que ella nació. "Al menos le gustan los perros", he largado para contemporizar. Y ha vuelto a desdecirme: "No le gustan, los tiene cómo guardianes". He conseguido zafarme de que la hija me contara su propia historia, cuando estaba a punto de hacerlo y debe necesitarlo, pero mañana por la noche (por hoy) volverá con su hijo, el nieto de la loca, que es el que pasea y parece querer mucho al perro, a apartar el mueble. No me diréis que la historia no tiene miga y madera. Se aparta de mí rutina, pero es rutinario en tanto que habla del carácter que marca la rutina de mi vecina. Siempre son los mismos los que dan la brasa. Y yo no he podido, a su vez, dejar de hacerlo al contarlo. Sólo espero que el ron no tenga fecha de caducidad y la palme. Que no se hagan realidad las paranoias.

Isabel Guerrero, los Popus y Nico


Isabel Guerrero es una chica joven, productora musical, locutora de radio, música, y qué se yo cuantas cosas más. Ah, es malagueña. Ha llevado a cabo aquello tan bonito de "La Música Contada", de la que un día de estos le pediré franquicia. Apenas nos conocemos más allá de un muaka muaka, pero la sigo en el féis por qué publica las canciones más tremendas, emocionantes e inauditas. Y al ser joven, incorpora cosas que desconozco. Disfruto un montón yendo a ver qué es lo último que ha colgado. Le gusta mucho la música y las demás cosas que tocan el corazón. Está en aquella onda por la que tantos transitamos.
Hace unos días,- y para mi subidón-, publicó en mi muro un post de este blog. Era aquél en el que escribí lo que escribí cuando supe que MoeTucker, la baterista de la Velvet Underground, se había convertido en activista del Tea Party. Más allá del asquito, me vino bien meter mano a la caja en las que guardo horas de grabaciones de Nico y pillar una en la que la alemana hacía referencia a la yanqui. Puse unas palabras de Nico para dar enjundia y peso a la cosa que estaba contando.
Junto al post editado en el muro, Isabel escribió una sola frase: "Cuéntanos más." Y aquí estoy ahora, para narrar qué pasa con este cuento que no cuento y el "erase una vez" de mi historia con Nico.
Para Isabel y para quién quiera leer.
Conocí a Nico después de comerles la cabeza, durante meses y meses, a Martin y a Bertha del Popu, revista en la que había entrado a colaborar con sólo dieciséis años, después de un encuentro con la Smith. A Martin y a Bertha (el afecto es grande, aunque no nos veamos) les debo mi iniciación tangible y objetiva en el mundo del rock and roll. Con ellos y sus coches aparatosos del gran vacile y la gran velocidad, recorrí Europa para asistir a multitud de conciertos. Creo que acabamos adquiriendo una gran cultura en polideportivos y palacios de deportes de las grandes capitales europeas, algo que no supimos canalizar.
En un solo año, viajábamos más de lo que hoy se puede viajar gracias a la proliferación de aeropuertos, las bajas tarifas de los vuelos y el derrumbe de fronteras. Y fueron unos cuantos años. La cosa consistía en ir al concierto de los grandes (guiño a Patricia Godes, colega) Si ellos no venían a España, el Popu iba a ellos. Los reportajes y las entrevistas que conseguimos fueron trabajos maravillosos. Llegó un momento, en que para evitar tener que ir por ahí buscando hoteles cuando estábamos exhaustos de tanta música, Martin y Bertha decidieron comprarse una roulotte. Así aumentamos la familia. O nos rotábamos. La roulotte no era común, también era del gran vacile y las líneas ergonómicas, de manera que parecía que viajáramos, por autopista, en un ovni que tiraba de otro ovni.
Un día nos largábamos a París a ver a Dylan y a la semana siguiente estábamos en el Festival de Reading o seguíamos al cerdo de Pink Floyd por cielos alemano holandeses. Aquello era cómo vivir en un mundo de fantasía e ilusión donde todo era posible. Era cómo alargar la niñez. La cuestión es que ellos me hablaban de Nico, con quién habían trabado amistad desde que la trajeron por primera vez a España, donde actuó en el año 74 y nada menos que en la ciudad de Burgos. En un año del gran pañal, en un país de la gran negrura, los Popus ya iban destilando color.
Yo conocí a Nico por la portada de aquél Popu que no compré yo, si no mi hermano. Y también por mi hermano, escuché a la Velvet y me quedé pillada. Serrat y la Velvet Underground constituyeron mi despertar musical. Luego llegarían otros.
