Hoz y el Barça


Segadores del campo de León L´Hermite

Los días en que alguna injusticia me pisa el callo, pienso en Millet y en Montserrat Carulla, la actual directora del Palau de la Música, cuya familia ha sido denunciada por Hacienda por defraudar un millón de euros por cabeza y son siete hermanos. La asociación de ideas que hago es inmediata. Me pisan la dignidad y los imagino a ambos sentados en platea del Palau escuchando el Cant dels Ocells interpretado por Savall y siento vergüenza de pensar que alguna vez hemos compartido alguna emoción. Me avergüenza saber por los periódicos que la hija de Millet solicitó el paro y me indigna el silencio que los cubre a todos, la indiferencia silente de la burguesía catalana, del pueblo catalán, de los Jordis, de los Mohameds y de los Rafas. La falta de “trempera” de las hoces.
Si cuento la asociación de ideas inmediatamente después de producirse una “tontada”, como que el oftalmólogo no me da hora hasta dentro de siete meses y el urólogo hasta dentro de un año, fecha en la cual podré asistir a su consulta con las piedras en un cesto para que él las ofrezca en mi nombre al recién nacido de alguna de estas familias que trincan y trincan, pero no poniendo la mano en el bolsillo, si no liándola con papeles y esperando que el lio se deslíe cuando ellos ya estén criando malvas, me dicen que soy dogmática y que de este modo, con la vehemencia y la rabia, me va a dar un chungo, con lo cual, encima, he de sentirme responsable de joderme la salud por tener sentimientos negativos que no habría de crearme ni el mismísimo Millet el día que entre en mi casa y se quede con mis discos, ya que la rabia ( como el vino que hace sangre) va contra mis huesos.
Ni los curas de la gran enjundia de la irracionalidad y el fomento de la culpa que pernoctaban en Lourdes, acrecentando la histeria colectiva, habrían imaginado mayor “escuela” de pensamiento para llevar al pueblo a la indiferencia, que este “positivismo” que nos llega por todas partes, menos por la acción.
Así, que cuando alguien, después de un pisoteo de callo me dice, va sé optimista, se me agranda el cabreo y me crece el despropósito, porque si bien se me puede acusar de tener todos y cada uno de los defectos humanos posibles (mea culpa) la actitud positiva, no la ha decrecido ni un instante, ni un segundo ni medio pensamiento en toda mi vida.
Tenía que soltarlo. Tenía que preguntar ¿Qué narices pasa con Millet y con qué culo se sienta la Carulla al frente de un lugar tan sagrado como el Palau de la Música?
Tenía que decir que si una hoz no señala al cielo y hace el gesto de cortar es solo un trasto en reposo. Y que la indiferencia, con “las actitudes positivas” de los santones, de los coach y de los curanderos yanquis es betún sobre zapatos que se calza la gente que no anda, la gente que no mira, la gente que se enfada porque de TV3 nos quitarán el Barça. Nos quitarán el Barça de la tele, qué trastorno.

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