Construyendo puentes


Al deshacer cajas en la que han viajado las cosas de una casa a otra, como en la vida, cuanto mas la lías, mas cerca estás de conseguir el orden. Debe tener que ver con la teoría del caos, que un amigo científico me intentó explicar años ha y nunca comprendí. Matemáticamente hablando todavía le echo de menos, pero esta es otra historia.
La cosa del desembalaje y la limpieza pone en evidencia aquella otra teoría psicológica, que es práctica a mas no poder, de la que se deduce que nuestra debilidad puede ser nuestra mayor fuerza. Me refiero a mostrar la debilidad, a saber nombrarla, a tenerle tomado el peso y la medida. Lo de los opuestos que se tocan. Estos días, los ratos que he pasado en casa con el taladro en una mano y la sorpresa en la otra, también he re descubierto, que en el mundo del bricolaje, no hay macho sin hembra. O al revés. Se me han ocurrido algunas ideas para la devastación que se le podían haber ocurrido a la legionaria Ana Botella, cuando dijo lo de la pera y la manzana. Las había mas fáciles, madame, pero la maldad siempre tiende al barroquismo logolálico.
Escribo a destajo sin perder el hilo que me conducirá a cualquier parte, aunque hoy; si no hay novedad; a lo mas lejos que llegaré será a la calle para sacar al perro o bajaré las escaleras para visitar al vecino de abajo, que llegó al mismo tiempo que nosotros al edificio y ya nos pasamos la sal. El vecino de abajo es un chico joven que lee a Proust. Cuando un chico joven lee a Proust siempre me gusta. Le imagino una tortura honda para las cosas del querer y mas obsesiones de lo que sería debido. Igual es una ilusión, pero se los supongo.
Así como en la astrología y los zodiacos y los departamentos estancos de los que siempre intento huir cuando me vienen de fuera, yo misma, de mí hacia adentro, desde hace muchos años y de una forma "natural", voy catalogando a la gente por lo que lee, por los autores que le gustan, por cuanto y cómo le gustan y a que edad sucumbieron a su veneno. A los veintisiete, que es los que tiene el vecino de abajo, leer a Proust, es una gran delicadeza de hilos entrelazados y gabardina impoluta por las calles de París. Mi catalogación es muy subjetiva, pero cuento con la experiencia. No me fío nunca de alguien que sólo lee las novedades editoriales y no se detiene en ningún autor. Yo también tuve mi época Proust, sólo que no llevaba piercings, como el vecino de abajo. Tuve una época Woolf y una época Austen y san James y Calridge y Lorca y Roa Bastos y muchisimos mas. Paralelamente tenía mi época punk, mi época Iggy Pop o mi época Radio Futura. Y para pensar en algo, mientras iba taladrando tantísimas otras paredes, buscaba, a los literatos, su símil musical. Poco a poco fui construyendo un mundo muy parecido al de cuando de niña me enseñaron las vocales. La letra A era roja y su símil numérico el 5. Así hasta no parar, porque las consonantes también las veo sujetas a un color y a un número. Son formas de alimentar un orden que no ostento en los superfluo, o una simple manera de imaginar por imaginar.
Sobre los literatos y los músicos, hoy sólo puedo recordar unos cuantos. Kaffka era Zappa, no sólo por el parecido de sus anagramas, si no por el contenido de sus obras. Scott Fitzgerald era Bryan Ferry. Pemán; Raphael. Marianne Faitfhull; Edith Warthon. Simone de Beauvoir; Yoko Ono. Lennon no era Sartre. Sartre era Michael Nyman y Truman Capote; David Bowie. Podría deciros mas, pero estas parejas son muy subjetivas y lo subjetivo aburre cuando se muestra tan a la brava. A la brava le va bien el dogmatismo, la furia, el amor ( ay, el amor) la debilidad que es nuestra mayor fuerza y los puentes según san Fernán Gómez.
He aquí una anécdota del sublime.
Fernán Gómez se halaba en un restaurante madrileño con mucha gente, celebrando un aniversario, cuando unos señores se le acercaron "Majestad; estamos celebrando el quinquenio de nuestro trabajo cómo ingenieros unidos y hemos pensado si usted sería tan amable de recitarnos un poema, que el letraherido ( traduzco literal del catalán, un bellísimo adjetivo: lletraferit) ha escrito para la ocasión. Fernán Gómez escuchaba atentamente para pasar a responder: "Muy bien, señor, pero si yo les recito el poema ¿Ustedes me construirán un puente?"
Nada de lo que imagino y he imaginado, ha superado, jamás, lo que vivido.
Y aunque Fernán Gómez encarnó el sueño primigenio del rock and roll no sería capaz de encontrarle símil musical ninguno.

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