O sea que cuando el Popu dejó de ser "la" revista de rock para pasar a ser "mi" revista de rock, pasé a desgañitarme días y días, semanas y meses, hasta lograr que la pareja del color me presentara a Nico. A ellos no les hacía mucha gracia porque por entonces ella estaba muy pillada a la heroína y siempre les ponía en aquél brete tan desagradable de pedirles pasta para un pico y tener que decirle que no. Ninguna auto destrucción es agradable y menos la de alguien a quién quieres. Luego estaba la cuestión de cómo Nico se desenvolvía con las tías, sobre todo con las que le podían suponerle una "competencia". Bertha era y es muy guapa. Era modelo, cómo ella, y a veces, a la cantante, se le torcía la bola ante cosas tan fáciles de manejar. Sobre este asunto, he de decir que nunca pasó nada. No entre Bertha y Nico, que se llevaban la mar de bien, pero sí entre Nico y otras. Y otros.
Los convencí en París. Nico había dejado la Factory y se había trasladado a vivir a la ciudad del "amour", donde mantenía una relación con el director de cine Phillipe Garrel, un tío de lo más dulce. Compartían piso con María Schneider, que ya había actuado en El Último Tango.
Nosotros habíamos ido a ver el nuevo espectáculo de Rainbow y al día siguiente, desde buena mañana, me puse de lo más coñazo. Entonces no había móviles y recuerdo muy bien que Martin pidió un teléfono en el restaurante donde comíamos. Se lo llevaron a la mesa y la llamó. Le respondió ella misma: "Oh, Maaaaaaartin, mi amooooooor." La alemana sostenía las vocales y las alargaba tanto, pero tanto, que podías llegar a perder el hilo de una conversación, por mucha atención que le pusieras. Quedamos al cabo de media hora, en el Café de la Opera. Nico y su gente vivían en la calle (rue) del mismo nombre en un piso enorme, indescriptible.
Bertha me dijo: "Nena, lo hago por ti. No lo olvides nunca." Y nunca lo he olvidado.
Bertha me dijo eso al entrar en el café y pillar mesa, adonde llegó Martin minutos después de dejar el coche en algún parking. Nuestro hombre acababa de tomar asiento cuando de la puerta giratoria del café salió una mujer altísima, enorme, de casi dos metros de altura, completamente vestida de negro con túnica y capa. Tenía que ser ella. El corazón me dio un vuelco. Estaba, según los discos, muy envejecida (no llegaba a los cuarenta) y la larga melena ya no era rubia, si no castaña. El carisma se podía tocar. Era como si de pronto hubiera entrado un alud de gente y se hubieran sentado mil personas a la mesa. El efecto era de invasión espacial, algo así cómo si todas las tropas napoleónicas se reunieran en un sólo soldado o que para homenajear a un lector de Kafka le regalaran una cucaracha de peluche gigante.
La belleza era de relumbrón, de decir "esta tía no es de este mundo", pero yo seguía viéndola "muy" vieja.
Hay edades en las que la perspectiva es de bofetón.
El caso es que tenía ante mí a una leyenda viva del rock and roll que a mí me gustaba y no la iba a dejar escapar, cómo los compañeros de piso de Nico no dejaron escapar los croissants y demás bollos de la bandeja rodante. Se los comieron todos. Ella se zampó medio bote de aspirinas. Todo era desmesurado. Aquella noche, que resultó ser la verbena de San Juan, la pasamos todos juntos, sin petardos, hasta bien entrada la madrugada, en la casa de un productor francés cuyo nombre no recuerdo.
A los dos meses de aquél primer encuentro ya había convencido a Pau Riba para que Nico actuara en la que iba a ser la última edición del Canet Rock. La llamé para decírselo y se presentó en mi casa dos meses antes. Cinco horas después de la llegada de su vuelo, la recogí en el aeropuerto. Me había doblegado un cólico nefrítico: "Lo siento, estaba en urgencias". Jamás he tenido una enfermera tan solícita y cariñosa.
Desde entonces no perdimos el contacto. Paris, Barcelona, Ibiza, el teléfono, las cartas y vuelta a empezar. Nico murió en Agosto del 88, hacía dos meses que no hablábamos, quizás fue, desde que nos conocimos, el periodo más largo en que no tuvimos noticias la una de la otra. Supe de su muerte por la prensa, pero al día siguiente me llamó Ari, su hijo, para darme la noticia de viva voz. Entonces empecé a escribirme con Ari, hasta que un día vino a Barcelona a conocer a mi hija que ya debía andar por los seis meses y me animó a escribir una biografía de su madre. Le dije que no podría. O que si podría, siempre y cuando contara con la ayuda de otra persona (enseguida pensé en Alberto Manzano, al que conocí a través de ella) que conociera su obra al dedillo.
