Palabras y bocas



Soy de las que están hartas de los comentarios, los chistes y los vítores que ha dejado la visita del Papa. Será porque hoy en día las noticias duran un suspiro y la de la visita del de blanco y radiante duró (dura) una eternidad. O será porque de tanto escuchar improperios por ambas partes ( confieso que he renegado y he vivido)  muchas veces asentados sobre discursos ningunos, sólo a la locaza palabra devota o soez y "a favor o en contra los Papas vivimos mejor, pero luego adiós coherencia, adiós a la manera Sagan"; me llegan a fastidiar mucho por el volumen de chirrío atronador que van tomando. Ya no estoy para fastidiarme los oídos, ni demás gracias del cuerpo ni  del alma, salvo las buscadas o imprescindibles.
Pero vuelvo al Papa. Vuelvo al Papa, desde mi nación, Catalunya, a la que tanto quiero. Vuelvo al tipejo sin pasar por Galicia que tanto me gusta, tras haber repostado amor y alegría en  Madrid, donde las farolas que dan una luz rosada, son una de las cosas, -pequeñas y grandes cosas-, que mas me gustan del mundo.
El paseo geográfico lo he escrito para dar color al enunciado, que es el que sigue: Ayer leí las declaraciones de un político nacionalista catalán, no creyente, en las que decía que lo que ha hecho el santísimo del móvil por la lengua catalana, no lo habían hecho ni el grueso de las tropas almogávares, siglos ha.
Los políticos nacionalistas gallegos dicen lo mismo: "Al hablar en gallego, el Papa ha conseguido imprimir un gen al pueblo, que desde los celtas no sabíamos cómo." La última frase es mía y salta a la vista.
Si el hombre bajito, con voz monocorde, al que no hay dios que entendienda, habló en catalán o en gallego, creo que sólo mereció la pena para molestar a los rajoys del mundo, lo cuál ya es un mundo en sí mismo; pero favor a la lengua catalana, a favor de mi lengua emocional, y según yo lo entiendo no le hizo favor ninguno. Cero.
Cuando las palabras y los hechos ofenden, tanto da el idioma en el que te hablan.
No ofende un padrenuestro.
Ofende lo que ya sabemos, lo que sustenta y apuntala el discurso.
Rizando el rizo, podría llegar a decir que me ofende mas que me insulten en mi idioma, pero sería una mentira. Eso se lo dejo a los del rizo rizado en permanente crespado crispado.
Si las cosas de la lengua de la boca que habla, se miden como las midió ayer el político nacionalista, vamos aviados.
El idioma, la cultura, son cosas muy profundas o muy superficiales. Uno las maneja a su antojo. Leído lo leído, para los nacionalistas ( los fans del político hablador) las cosas de la lengua, del idioma, de la cultura, son mas que superficiales. Pura dermis que calienta el sol. Será por eso que enseguida se escuecen.
Los idiomas importan, y mucho, pero importa mucho mas el sentido de las palabras que se dicen.

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