RETENER

Al romper un huevo para prepararse un ídem frito, creyó ver el ojo de uno que fue su amante, el de la mirada perdida.

Trató de recuperar el huevo del plato e hizo cómo había visto hacer en las cocinas. Con cuidado pasó el ojo (el huevo) de un cascarón a otro para separarlo de la clara.

Con las cosas de los demás siempre hacía lo mismo: trataba de ordenarlas.

Cuando alguien que le importaba (y si no le importaba, también, que a veces se aburría) compartía o le entregaba algo; un pensamiento, una casa, una idea o un bombón, ella se empeñaba en "arreglarlo".

Con mucha delicadeza en los detalles, sentaba sus tropas en el centro del "problema" y se creía solidaria.

Su minuciosidad era tan grande como la invasión que perpetraba.
Aquella vez había sido distinto: "El ojo ha venido a mí, -se dijo-, el ojo del amante de la mirada ausente". Y de pronto entró en cólera: "¿Quién se ha creído que es?"
Puso el ojo en una caja y colocó la caja en la estantería. Pasaron varios años. Ella sabía que tenía el ojo pero apenas si se acordaba. Cuando le venía a la cabeza, -al pasar el polvo o al pasar un semáforo-, sentía indignación y placer a partes iguales.
Ayer noche coincidió con él a la salida del teatro. Apenas si se saludaron, pero pudo ver que el que fue su amante de la mirada extraviada, conservaba sus dos ojos y la misma extraña mirada.
Llegó a casa decepcionada, triste y cabreada.
Se dirigió a la estantería y abrió la caja.
En su interior había un huevo frito.
Se echó las manos a la cabeza, arqueando las cejas mientras hablaba para sí: !!!¿Cómo puede ser si me entretuve en apartar la yema de la clara? !!!!

No hay comentarios: