Que en este mundo vivimos en la inopia es algo que sabemos, aunque a veces cuesta aceptar. Hablo por mí. Hay inopias, cegueras y carencias en las que uno decide vivir por defecto, tal es el alcance humano. En la música me pasa con los Beatles (a quienes no niego ninguna de las categorías que se le otorgan) pero escucho muy poco. Y así en todos los asuntos; en la literatura, los juegos de mesa, los afectos, las comidas o los países. Y hasta en las ideas y en los submarinos. Todo lo que sé de submarinos lo sé por mi hermano, que cuando era niño era fan de una serie televisiva en la que el prota era uno de esos enormes buzos de acero. Todo lo que sé de submarinos es por qué, desde lo de mi hermano y la infancia compartida, supe que un catalán, Narcís Monturiol, era el inventor de los mismos y me fascinaba tanto el lazo patriótico y lo monumental de la idea, que siempre que podía lo decía o lo escribía en las redacciones. Más allá de esto, todo lo que sé de submarinos lo sé por Los Beatles. Y todo lo que no sé de submarinos es porqué no me lo han ( nos han) contado o nos han omitido los ingleses y franceses. Ayer noche escuché la noticia por el telediario de la uno: "Dos submarinos chocan en costas del Atlántico y no os lo queríamos decir pero que sí..." y me indigné. Creo que me indignó más el sustrato de la noticia, es decir, que me recordaran que vivimos en la inopia, -pero eso sí, en estados de derecho hermanados bajo una estrella azul-, que la noticía en sí. Al rato realizé una llamada: "¿Cómo estás?" le pregunté a un amigo, verdaderamente preocupada por su estado de salud. "Ya sabes", -me respondió-, "por la noche mengua la angustia...aún así esta mañana he mandado currículums..." Como sé que las heridas no hay que hurgarlas, le conté lo del choque de submarinos. Él también lo había oído ( en el Telenotícies vespre) aunque parecía no importarle. Entonces le pregunté si sabía que el ex ministro Belloch quería poner nombre de megalómano a una calle de Zaragoza. También pareció no importarle. Seguí con la lista de indignaciones cotidianas, y al fín, mi amigo me espetó : "!Qué tiempos aquellos en que podía indignarme por los submarinos, el nombre de las calles de Zaragoza o por no encontrar la Negra Flor, Ramblas abajo..." Había algo muy profundo en sus palabras. Y muy serio. Pero aún así decidí que me seguiría indignando por submarinos y huellas de megalómanos. Que seguiré bailando la Negra Flor y el Juan Perro todo ( que no el Yellow Submarine de los kings Beatles) y que, mientras pueda, y desde ahora, he de hacerlo por dos.

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