Sopa de Cabra




En un rato me voy a misa. A mis liturgias. Al concierto de Sopa de Cabra en el Sant Jordi, el último de los tres que han realizado durante estos últimos días. Me apetece mucho. Viví y curré entre lo que se dio en denominar la eclosión del nuevo rock catalán y lo pasé muy bien. Por afinidad estética y de sonido, Sopa de Cabra era mi grupo preferido. Luego estaba su cantante, el Gerard Quintana, un hombre con el que nunca he perdido el contacto y es un ser muy marciano y muy buena persona. Buena persona. Me gustaría copiarlo mil veces. Ya no se acostumbra a recalcar la bondad. El Gerard es bueno porque trata de ser justo, porque se contradice y porque una vez le vi entrar en un despacho como un hombre toro, un hombre cíclope, un hombre apunto para desmantelarlo todo porque le habían pisado el callo de la dignidad (Siempre caigo en lo mismo, quiero señalar la bondad y acabo por virar y dar razón a una creencia popular que me pone del revés: El bueno es tonto. Entonces, busco una anécdota que desdiga la creencia. O sea que sigo alimentando a los cerdos del Costumario. Ya aprenderé.)
Dentro de un rato estaré en misa. Más contenta que nadie. O contenta como todos los asistentes. Y para que no escribir a la vuelta y perder la objetividad que me caracteriza (sic) quiero dar la vuelta a otra creencia popular de presente.
Cuando los chicos de Sopa de Cabra decidieron volver a juntarse para su concierto de 25 años, llamaron a las puertas de las teles las radios y los organismos todos y “nadie lo veía” (“Ver”, de acto de fe) así que decidieron tirar por la vía de en medio y montar, con su agencia de managers, la que se ha liado. Ni subvenciones ni bobadas. El público ha sido el que ha respondido. Luego vinieron los sponsors. Hay que dejar las cosas claras, porque aquí, en la catalana tierra, siempre que ocurre algo grande (dimensión, emoción) se tira a mirar a la Plaça Sant Jaume y a imaginar bolsas llenas de euros. No es el caso. Y quería decirlo.
Hay quién ante el éxito de la vuelta de Sopa de Cabra se pregunta cuál es el pulso músico cultural de un país que vive de sus recuerdos. Yo lo flipo. Con la mantilla por poner y la tachuela en las manos, lo flipo. Nadie se pregunta cuál es el pulso de los ianquismos cuando actúan los Rolling o el maravilloso Neil Young. Simplemente se ha creado una escena. Y hay más. Hay muchas más escenas catalanas. Pequeñas, medianas y grandes. El pulso es bueno. La amargura es lo que lo ralentiza. Fuera con ella.
A la guitarra y sustituyendo a Ninyin que está en los cielos, los Cabra han puesto a Xarim Aresté de Very Pomelo (una banda que no paro de promocionar porque soy fan patapan) así que los Sopa también han hecho subir al escenario a los más jóvenes.
Un día como hoy, con el recuerdo de Allende, las víctimas del 11-S americano y una flor a modo de ofrenda que he llevado a la casa donde nació uno de mis escritores favoritos, paseando con la perra, que también cumple años, ha de terminar con rock and roll del bueno. Y quería compartirlo con vosotros. Más que nada por no caer, mañana, en lo de la crítica musical, algo de lo que me rehabilité, por bien propio, de la subjetividad y del rock en general.
Me rehabilité:”Por delante y por detrás”, que canta el gerundense de la larga melena.








No hay comentarios: