Autocrítica en busca de diagnóstico


A finales del siglo pasado se pusieron muy pesados con el tema de la inteligencia emocional, se puso de moda. Aún así, el "hallazgo" (sic) y la difusión de la nomenclatura y el concepto debieron de ser muy beneficiosos para ponerse a hurgar. En el 2000 no debía haber un alma en el mundo del estado del bienestar que no se hubiera auto abducido tratando de hallar su inteligencia, su emoción o su carencia. También debieron ser años aciagos para los profesionales de la mente y demás. El bienestar tiene esto: "Ya somos alguien en la sociedad, ya podemos cuidar de nosotros mismos." Y entonces todos éramos, o habíamos sido, o estábamos a punto de ser gerentes de la nueva Coca-Cola.
Europa se psicoanalizó; los europeos y europeas, antes del euro, nos psicoanalizamos ( el plural no me incluye, pero algo hubo) Cada uno hizo lo que buenamente pudo. Después del psicoanálisis o lo que cada uno hiciera en beneficio propio, parece que los unos y las unas deberíamos habernos sentido muy duchos para enfrentarnos a lo que viniera con asertividad e inteligencia emocional. Si uno desarrolla recursos, los puede poner a currar.
Pues no. Igual he ido muy rápida diciendo que Europa se psicoanalizó, aunque a mi me lo pareció. De los noventa al dos mil, hubo mucho discurso emocional y mucho proceso interior y el verbo crecer se oía en todas partes. Y la palabra esencia. O el análisis fue muy tibio o ahora no se notan las consecuencias, pero mi recuerdo y el de algunos amigos que me responden porque los tengo cerca y les pregunto, confluyen al sentir idéntica sensación.
Fue cuando nacieron los neo-mártires, aquellos que se pusieron de culo a la medicina tradicional. Se daban un chichón y tú les decías; "anda tómate algo y vete a descansar". Y ellos que te respondían: "No, no quiero enmascarar el dolor."
Por lo que se ve, ni los que tomamos antidepresivos, ni el llagar de los neo-mártires han servido para nada. la inteligencia emocional, si alguna vez la hubo, se ha vuelto a enquistar. Claro que cuando uno se mete en si mismo, y se adentra y se adentra, llega un momento en que no ve el mundo de afuera. ¿Nos metimos demasiado en los interiores? ¿Fuímos arrasados por un tsunami de ombligos? ¿La individualidad cegó la vista sobre el paisaje que nos circundaba? ¿Empezó a importarnos un pito el malestar ajeno, tan dedicados cómo estábamos a procurarnos un bien propio? ¿Nos embebimos de superficialidad y fantaseamos con mundos asépticos en los que no dar cabida al otro si entraba en nuestras casas con zapatos embarrados?
No sé que ha sido. Hace días que llamo a mi doctora de la mente y no la encuentro. La mujer no para de trabajar y no hay forma de dar con ella. Quería proponerle un plan para elevar al Ayuntamiento ( a quién sea que gane) o a la Gene o al Tribunal de la Haya. Visto cómo están las cosas en el mundo, vistos nosotros; tan callados, tan prudentes, tan atrofiados, y pensando que no puede ser bueno tanto "cejijuntismo" intrasferible, he pensado porque no se organizan (ya que estamos, a nivel europeo) terapias sociales conjuntas por barrios.
Se podrían ocupar las plazas mayores de cada barrio de cada ciudad o pueblo europeo y que un psiquiatra ( o dos) pillara micro y tarima e hiciera su trabajo. Luego se podría ir pasando el micro a la peña y que cada cual dijera lo suyo. Invento: "Es que a mi Gadafi, me cae bien y me pone vivir bajo mínimos, con la tijera en la cabeza y recibiendo faxs del Fondo Monetario exonerándome a pagar." Y así hasta llegar a ver de qué mal se nos está atrofiando el alma, cuál es el virus que nos paraliza, qué tipo de indiferencia está matando lo mejor de nosotros mismos. Y por qué siendo tantos parecemos nadie.

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