Amor incondicional



No encontraba el momento de volver al blog, pero hoy me he dado impulso. No paro de entrar y salir de una bruma tan serena y necesaria como paralizante puede llegar a ser, así que me he dicho, va, haz honor al legado que te han dejado. Y aquí estoy.
Hace pocos días falleció mi madre. Lo hizo entre mis brazos y lo escribo en el blog, doy mi satisfacción a las redes. Maldita satisfacción.
Aprenderé a madurar todos los sentimientos, intimísimos en los detalles y universales en el desasosiego, que surgen a raíz de una pérdida de esta envergadura.
He tenido la inmensa suerte de tener una madre alegre y generosa, cuyo abrazo incondicional era el nido de nubes de chuches de palitos gordos de algodón. Ya no tendré el abrazo, el lugar donde guarecerme sin ser juzgada, pero tengo todo lo demás. Esta  mañana lo comentaba con un amigo. Si después de esta no aprendo a ser mejor persona es que no he entendido nada.
En la despedida social, más de una señora me recordó la bella estampa que hacían mis padres bailando todas las canciones del repertorio de una  orquesta hasta el amanecer. Yo era la niña que enredaba entre sus piernas cuando quería ir a dormir.
La suya fue una historia de amor  como no hay otra igual. La que les hizo comprender  todo el bien, todo el mal.
En la bruma hay un bulle-bulle de canciones. Seguro que muchos podéis llegar a entender cuánto la echaré de menos. Yo todavía no.
Ella se merece mucho más que esta entrada escrita en tartamudeo. Efectivamente, es muy difícil escribir desde la tristeza.  O al menos en la tristeza sin ordenar.
Ayer empecé a entrar en los periódicos y todo me parecía muy desmesurado y  de una gran desfachatez.
Mi madre me trajo al mundo y me lanzaba al  mundo continuamente, así que no me queda más remedio que atender lo de afuera mientras voy tratando de anudar mi feliz niñez con las letras de los tangos, las canciones populares con el aroma a lavanda, la nobleza con la risa, la coquetería con el amor incondicional, y el amor incondicional con la ausencia.
La vida sigue con el desgarro y un libro de imposible lectura que se ha dejado mi hija antes de volver a marcharse. Tiene un titulo imposible y habla de cómo prevenir riesgos en alta mar.
Mi madre y mi hija se parecen mucho. La vida.

3 comentarios:

arati dijo...

Preciosa entrada, Magda, escrita desde la sensibilidad nada sensiblera que nos da el enfrentarnos a los momentos que de verdad importan en la vida.
Esos que nos quitan la venda de los ojos y nos hacen percibir la realidad con lucidez.

No nos conocemos pero te envío un abrazo sincero de persona, de madre, de hija.

Anónimo dijo...

Mamma Magda

Tu madre era muy abierta de mente, muy alegre, jovial y generosa. Siempre estará con nosotros. Te mando un beso que te dare muy pronto. te amo

Clem

Anónimo dijo...

Mi madre nos dejó hace cinco años... y todavía hay ocasiones en las que pienso "esto tengo que preguntárselo a mi madre"