Rabia


Blackmore en acción

No he estado escribiendo aquí porque escribía (y hacía otras cosas) allá. Y de lo que escribía allá, la mitad no ha valido la pena, porque el fecundo artículo sobre machismo y rock que me mandaron escribir para publicar en un excelso medio, al final no se va a publicar porque no me ha dado la gana hacerlo sin cobrar un céntimo o sine die, que es lo que pretendían, aunque este no fue el trato.
No voy a entrar a contar los intríngulis, pero si el estallido final, concretado en la voz de un cretino servil, que desde el otro lado de la línea telefónica, me instaba a que publicara el dichoso artículo con la condición de cobrar el día que la crisis lo convenga y con la ventaja de poder recuperar un “prestigio” (mío) que según el bestia, se ha ido “diluyendo” a fuerza, supongo, de no publicar sin cobrar.
Voy a obviar, también, la conversación con el memo correveidile de un grupo editorial por los años que viene desgañitándose por él (el grupo, la abstracción, el poder, la empresa, el prestigio) en lugar de desgañitarse por sus compañeros de profesión.
Entro a contar la anécdota bastante descansada porque ya he sacado los sapos por la boca. Hay que vivir el amor y hay que vivir el odio. Déjate sentir la rabia. Es que no te dejas. Esto último me lo decía mi psiquiatria por teléfono hace pocos meses y es algo que me viene diciendo cada cuanto tiempo si se dan situaciones de las manos en la cabeza y somatización aguda. A ver si después de esta vez, la mujer que vela por mis TDHA´S y TNT´s emocionales me pone matrícula de honor porque me temo que he sentido la rabia como grieta de Tàpies ( adèu, mestre) mientras veía mi prestigio precipitarse por un peñasco de inanidad atrapado en la trampa de las ratas más viles.
Dejo de apurar el mal rollo porque luego me muerde la serpiente a mí y ya tengo bastante con las manos cortadas del frío ambiental.  
Para no desaprovechar lo escrito voy a imprimirme el artículo sobre una tela blanca que compraré en Ribes y Casals y me haré un chaleco en el que se podrán leer frases de esta guisa. El rock es intrínsecamente machista. Cuando los que empezamos a hacer de este sueño una profesión (que hoy día es un mero recuerdo) los tíos no toleraban que una mujer pudiera escribir sobre aquello que consideraban suyo. Liga menos una mujer que escribe sobre rock and roll que una tía que escribe sobre zapatillas deportivas. Cuando trabajas de A&R para una compañía discográfica y te vienen con una maqueta, si no te gusta su contenido es que no has entendido nada por hembra, y se te gusta es que te quieres tirar al cantante. Todo así, sin pasar por el chino, con el descaro y la desfachatez de los taxistas que hacen monólogos, sintiendo la rabia que es el desprestigio humano según san zen.
Después de este grito desgarrador heavy metal atronante en el que añoro los quehaceres de Richie Blackmore en los escenarios rompiendo guitarras a ostia limpia para algarabío de sus fans, volveré mañana, más correcta, a escribir en el blog, deseando que lo que me ha ocurrido sea un caso aislado, un último conato machista y agusanado de cierta prensa musical, dirigida por hombres, acotada por machos que gozan de gran prestigio, dicen diego donde habían dicho digo, buscan acólitos con pinga y vomitan en los backstages lo que se comen en la vida diaria.
Que sí, que me van a dar matrícula de honor. 

1 comentario:

ANNA NAVAS dijo...

No cal que et digui que tens tota la raó del món! A PRENDRE PEL CUL TOTS!