Ari y yo sabíamos que durante los dos últimos años, Richard Wyth (el periodista y músico) había estado charlando frecuentemente con su madre, planteado una biografía, pero Ari no confiaba mucho en la veracidad de la historia, no por Robert, si no por las continuas fabulaciones de Nico.
El libro acabó siendo editado en España por Circe y hoy día está descatalogado. Está muy bien escrito, lo único que pasa es que a medida que avanza, parece que más que una historia, Robert esté relatando un ajuste de cuentas. Creo que llegó a odiarla profundamente, pero aún así es el único libro sobre Nico que vale la pena.
A las editoriales de aquí no les gustó nada nuestra idea: "¿Quién es Nico?, preguntaban. Y sólo sabían lo del caballo blanco de Terry, aunque en esto también se liaban, porqué en aquella campaña publicitaria que ella inició, hubo otras modelos. La pura verdad es que entonces y aquí, se podían contar con los dedos de las manos las personas que sabían quién era Nico.
Hace treinta años, hablabas de la Factory, de Warhol y de la Velvet y la peña te tildaba de frívola por "perder horas" escuchando música "del pueblo agresor que lo invadía todo". La falta de cultura era grande. El desdén, también. Esto da para otro post y es importante no olvidarlo.
Terenci Moix fue el único que me sorprendió a este respecto. Por entonces coincidí un día con él en casa de su hermana Ana y le sentí vibrar al contar detalles de lo que ocurría en la Factory, a la vez que trazaba un serio discurso de la influencia de "aquella casa de putas sucia" (así la nombraba) sobre la cultura contemporánea y todas las patas del pulpo de eso que llamamos arte.
Las editoriales tampoco querían pagar el adelanto que pedíamos para poder trabajar bien, lo que incluía viajes. Nos decían que para tener un libro sobre Lennon, por ejemplo, ellos pagaban tres pesetas. El gasto mayor ya lo había hecho el guiri. Y el guiri se preguntaba ¿Que hacen dos de de las Barcelonas queriendo escribir un libro sobre Nico? Ari era nuestro aval, en un momento en que Ari iba perdiendo los avales a marchas agigantadas. Aún así me hizo la lista de toda la gente que creía que debía decir lo suyo al hablar de la vida de su madre, e incluso les llamó. De Paul Morrissey hasta un lechero de Colonia, pasando por Rojas Marcos padre, y por supuesto, Bob Dylan. El trabajo nunca se llevó a cabo. Había que comer y los encargos eran otros. Por eso, ahora que tengo blog, voy desgranando cosas sobre ella. Incluso he llegado a pensar en escribir lo que está en las cintas, pero no creo que superara los cincuenta folios. Nico acostumbraba a poner la grabadora. Las cintas son suyas. Ponía la grabadora por si, mientras tocaba el órgano, le salía alguna idea para alguna canción y luego la dejaba ahí, incluso cuando hablábamos.
Mi mitomanía es de corto recorrido. El mito desaparece cuando asoma la persona y se da a querer. En aquellas cintas hay cosas que no transcribiría nunca. Cosas de viva el mito bobo y olé, que a ella no le hubiera gustado airear. Pero también hay otras muchas que escribiría en las paredes, sobre todo por qué estoy muy harta de oír hablar de ella cómo si solo hubiera sido la guapa imbécil con ínfulas culturales traídas de su vieja Europa, cómo el año pasado lo hizo Victor Bockris, en Málaga.
Nico era una mujer brillante, que leía mucho, analizaba y escrutaba hasta el hartazgo. Una mujer con gran sentido del humor, una amiga nido, una bruja auto destructiva de intuición más que afilada ("La cobardía es mía, ya sólo las tomo para poder para poder seguir siendo amable") que en lugar de volar a lomos de una escoba, gozaba viendo pasar los trenes, cómo cuando era niña y ayudaba a su abuelo en las tareas del mantenimiento de una estación próxima a Colonia: "Todo era felicidad hasta que comenzaron a parar trenes repletos de cadáveres, los soldados nos intimidaban y mi abuelo dejó de llevarme con él a trabajar."


MUJERES

Frida Kahlo

Ya casi ha transcurrido el día de la mujer trabajadora y justo por el trabajo y la mujer que soy (y el curro) no he podido entrar hasta ahora en el ordenador y sentir vértigo al pensar en los días que habrán de pasar para que las mujeres trabajadoras de todo el mundo dejemos de tener un día. Un día para, es una reivindicación de.
