NOTA INFORMATIVA

En la parte lateral derecha del blog, por debajo del logo, una amiga me ha puesto un botón debajo de unas palabras que escribí yo misma y son: “Contribuye. Muchas gracias”. Dudé en poner: “Contribuye si puedes, y si es que puedes contribuir, me alegro por ti, no te cortes un pelo y blablablá.” Al menos llegué a escribir tres frases ingeniosas, de aquellas que cumplen su efecto y luego, al rato, se te caen de las manos, como los chistes repetidos o las frases lapidarias de escritores o famosos de todas especies, que muchas veces no se sostienen ni en el análisis gramatical ni en el fondo, más allá del efecto flash.

Lo de pedir pasta ( vale, no es esto, pero puede parecer “esto”) por escribir en el blog no ha sido fácil ( la amiga me quiere poner otro botón para suscripciones mensuales, semestrales o anuales, y a mí eso ya me da un especial yu yu y una responsabilidad que no veas) sobre todo porque no quiero pedir pasta, si no alentar a quién tenga y me lea a que done lo que le parezca justo por leer by the face, en este mundo del dar y el recibir.

La impulsora del tema fue otra amiga (no la del botón) que después de un verano balear a la lagartija, vino muy enérgica a decirme: “Nena ¿Tu no pagas por un libro?, pues eso...” Y blablablá.

La verdad es que inicié este blog hace unos cinco años porque me apetecía escribir lo que no podía escribir ni en la prensa de “izquierdas izquierdosas” (qué, por cierto, me deben una pasta gansa, todo sea dicho) y porque así daba rienda suelta a mis cosas, sin cortapisas ninguno. He pasado mis etapas en las que he escrito mucho y otras que me lo miraba de lejos. Lo cierto es que todas las entradas están por editar, pero siempre lo he pasado muy bien en el bocajarro mundo que tanto se me aviene.

En un tiempo tan terrible como el de ahora, tener que escribir: “Contribuye” se hace jodido, sobre todo cuando tengo clarísimo que el noventa y nueve por ciento de la peña que me lee están amojamados crematísticamente, pero mira, como decía mi amiga, hay que intentarlo: “¿Y si un día puedes pagar una factura gracias al blog?”, me dijo, muy cariñosa y vehemente.

Yo le dije, tu pon, que por poner no quede, y me quedé pensando cuál de todas mis facturas podría pagar gracias al blog si se producía esta suerte.

No me llaméis gilipollas, pero la gran factura, la que me empuja, la del diesel sin aditivos, la del petardo en el culo, el blog, con botón o sin botón, me la paga con creces.

Ahora se trata de ver si hay un amigo en “América” (o dos) de entre todos los destartalados crematísticos amigos del grandísimo aprecio que siguen estas pantallitas.

Siempre que hablaba de esto de sacar pasta del tema (o mejor dicho, de cobrar por un trabajo) mi hija, la crítica, la única, que llega hoy después de muchos meses de estar por estos mundos de dios y ya tengo mono, y de ahí que no articule bien la redacción, invadida por un sentimiento de ay ay ay; me decía que con los temas que “me ponen” no hay dios que pague nada. No lo decía porque me desee la miseria, al contrario. Lo decía y lo seguirá diciendo porque sabe lo que hay en el mundo y conoce a su madre.

Aprovecho para deciros que si queréis poner publicidad de algo, me lo decís y la pongo. De momento, los precios los ponéis vosotros y yo decido si me mola el “algo”.

Este post no hace domingo, lo sé. Este post “nota informativa” hubiera sido mejor en martes o miércoles. Pero a lo mejor, gracias a contravenir y contravenir y volver a contravenir, al fin hago domingo y nos montamos una fiestuqui después de pagar algunas facturas. Quién sabe.

Advierto y amenazo que también estoy tirando hacia adelante lo que ha de ser una novela, a la que dedico seis horas semanales, las que me sobran. Y ahora cuéntame tú tu vida. Me gusta mucho escuchar.