El Prendas

Esta mañana, el barrio se ha despertado con una noticia; Pepe, "El Prendas", se ha suicidado. Ha dejado a sus dos niños en el cole, ha vuelto a su casa y se ha colgado del techo. No se ni quiero saber los pormenores. Tenía poco mas de cuarenta años y era de Horta "de toda la vida", un "xarnego" con pedigrí, porque su padre, que vino de un pueblo de Almería a finales de los cincuenta, se deslomó a fuerza de honestidad y trabajo haciendo chapuzas, pintando paredes y espero que entreteniendo a alguna ávida rica de sus tareas cotidianas. El Prendas era el hijo menor de su padre y de su madre, que todavía vive, y es una mujer respetada y querida porque también se deslomó con honestidad y esmero, haciendo limpieza y guardando las llaves de las grandes casas. La gente los quiere. 
"El Prendas" llevaba su apodo porque de niño era un travieso, de travesura concienzuda y artimañera de las guapas. Dicen que el apodo se lo sacó el tabernero del bar  "de toda la vida" adonde, siendo un chavalito, iba a buscar sifones y gaseosas y pedía que se lo apuntaran a la cuenta. Con el dinero que sus padres le daban se compraba cromos y hacía trapicheos, hasta que días antes de celebrar su primera comunión le confesó al cura "de toda la vida" sus fechorías y al cura, -código ontológico en mano-, le faltó tiempo para ir a chivarse a sus padres, evitando que fuera él mismo quién les confesara su rubor y encima le prohibió pisar la casa de dios durante un año, para solaz del crío, que no volvió nunca mas hasta que se casó.
Todo esto me lo había contado él mismo, rodeado de dos de sus amigotes, birra en mano, en el bar donde reposaba la noche después de dejar a los chavales durmiendo; dos niños de diez y trece años, que sabían de las huidas nocturnas de su padre y si les daba un miedo o una fiebre, le llamaban gritando por la ventana, tan cerca estaba el bar donde el padre se explayaba de la casa donde vivían.
"El Prendas" llevaba tres años en paro, pero no paraba nunca. La gente le tenía confianza porque era hijo de quién era y por si mismo. Hacía chapuzas y a diferencia de su padre, -decía-, no le gustaba que se rieran de él y del valor de sus tareas.
Cuando hace un año, le dejó su mujer, se hundió en la miseria y hoy ha dicho basta. 
Si Pepe hubiera sido Silvia Plath y las mujeres congregadas en un comercio del barrio, intelectuales rasgándose la vestidura por sus poemas y sus suicidios, a lo mejor ( sólo a lo mejor) ninguna habría dicho lo que ha dicho una de ellas, cuando su amiga, hablando de la muerte del "Prendas" ha nombrado la crisis y la pobreza y ella, apretando el bolso contra el pecho,  ha añadido: "Si, sí, no tenía dinero, pero para cervezas bien que se las apañaba..." 
Lo ideal hubiera sido pegarle un bofetón en el alma con una frase sagaz que la hubiera ensuciado  de su miserable moralina, pero no he sido lo suficientemente ágil, si es que valía la pena.
La muerte del Pepe deja un vacío solidario, un vacío chulesco, un vacío tierno. 
Larga vida a todos los Prendas y Prendas del mundo. No se que mas añadir. Siempre me daba mucha alegría encontrarme con él.


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