Preposiciones y siempre la misma batalla; la dignificación humana. La cuestión es no cejar nunca. Para lo bueno y para lo malo, no cejar ni un momento. Cejar,-invento-, debe venir del ojo avizor. La ceja cómo tilde y rúbrica, lado cielo.
Tengo una amiga de veinte y pocos que lleva en lo del feminismo desde que era mucho más cría que ahora. Un día que me hizo un mitin y me debió parecer demasiado por qué tuve el valor de decirle: "Anna, no lo mires todo sólo desde este filtro. Hay muchas más cosas". "¿Más? ¿Sólo?", me respondió azorada. Otra vez las preposiciones, pero en aquella ocasión pegaban puñetazos.
Las feministas actuales llevan minifalda y medias de leopardo. El mito del cesto de mimbre se ha ido al carajo. El cesto, no, que es muy cómodo.
Los machos del gran berlusconismo, del duce, del poder, de la megalomanía y de la demencia, siguen rigiendo el mundo. Basta con leer el periódico y darse cuenta que Nerón sigue aquí. También hay hombres, hombres, mujeres maravillosas y mujeres para la misoginia en los grandes estrados.
En los trabajos, ya sabemos. Todavía no nos equiparan a ellos. Y en las casas, cada cual sabe los suyo, sólo que hay que cosas que traspasan las paredes y nos manchan de sangre la pupila brevemente indignada de la larga y ancha indiferencia.
Cómo nos quieren hacer creer que hemos avanzado ( y lo hemos hecho, gracias currantas antecesoras del feminismo) más de lo que en realidad lo hemos hecho, juegan a equiparar nuestros cuerpos jóvenes y altaneros, con el objeto sexual del paquete masculino vibrando y entonces te das cuenta que no ha se ha entendido nada.
El veintiuno ha venido a ponerlo todo patas para arriba. Al veintiuno no le sirven los matices. Compra a granel y sólo los titulares. El principio de este siglo no quiere análisis, va tirando con exabruptos, se defiende de si mismo.
El menosprecio a la mujer aún es muy grande y se filtra por cualquier arista. No nos queda más remedio que hacer cómo mi amiga Anna, que parece que ande pegando codazos todo el tiempo, cuando sólo pretende avanzar e ir señalando las injusticias. A Anna se le va acumulando el trabajo. El día que descubrió que el feminismo entroncaba con todas las libertades humanas, se ajustó más el jersey y siguió denunciando. Ahora no se le escapa ninguna, por eso es tan necesario para ella, descansar, soñar en el amor, perderse en los torsos de armarios titánicos de los hombres que prefiere, o simplemente quedarse sola en casa. Las mujeres pendientes de las cosas del mundo, las mujeres pendientes de su familia, las mujeres que penden de las campanas, las mujeres campanas y las mujeres cabras, las cabras que se cambian por un par de mujeres, las putas, las vírgenes y todas las mujeres del mundo, debemos seguir currando en beneficio propio hasta el día en que no necesitemos día. La utopía, esa otra mujer, la gran madre que nos pare cada día.























Bona nit, malparits


Para lo que no vivís en Barcelona ciudad, os lo cuento. De un tiempo a esta parte, han ido apareciendo unos pósters de gran tamaño, de esos que ocupan medio pirulo, en los que sólo se lee: "Bona nit, malparits" (La traducción literal sería "Buenas noches mal nacidos", pero la traducción exacta se me antoja más cercana a un saludo del tipo amistoso, en la onda de "Buenas noches, hijos de puta". El poster es de color grana y en el centro se ve un plato, con una cabra sumergiéndose. Un plato que contiene una cuchara, que contiene una sopa.
