BET FIGUERAS Y EL AMOR

Una flor del Jardín Botánico de Barcelona, una de las grandes obras de Bet Figueras.
Esta última semana ha sido de escribir poco. He de enmedarme o tendré que dejar de fabular con un blog esponsorizado: "Por Durruti o la Luxemburgo", que dice mi hija, la animosa, cuando comparto mi quimera.
La semana anterior a la anterior abrí un periódico, ví una foto ( muy bella)  leí un artículo en el que se comunicaba la muerte de Bet Figueras a la vez que se comentaba el gran legado profesional  que ha dejado (mira en Google y flipa) y me anudé toda. Como no quería seguir compartiendo martillazos con vosotros, dejé de escribir. Pero la vida rula y con su brisa da la vuelta al calcetín. Esta vez estuve ahí para verlo.
A Bet la conocí poco y siempre para ir de fiesta, pero fue suficiente, porque ella supo entrar en lo mío como aquél por su casa. El sentimiento es figurado y muy profundo.
De gran calado su enorme empatía, la delicadeza y aquél abocarse a sacar punta a todo con el humor bendito, aunque lo que siempre me gustó de ella ( otros hablarán de su obra) era el modo que tenía de vivir su amor de pareja, de unión, al traspasarla al mundo de afuera. Claro que en eso no andaba sola; tenía a Alfonso, que lo hacía con la misma naturalidad que ella. 
Porque el amor se vive para adentro y para afuera; no hay dos sin tres. No hay dos sin mundo. Es igual que estés solo o con pareja. Hay parejas rotundas como un bunker que hieren a los viandantes a su paso y otras por las que aplaudes sin cesar y te dan vidilla.
Bet y Alfonso formaban una pareja que se multiplicaba, siendo cada uno cada cuál. 
Por eso, un día de la pasada semana, cuando tuve la oportunidad de pasar por casa de Alfonso; ahí que fui.´ El estaba triste como no podía ser de otro manera, y sin embargo, a pesar del doloroso duelo y a pesar de la tristeza (o con ella a a cuestas) supo ir dando la vuelta al calcetín del dolor por la ausencia de su amada, y volvió a compartir aquél amor que sentía por ella y en su longitud, por las cosas y los seres del mundo.
Estoy segura que la suya; -la de Bet y Alfonso-, es una de las historias de amor mas bellas que Barcelona ha tenido. Lo digo sin exagerar y que se aparten los cursis.
De casa de Alfonso, donde los niños estudiaban, me fui contenta a pesar del estacazo. Contenta de poder celebrar en tiempos oscuros, el amor, el compromiso y la dignidad. Se lo dije a él; no para echar sal sobre la herida, si no para viturear la vida.
Beth podía temerse una entrada sobre ella en mi blog porque siempre que podía le mandaba postales. Habría reído con aquella sonrisa medía sandía de luz que pinta Nazario y le habría dicho a Alfonso, a su amor, que lo leyera. El amor que la muerte no mata.

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