Amor no correspondido


Cuadro de Esteban Villalta


Él estaba muy enamorado de ella. Ella ni se enteraba. ¿Qué como hace una mujer, para no enterarse que hay alguien enamorado de ella? Anteponer otras cosas. Tú dices amor y yo digo amistad. Es un ejemplo. Y también el mas recurrido. La mujer a la que me voy a referir hizo otra cosa, tomó otro camino, usó otro recurso: "Cómo te atreves a ofrecerme amor si yo sólo quiero amistad? Con lo bien que lo pasábamos antes, rodando por la ciudad. Lo has echado todo a perder, cretino."
La mujer, a la que no conozco ni falta que me hace, se enfadó con su amigo y el mío, el día en que éste se vistió de lirio; "para florecer contigo." Para florecer por ella.
Pasaron los días y dejaron de rodar por la ciudad. Su rutina, que consistía en encontrarse en un bar determinado después del trabajo y luego irse por ahí y por allá, se rompió. Ni se veían ni se llamaban. Mi amigo estaba triste, pero se había quitado un peso de encima: "Le había dicho que la amaba". Hacía la vertical en los semáforos y se preguntaba lo mismo, pero del revés: "Si intuía que ella nunca me correspondería ¿Debería haberme callado, justo porque la quería?"
Volvieron a pasar los días y mi amigo y el de la flor, recibió un mensaje ( de la flor) "Va, veámonos, no pasa nada. Tú ámame si quieres, sólo te pido que no me lo participes. Yo te quiero cómo se quiere a buen amigo y no puedo vivir sin ti, colega; así que jódete y sigamos juntos, rodando por la noche y poco a poco te irás olvidando de tus pretensiones para conmigo."
Mi amigo es de sexo masculino, identidad bisexual y género femenino. Esto lo contó muy bien José Luís Sampedro en su libro, "El Amante Lesbiano", donde se rasgó el corazón, lo abocó mucho. Mi amigo y el de la flor, oyó las palabras de ella y se deshizo en copos de algodón. Sólo el estómago se le quedó petrificado, duro como una piedra mas que dura. En un estado de falsa armonía, la flor y mi amigo volvieron a la rutina en su bar y al rodar y rodar, noche abajo.
En la madrugada de una de esas noches acabaron juntos en la misma cama. Él le hizo el amor: "Cómo tu quieras, mi bien, cómo tu quieras..."
Él apenas si pudo dormir, ella se levantó contrariada y se echó a llorar: "Ojalá fueras tú aquél a quién busco. Nadie cómo tú me había amado tanto. No dejes de hacerme el amor y hacerme el amor y hacerme el amor, pero no esperes nada de mí. Ojalá fueras tú."
La relación se estableció encima de un juego turbio. Rodaban por ahí y por allá y de repente, en un bar, ella le dejaba plantado para hablar con aquél tipo o aquel otro. Mi amigo dijo basta. Es joven y le costó dar el paso ¿Que queréis? Nadie nace sabiéndolo todo y los hay con mas paciencia que otros.
Ayer nos tomamos un helado y me contó la historia. Esperaba una respuesta, una palabra. Esperaba algo, pero me negué a darle un dulce. Tampoco llevaba ningún ejemplar del libro "La perversión en la mujer" de cuyo autor no me acuerdo. "Tú lo has dicho todo. Tú lo sabes bien.", añadí y me dí al helado de chocolate.
Yo le hablaba del precio de las entradas de los museos y él seguía insitiendo en llevarme a su terreno. De pronto me preguntó: "¿Te ha pasado alguna vez?" Le pregunté a cuál de los dos papeles de la función se refería. Me dijo: "A amar sabiendo que nunca te amarán." Cogí su terrina de helado, también de chocolate, y me la zampé toda. La noche ya estaba ahí, dispuesta para rodarla.



No hay comentarios: