Sin Voz


Cuando no escribo en el blog escribo en la Moleskine. Y cuando termino una Moleskine, la guardo. Si no tengo Moleskine, escribo en libretas de los chinos. Chinas o Moleskine, las libretas las guardo un tiempo por si acaso hay una idea a recuperar, pero nunca vuelvo a ellas. Hoy si he vuelto a la Moleskine de este tiempo en qué, -por falta de él-, he escrito en ella lo que no he podido escribir aquí.
Y he comprobado que todo lo que había escrito durante los últimos días, se me había vuelto viejo, antiguo, obsoleto.
No era así cómo me planteé este blog, si es que alguna vez me lo he planteado tanto cómo para ponerme, por él, la "boina de pensar", que dice la Reyes Torío.
Todo lo que llevaba escrito era entorno a la revuelta de Egipto. Todo era venga a darle al análisis social actual de la inmediatez, con sombras proyectadas al futuro, mucha hipótesis y esperanza, pero con la lírica seca, huida a las calles del Cairo o los endecasílabos de Pérez, aquél poeta al que Córtazar nombraba para referirse a los poetas desconocidos del mundo.
Córtazar debía conocer muchos Pérez. Yo también, de hecho, yo soy Pérez; sin querer ofender al Gran Gato Pérez que está en los cielos de la rumba con el Cortázar del jazz, Buenos Aires todo, Barcelona y París enteros. Y sin querer ofender ni a los Pérez sin gatos, ni a las Gatas Pérez de mis entretelas.
Uno de mis Pérez´s ( la norma ortográfica ang´osajona va de perlas en casos de cantidad) es de Sant Joan de les Abadeses, cómo mi perra, la Rumba, que nació en una masía perdida en el monte, pero se cree una emperatriz de un reino desconocido, abandonada a la suerte de un aprendiz de anacoreta con rastas que cuidaba a su madre o a su amantísima nodriza (este hecho hay que seguir investigándolo) y sacó a la camada de palacio después de un golpe de estado de la curia con guillotina incluida. El luctuoso affaire defenestró del trono y del buen rollismo de las miles de hectáreas a recorrer y las enaguas dispuestas sobre la cama, a mi querídisima perra, que ahora vive de incógnito en Barcelona.
Uno de mis Pérez´s conoce ésta historia mejor que yo, porqué la inventó él, hasta el punto de que ha escrito un soneto longuísimo que es una mezcla de Olvidado Rey Gudú de Ana María Matute con romance mallorquín y toques post modernos de normas de sintaxis al río, que está la mar de bien. Pérez no tiene voz porqué hoy día, las editoriales de poesía están cómo casi siempre han estado, pero peor. Aunque quizás sería más justo decir que somos los lectores los que andamos fatal, mucho peor que las casi siempre sacrificadas y altruistas editoriales de ídem.
El otro Pérez´s que conozco escribe en catalán, mide dos metros de altura y lleva unos pantalones a la altura de las rodillas. Con sólo veinte años exhibe un escepticismo burlón sin nada de amargura y reza al amor, a los hermanos musulmanes, judíos y cristianos, con un estilo que va de la bien denostada new-age al heavy metal más ácido que se pueda impregnar a las palabras.
Los dos Pérez huyen de la amargura tanto cómo Pau Riba entra y sale de ella (Literalmente; vive en la Calle de la Amargura de Cadaqués, cuando vive en Cadaqués) andando muy recto y muy ufano.
La amargura es uno de los peores males de la sociedad en la que vivimos. Y, paradojicamente, la mayoría de males sociales son susceptibles de producir amargura. ¿Cómo huir de ella, entonces? Leyendo a Punset o algún libro de Paidós y afines, o pensando en un poema de Cortázar antes de caer en ella. Si no se tiene un poema de Cortázar a mano, puede bastar con fijarse en una perra o un perro que pase por la calle e inventarle una identidad falsa que se corresponda a su porte. También sirve comprar piruletas en los momentos álgidos de las grandes rabias, cuyos pozos son la tristísima y jodida amargura, y ponerse a lamer un caramelo de fresa evocando bocas.
Para poder vivir bien en este mundo en el que se vive mal, hay que ser un poco Pérez. Sólo la fantasía ( junto con la amistad, la rumba, tú y tururu) compartirla, sólo los actos creativos de a diario o los actos creativos de gran enjundia, nos sacarán de este pozo de amargura en el que tantas personas van cayendo; unas por carecer de ella y no querer ni mentarla, otras porqué ya les conviene y se les aviene dejarse crecer la costra impenetrable. Y las demás, porque ni con fantasía pueden sustentar una realidad tan, pero que tan Peréz´s. Tan sin voz.




























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