Lou Reed, Marc Grau, lo cotidiano, mi hija, y Marc Grau de nuevo

Una foto de Mapelthorppe que me gustaría tener en el salón de mi casa. Nunca escribo bien el nombre del fotógrafo, lo cargo de pés.
Cada uno carga las cosas por donde le viene en gana: los toreros cargan a la izquierda y los obispos cargan las tintas. Nuestra generación, !qué palabra tan grande para tan poca boca y más larga lengua!, se ha cargado de muerte desde el minuto uno de una presunta madurez. Las drogas, el sida, el cáncer y otras averías. Ahora que trasteo por el facebook ( y dale perico al torno) cada presencia "generacional" me lleva a una ausencia.
Si no es así en todos lo casos, casi. No conozco el resultado de la suma, pero sí los desgarros.
Acostumbrados como estamos a morirnos mucho ( cuando un amigo se vá, algo se muere en el alma...) y desde muy chicos... Acostumbrada como estoy a guardar episodios de mi vida de los que no queda ni un testigo, a veces pienso que me miento al rememorar algún que otro hecho, pero yo sé que no.
"Ayer me dormí escuchando Magic and Loss de Lou Reed" le he dicho a Júlia, mi hija, nada más levantarme, en el baño.
" Estos hombres tan feos, antipáticos, mal vestidos y "animados" que le gustan a mi madre" ha respondido ella hablando con el espejo donde cada día se maquea, en una hora, lo que todos los miembros del Gay Power, Lou Reed incluído, no lograron maquillarse en una década. La exageración, vale.
En lo cotidiano nos conoceremos.
Hoy, a la cotidianeidad de la muerte sobre nuestros hombros ( generación, again) se le suman los constipados, las ausencias propias de la edad. Nuestros discos duros ( el mío, sí) está perennamente desfragmentado. Faltan interlocutores. Faltan afectos. Faltan amores.
Hoy pienso en Marc Grau ( de Lou Reed a Marc Grau, dos piscis) que se largó a liarla a otra parte justo cuando el rock del país más lo necesitaba. Diez años hace.
Todavía entumecidos por la caída de Carles Sabater, Marc se fué y dejó un vacío. Ahora me cuentan, me dicen, escucho en My Space lo que hace su hijo, también guitarrista, también Marc Grau. La diferencia de estilos es lo que dá riqueza a cada uno. Los dos son audaces, de mástil guerrero. Uno no sustituye al otro, pero una se alegra que la vida vivída proporcione más vida.
Y de repente se me va el mal rollo del Lou Reed cantando toda la noche en mi oído y en el subconciente y vuelvo a amanecer de entre las nubes de este largo invierno en Barcelona, con alegría de madre y de especie ( algo que me parecía horrible, burgués, nuclear y que sé yo) como si súbitamente cargara a la derecha, pero que no.
La alegría de los hijos, la mayor alegría que te dan, o nos damos a través suyo, es cuando apreciamos que ya lo son para todas las demás madres y padres del mundo. Cómo Marc Grau junior ya es hijo de todos los padres del mundo, pero sólo a través de Marc, del eje del mástil de su guitarra, se extiende al mundo.
O cómo mi hija se extiende al mundo a través del eje de un lápiz de ojos que yo no he usado nunca.

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