Es el anuncio de la vuelta a los escenarios de Sopa de Cabra, una banda de rock catalán ( y castellano) que vino a poner a Catalunya entera del revés hace unos ¿venticinco años?. De las cuatro bandas que explotaron por eclosión natural ( espero que a estas alturas ya esté todo muy claro, pero por si acaso lo hago público, again. Detrás de la eclosión del rock catalán segunda fase ( la primera se produjo a principios de los setenta) no estaba Pujol ni ningún prócer de la patria "nostrada". No fue una jugada del Servicío de Márketing e Inteligencia de mi país, ni tan sólo habían tipos regalando cheques en blanco. La leyenda es boba y malintencionada. Lo que si había eran ganas de tocar y cantar en el idioma que apetecía, -con la lengua que les era "natural"-, a los chicos de las distintas bandas que se formaron en otras tantas y distintas comarcas de Catalunya y cuyo podium y popularidad se resumió en cuatro de ellas) la que más me gustaba y me gusta, la que más se aviene a mi forma de concebir el rock´n´roll era Sopa de Cabra. Y estos posters granas, con la cabra loca dentro de un plato y el slogan de "Bona nit malparits", que no es más que el saludo que el Gerard Quintana lanzaba al público al pisar escenario, vienen a decir que pronto, muy pronto, -ignoro cuan pronto o cuan tarde-, los chicos se reunirán y nos van a dar nueva caña para pasárnoslos muy bien. Ya no está Nynyn, que era el más rockero en el sentido estricto de la palabra, pero habrá lluvia de púas. Algo habrá de su parte.
No venía a "xafar la gutarra" ( a "pisar la guitarra", a joder a nadie...) de los que han puesto pega tras los posters, empapelándo Barcelona generando expectación, pero ya vale, la expectación ya está creada.
Poned fecha que ya nos estamos muriendo de ganas. Hablo por mi casa, como el maestro Monegal habla de la suya. En casa somos muy fans del Monegal. La más joven ( de mi casa) usa las frases del maestro y te va pegando fuego con la voz del bigotudo. Ultimamente, cuando le digo algo del tipo "madre coñazo sólo hay una", ella me responde con una frase del hombre de la BTV que le dedica a la Milá y su ratomancia: "La Merceditas pone muy bien el dedito en la llaguita ¿Verdad Merceditas?¿ Verdad mamita?" Yo me parto de risa y dejo el coñazo.
Lo que no voy a dejar pasar es la próxima o próximas actuaciones de los Sopa de Cabra. Cuando llegaron a la escena catalana no se había visto ni soñado una actitud tan rockera por estos lares. Y no sólo en los musical, si no también en lo estético, en el compromiso, en la camaradería, en la actitud...
El golpe de cadera del Quintana resultó ser un despertar de líbidos, o una forma de detener el sueño en las proximidades de casa: "Collons, si éste tío se mueve cómo los guirïs" El hecho que llegaran marcando paquete con una canción que venía a poner otra vez al bueno de Siset (l´avi, el abuelo Siset de la canción l´Estaca de Lluís Llach) en la palestra, fue todo un acontecimiento a celebrar. El nuevo Siset, el Siset de los Sopa de Cabra (el nombre de la banda es el título de una canción de los Stones) era un tipo que andaba todo el día borracho, contando sus ideas suicidas, y al llegar la noche decidía dejar el estropicio para la mañana siguiente porque es "Molt més bonic l´Empordà." (El Ampurdán es más bonito que el suicidio, qué duda cabe)
Todo lo que venía de los Sopa era crudo, era dulce y era rock and roll. Vamos a ver cuánta gente los revisita con el mismo espíritu de entonces. En casa somos dos generaciones con ganas de volver a escucharlos y bailarlos. Y hay más generaciones interpuestas que también tendrán ganas de volver volver, aunque estos asuntos del volver siempre tienen sus propios fantasmas. Lo más importante es que los Sopa, la banda, tenga ganas de tocar, de entregarse. Ellos no han cambiado, han evolucionado, pero no han cambiado.
Gerard Quintana se ha convertido en uno de los seres más queridos del mundo. No sé cómo lo hace, parece que contravenga aquella máxima que dice que no se puede quedar bien con todo el mundo. Y no es que Gerard quede bien con toda la peña, -puede ser muy hostil-, si no que es capaz de abrazar a muy distintas personas sin dejar de ser él mismo. Siempre le he admirado esta virtud que es un modo de libertad.
¿Y el Thió? Bueno, va que me muero de ganas de verles. Un oasis entre tanta mierda. ¿Harán temas nuevos? ¿Seguirán de nuevo juntos hasta que se caigan de los cocoteros o se rompan las clavículas al pillar el Enderrock de la estantería? Esto sí vendría a demostrar la madurez del público. Sólo Els Pets siguen juntos, sumando nuevo público y siendo cada día más profesionales. Les vi en el Palau el día de su veinticinco aniversario y lo pasé bomba, pero ¿Qué queréis que os diga? Soy más de los Stones que de los Beatles. Afectos aparte, yo soy de los Sopa, de la Cabra y de la forma en que su rock and roll sabe poner el dedito en la llaguita.