HACEDORES DE CANCIONES (hechos reales)

Iggy Pop, el cantautor iguana, está muy serio. Mi amigo, el cantautor dragón, también. Me dice: "No me salen las canciones y si me salen no encuentro ninguna satisfacción en el hecho de escribir". Cuando conocí a mi amigo, al cantautor dragón, el cantautor iguana se puso a batir palmas. Son relatos para el corazón que se alargan en el tiempo. Mi amigo el dragón escribía, por entonces, todo el día. Y ahora se lamenta de no poder hacerlo cuando "el consciente" ( el suyo) se mete a hurgar en lo que hace: "SOLO El VÓMITO ME SALVA", dice. Cuando escribía todo el día, consciente o inconscientemente, que sé yo, hablaba de una cotidianidad imposible para él no lo era. Cleoprata, el áspid, Coco Chanel, la falsedad del oro, su falacia. El cuento de narciso, la rabia que nunca se detiene, el amor ven, va que me largo contigo ahora mismo. O cree el ladrón que no todos roban. Un puñetazo en el centro de su libreta de tapas azuladas, marcaba la inflexión entre el punk, que por entonces se asomaba, y la loca sociedad porvenir que él adivinaba: " No recorre más camino el que mas anda ni el que mas tropieza, sólo la pasión es huella". Había un texto, -voy a hacer memoria- que decía: Venga ya, agárrate a mi pecho, y dame tu cintura, bailemos media luna, bailemos al compás del ritmo soledad, como si fuera siempre el tiempo de querernos, y no viniera el lobo ni el áspid ni el halcón sembrando nuevas dudas mostrando otros paisajes hurgando nuevas tretas a este corazón. Bailemos y bailemos siguiendo la aventura de amarse para siempre, locura o ilusión. Bailemos cara a cara mostrándonos los dientes las garras y la rabia hay tanto por hacer!. Y se se incendia Roma sabremos quién lo ha hecho, tenemos la memoria y un tiempo por venir que viene muy borracho, acodado en la barra nos mira con envidia tan bellos en la tarde bailando en los tejados, llorando en un rincón. Era algo así, pero no consigo recordar si era un texto del cantautor dragón, o lo escribió el iguana, o vino el texto solo vomitándose, para ocupar el lugar que dejaron vacíos los dos al despedirse, allá en el pasado siglo, en Barcelona ciudad.

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