Pandémia, facebook, tijera




Al ir a recoger al niño a la salida de la escuela se encontraron con el tutor del chaval: "Saca muy buenas notas, sobretodo en las asignaturas de ciencias. El próximo año entrará en el Instituto. Hoy en día, los chavales, con sólo catorce años, ya tienen que decidir su futuro. Vuestro sabe por dónde tirar, a menos que durante los años que faltan, se malee o cambie de opinión, aunque lo mejor es hacerle entender que se mantenga en lo suyo; Bachillerato Científico".
"¿Los chavales siempre lo tienen tan claro?"
El tutor no querido responder, pero al mencionar el Instituto ha sacado a colación otro tema; el tijeretazo del gobierno de Mas. El tutor sabe muy bien cuál es la impotencia en la que se hallan algunos de sus colegas de secundaria: "Tendrán que recortar muchos gastos." Los padres habían leído aquella misma mañana que un Instituto de Enseñanza Media de Barcelona ya había dado de baja su suscripción a varias revistas pedagógicas, entre ellas una de manufactura catalana, que, por serlo, recibe una pequeña subvención.
El dato es ínfimo, si contamos con que, se preve, que en la mayoría de los casos, los muchachos no tendrán calefacción o deberán compartir un sólo ordenador entre treinta, o los profesores enloquecerán por la situación o deberán hacer fotocopias fotografiando los textos con un teléfono móvil de última generación que no tendrán, a menos que lo trinquen.
Hay directores que, haciendo cuentas, creen que lo mejor sería cortar gastos de electricidad para ajustarse a los nuevos presupuestos ¿Y dar clases sólo en las horas de sol? ¿Y vender el cobre de las aulas en las que no entra ni un rayo?
Los padres vuelven a casa con el chaval y siguen con tema. Son catalanes, hijos de emigrantes, segunda generación y hablan en catalán a sus hijos. Tienen dos. Uno es el que han recogido en el cole, al que le agradan las Ciencias y se pasa el día haciendo inventos que a veces le salen mal. Tienen la suerte de tener un piso con terraza para que el niño la líe sin llevarse el bloque de pisos por delante, aunque hace menos de un año, los padres habrían deseado ( y sobre eso no se dijeron nada el uno al otro) que así fuera.
Vivieron unos meses terribles, de no poder pagar la hipoteca. Siguen con la soga al cuello, pero el padre ha encontrado trabajo y ella cuida a una anciana de la escalera a cambio de comida, afecto y unas moneditas. Ya no ve a sus compañeras de peluquería. Las echa de menos.
El trabajo para la vecina y el sueldo del marido les resultan escasos. Se apañan comiendo huevos y pasta cada día, pagan la hipoteca y todo lo demás.
El hijo menor sólo tiene dos años y medio y apunta maneras de travieso del gran follón. En la guardería pública; -que pagan estrictamente, puesto que la plaza que "creían" que les correspondía se adjudicó al hijo de un conocido actor de televisión con trabajo, que "tenía más puntos"; les dicen que su crío es muy simpático y cariñoso. La madre se muerde la lengua, pero le gustaría preguntar si le ven algún futuro en concreto.
Entonces piensa que si el mayor estudia y el pequeño, con las travesuras y el gran follón no acaba de centrarse, siempre podrá contar con la ayuda de su hermano. La madre recuerda que su abuelo, que llegó de Almería y se construyó una chabola con sus manos en el Sacromonte, vivió siempre con la hermana deficiente de su mujer, y de cuántos apuros les salvó la ayuda de aquella buena mujer. La madre se dice que no quiere pensar en eso, que se ha ido demasiado lejos y se reprocha qué clase de miedo es el que la invade.
Cuando llega a casa con el pequeño dormido en el cochecito, el padre está viendo las noticias. La revuelta árabe, los calzoncillos cagados de los líderes europeos ante Gadafi. El mapa global, las divisiones, la matanza de civiles.
El padre mira la televisión muy cejijunto y luego alza las manos y aplaude. Le dice a su mujer que la revuelta árabe es su única esperanza. La de ellos y la de los de aquí. Ella también lo siente así: "A ver si nos sacan de este ensimismamiento.", responde. Él dice: "Todo lo bueno se contagia". Ella dice: " Y lo malo, nene y lo malo."
Bañan a los niños y cenan. Por fin la calma. El marido se ha quedado dormido en el sofá. La madre apaga el televisor, le quita a él los zapatos, le desabrocha el cinturón, le besa y lo tapa con una manta. Tiene que despertarse a las cinco, no es cuestión de zarandearlo. Entonces ella se sienta ante el ordenador, abre el facebook y ve el muro invadido de felicitaciones. Ha sido su aniversario. Sus "amigos" e desean cosas hermosas. Son sus colegas de las varias peluquerías donde ha trabajado, algún antiguo novio, gente de la pandilla de la juventud, familiares, e incluso un auxiliar de la guardería del pequeño, que la mira con ojos de deseo.
A buena mañana, después de que su marido la felicitara, han hecho un pacto: "No vamos a hablar del cumple hasta el domingo, en que lo celebraremos." Para no alborotar a los peques y no alborotar la rutina, siempre desplazan las fiestas al día de fiesta.
La madre se siente invadida de un sentimiento de gratitud y lo escribe en su muro. Se siente verdaderamente contenta. Luego cuelga un link sobre el tijeretazo de Mas y se va al You Tube a buscar una canción de Fito que le pone los pelos de punta. Con una alegre sensación, vuelve a besar a su marido, que la sonríe en duermevela. Mira a los niños, están descansando. Pone el despertador y se queda dormida con una sonrisa en el rostro.



1 comentario:

Anónimo dijo...

en tu onda, campeona Bonetttttttttt

a