¿Quién manda y quién debería dirigir el Teatro de la Zarzuela de Madrid?


La historia, el cuento, el despropósito que os voy a contar, ya debería de haberse publicado en los periódicos, si estos no se fueran desmereciendo a marchas forzadas y no jugaran a no darse por enterados.
En este principio de siglo es patético el papel de los medios de comunicación ante los sucesos “locales” y no tan “locales”, aunque también hay lenguas de fuego que crean hogueras.
Y braseritos blogs.
Retomo el cuento que comenzó hace unos meses, cuando “nuestro” ( léase el pronombre personal sin ningún afán de posesión) Ministerio de Cultura, a través del INAEM ( Instituto Nacional de Artes Escénicas y Musicales), convocó un concurso para encontrar a la persona que había de hacerse cargo de la dirección del Teatro de la Zarzuela (1958) de Madrid. El punto final lo puso el mismo INAEM, dirigido por Félix Palomero que montó, a toda prisa, una rueda de prensa en el mismo Teatro (el mismo día que los guardia civiles entraron en la SGAE;” la cultura estará en movimiento o no será”) para dar a conocer el fallo del concurso y, por ende, al nuevo director.
El designado fue, Paolo Pinamonti, un italiano con un currículo de no ponerse a echar cohetes, con ningún cargo anterior o estudio realizado que pueda hacer pensar que conoce un arte tan español como la zarzuela. El currículo de Pinamonti, lejos de ser ufano (si hay que poner en calzador y dedo a alguien y no lustra ni la superficie la cosa se pone aún más grave) básicamente se ha desarrollado entre Venecia, Lisboa y La Coruña, con lo cual, a vista de pájaro, parece que el señor está más dotado para el fado sinfónico que para las historias castizas que otrora se contaban entre zarzas y de ahí lo de la Zarzuela.
Que el nuevo director de la Zarzuela sea italiano resulta muy globalizador, e incluso de un snobismo trasnochado y viejuno, pero tras su designación las preguntas empezaron a amontonarse en las gargantas profundas de los periodistas del sector (por no hacerlas. Rosana Torres, desde el País informó y punto pelota) en toda aquella gente que conoce y está interesada en el sector, en los que se habían presentado a la candidatura con más experiencia y más enjundia curricular y en los aficionados al arte que según se sabe comenzó su andadura como estilo propio al aunar músicas de Juan Hidalgo con obras de Pedro Calderón de la Barca.
Para lo más avezados y mal pensantes responderos ahora mismo que no. Que no todos los que se presentaron al concurso eran italianos, que los había de Madrid, Madrid, con los conocimientos requeridos y bastantes más. Se presentaron nada menos que veintisiete posibles candidatos.
A día de hoy, no se conoce el proyecto,-que había que incluirse al presentarse en el concurso-del nuevo director, de modo que es difícil evaluarlo.Más allá de la chirigota se debe de exigir una transparencia elemental en toda gestión. De pasarla por alto, mejor hubiera sido realizar una transparente designación a dedo. De haberlo hecho desde el minuto uno,- y nunca mejor dicho-; por la patilla, el sátelite del ministerio no habría tenido que ir a molestar a tantos profesionales que hicieron sus deberes.
Una comunicación escueta, telegráfica, hizo saber a todos los concursantes no admitidos que lo suyo no iba a ninguna parte. No se sabe quién deliberó con quién, No se conoce el contenido de las actas de las supuestas reuniones, ni si las hubieron, ni se puede llegar a saber cuántas personas y en razón de qué designaron a quién designaron y no a otro. Todo es oscuro. La Ministra debía de estar muy ocupada con lo de la SGAE, siguiéndolo en directo por pantalla de cámara oculta del palacete de los autores, como Obama lo de Bin Laden.
El resultado de toda esta historia no hace gracia, pero la cuento con ingenua y vehemente ironía. Lo siguiente sería medir el calado de los dientes de un león. La dignidad, again, hermanos.
El resultado es que han vuelto a jugar con la susodicha de muchos profesionales. Y de momento no hay respuestas. Sólo queda un director belga en el Teatro Real de Madrid, cuya gestión está siendo más que controvertida y un italiano de escasa unión con el género (que se sepa ninguna, además de la de no haber abonado su parte en la coproducción de la obra “Don Perlimplín” de Bruno Maderna, con puesta en escena de Manuel Gutiérrez Aragón, cuando él era director artístico de la Fenice entre 1977 y el 2000)
Ante esto y de aquella catalana manera que es la mía, me ciño la blusa y me voy bajando por la Calle de Alcalá con la falda hasta el tobillo, convencida que si este tipo de cosas no las indagan los medios de gran audiencia, algo mucho peor que un italiano sobre la zarza está a punto de caer por encima de todos los profesionales (sin cargo político) del mundo cultural español.
Seguiré informando, incluso si el silencio, -primer y último gesto del gran fascio, que vestido de demócrata se esconde entre las zarzas de la sociedad del bienestar-, se instale de manera perenne sobre este tema.
Ayudádme a dar difusión a este asunto. Muchas gracias.





1 comentario:

Zarafin dijo...

Magda, da la sensación de que, aunque das mucha información, te estás mordiendo la lengua para no dar más aún, por mí suéltala cuando quieras.
Viví en Madrid unos años, y ese Teatro era como el hermano pobre del Real, aunque tenía mucho encanto y he hecho unas cuantas noches de cola para pillar entradas, le tengo cariño.
Por entonces había una Asociación de Amigos de la Zarzuela que tenía cierto papel allí, no sé si sigue existiendo o si pinta algo en la designación de director, si cuelgas algo más sobre esto avísame porfissss, con la falda almidoná por Canaletas. ;)