Gracias a Nazario

La imagen que acompaña este texto es el recién estrenado encabezado del blog, realizado por Nazario


A todos nos gustaría tener un cuadro de Nazario. A mí, diez. Cada uno tiene su historia, cada historia es un mundo y cada historia con Nazario en ella es otro mundo distinto pero más afín al mío.
Sé, porque lo viví de cerca, que los dibujos de Nazario, las primeras braguetas hinchadas que trazó para los tebeos "adultos" y el mundo, supusieron, además de una subida de muchos escalones en la historia de los cómics y el arte en general (el análisis de todo lo que eso conlleva le corresponde a los discípulos de los Románes Guberns del mundo) una alegría para la vida en general y un deleite del onanismo precoz en concreto.
Por decisión propia o por falta de hormona global (ver TDA) disfruto desentrañando los ovillos de los líos más chicos del individuo, lo cual puede parecer un reduccionismo cuando escribo sobre arte, cómo es el caso; de modo que los "filosofía eres tú" quedáis advertidos.
Hubo un tiempo en que un mogollón de niñas ( siete por hombre, decían) dejamos las Nancy´s para pasar a ser cobayas de las sensaciones de los dibujos de Nazario. Entre todas las sensaciones, había una que se concretaba en un episodio recurrente, justo el día en que descubrías que el chaval con quién atravesabas portales, te decía que lo que más le gustaba del mundo eran los dibujos de Nazario y que, de espaldas, tenías un aire a Anarcoma. Entonces, con la alarma encendida, le preguntabas al tío si no prefería los Garriris de Mariscal o a Makoki, y él te decía que si, que vale, que también le molaban, pero qué no había nada mejor en el mundo que dormirse con una historieta de Nazario.
Tras tal afirmación, las chicas, a fuerza de experiencia ( sic) fuimos intuyendo que el que te confesaba tan íntimas predilecciones, terminaría por cambiarte por un rubio, de modo qué, brazos en jarra, fuimos aprendiendo los reproches del desdén: "Tío, me podías haber dicho que eras maricón y no habría jodido ni la escorza del árbol, ni la punta del tiralíneas". Los más listos te respondían aquello de: "Maricona tú. Yo me enamoro de las personas", con lo cual te dabas por vencida, alabando su madurez. Yo, por si acaso, me llevé la frase prestada para lanzarla a mi vez en el porvenir, pero siempre me quedó la mosca detrás de la oreja. La frase de marras es uno de los pocos legados jipiosos que no se ha visto desmerecida con el paso del tiempo. Ni el punk, ni la generación X, ni la post modernidad, ni el actual contrachapado del alma de la Ikea liberal, han podido con ella. Y de ello tiene mucha culpa Nazario, porqué el tipo vino a trascender las opciones sexuales de un modo "natural" sin que tuviéramos que entrar en el terreno yermo de las preguntas estériles por encima de la indeditez del buen vivir.
Aquí dejo escrito un pedazo de mi vida, dejando constancia de una de las muchas cosas que me hacen amar a Nazario. Amo lo que sale de la punta de sus dedos cuando toma lápices de colores o lo que sea que tome para dibujar. Y no me gustan sólo sus braguetas hinchadas, si no, sobretodo, la forma en que es capaz de fijar la luz o la sombra sobre las cosas, su sentido del humor y su sentido del detalle cómo expresión máxima de lo global. Su espiritualidad y su recontrarealismo, su mirada y su iconografía.
Nazario es mi pintor preferido de todos los tiempos. Tiendo a amar más lo que conozco y me ha configurado que lo que no conozco aunque también lo haya hecho. Gratitud y vete tú a saber qué otras cosas.
Encima, Nazario, es una excelente persona que soporta estoicamente que te presentes en su casa del rollo "Ring ring, Plaza Real somos todos" y le pidas que te dibuje "algo" para el blog.
El tío es mogollón de raro, porque no responde a las demandas. Cuando fui a pedirle el "algo" para este blog, se calló; pasó un ángel, pasó un negro, pasó Alejandro y éste último me miró cómo diciendo: " Yo no me meto, que él es muy suyo".
Segundos después oí la voz del pintor que fisgoneaba en su propio ordenador, abría un archivo y me decía: "Nena ¿Te gusta ésta flor?". Cómo la flor que me mostraba era un tulipán amarillo en posición de mustio acabóse, le dije que no, que no se me avenía: "No me siento identificada." Entonces pasó a mostrarme el primer plano de una felación: "¿Te sientes identificada con esto?", me dijo con picardía. Zanjé el tema con un vítore a su mandíbula cómo único parangón a su arte y pasamos a hablar de otras cosas.
Días después, sin mediar palabra, recibí un documento adjunto en mi correo en el que lucía, flamante, el encabezado de esta página. Nazario me había dibujado "algo" para el blog con lo que me sentí totalmente identificada. El alegrón fue enorme y mi patio de vecinos se convirtió en canción.
La identificación con el dibujo que a partir de ahora encabezará mis escritos, me vino dada desde el primer impacto visual hasta la conjugación de estilos. El artista ha mezclado el artesanado pintar con el manejo artesano del ratón del ordenador, que es en donde ha trazado las letras.
El tío vestido de tía que presenta el anagrama, con el peluconcio y las plataformas y el calzoncillo debajo del vestido estrecho, tan maricón, tan enguantado y dado a las perlas falsas es, en puridad, la esencia de lo que me une a la obra de Nazario, el boumerang entre su obra y yo. Porqué el tipo no es más que el diferente, el "raro", el perro verde, el perro andaluz, el moro, el gitano, la mujer, el hombre, el quinqui, el catalán, el sueco, la puta, el niño, la vieja, el loco u el sabio. Estas diferencias que Nazario nos enseñó a amar de forma "natural" y ahora ya son faro del camino. Unas diferencias que se viven desde la absoluta libertad de ser, sin orgullos desmesurados, ni vergüenzas contrachapadas, si no cómo una exigencia ( otra vez "natural) a la vida, de que todos podamos seguir siendo cuánto queramos, sin tener que caer en los discursos yermos ni en los departamentos estancos.
El trabajo es arduo, el tipo del dibujo tiene el pito contento, Nazario es grande, yo estoy muy contenta y ya sólo me faltas tú.
Mil gracias, artista.

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