Madrugada de primavera en el Raval y Ceesepe en Madrid

Para hablar de amor, una ilustración del maestro Carlos Ceesepe.

Escribo de vuelta a casa. Viernes madrugada de una primavera recién estrenada. Éramos mucha gente por las calles de Barcelona, no tanta como entonces,-hace ya muchos años-, en que Barcelona era gente y era puertas y discurso y mucha diversión; pero aún así erámos un montón de mujeres, hombres, escarabajos, gorriones, chulos y avestruces girando en el rosa del Raval.

Todos expectantes, con aire de disimulo o con descaro, todos bestias en celo, bellos capullos aguardando los primeros rayos de luz. La llamada de la selva ( no tan prosaíco como lo cuento) con una hora menos por la que correr detrás de nosotros mismos, esperando que alguien se interponga en la carrera y surga la importancia de tocarse, de ser cuerpo y hacer sangre con sangre de brindis la vida chinpún.

Eso ha sido así desde que el mundo es mundo y sin embargo, cada año me hago la misma incumplida promesa: No volveré a ceder a la primavera.

La sensualidad, burda todavía, flotaba en el ambiente y las terrazas eran música de choque de sillas trajinándose. Leonas y leones olíamos los flujos ancestrales. Mucha camaradería y hablar de cualquier cosa; del precio de los libros y el corte de chuletas. Ricard Salvat bebía de los vasos, no podíamos verlo, claro, pero una chica ha reído y ha reído al ver su copa derramarse sobre un periódico tirado en la Rambla. La ginebra se mezclaba con la tinta de una foto de Pepe Rubianes. Él abría la boca y se dejaba empapar del maná de los vivos que le quieren y requieren.

La muerte es a la primavera ( Mercé Rodoréda ilumíname) el gesto que la acoje y la expulsa cada año. Una espiga de cebada y pan de centeno sobre delincuencia juvenil.

Para el amor (¿o no es amor este querer ser béstia, este darse cuenta que lo somos, como somos flores, tallos o harina de ensaimadas en horno abierto a la madrugada?) siempre hay que tener a mano una ilustración de Carlos Ceesepe.

Su ilustración del tango "El día que me quieras" me lleva acompañando un millón de primaveras. Y cada vez que miro, me entretengo mirando el lagrimón del novio avanzando hasta el altar, con qué Ceesepe pinto su versión del tema, siempre, evoco algo que me viene de muy dentro y quizás explicaré en otro momento o ahora: que el amor es agua. Licor ancestral. Agua fresca de la fuente. Agua. Y la línea cálida de Ceesepe, un pequeño bucle, una ondulación...

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