El galope del cangrejo


Foto de Ricard Cambra


¿Y esta maldita sensación de déjà vu, con el estrabismo y la impunidad de los gallardones dictando como han de ser las mujeres, como hemos de vivir la vida, y con el niñato miserable de las juventudes del pepé poniendo en duda la sangre y el dolor de los demás? Siempre intentando no dar de comer a lo nocivo para salvaguardar cierta sanidad mental, mientras el cangrejo que llama a aprendiz a Atila, va corriendo hacia atrás, echando a perder los postes, el paisaje y la memoria.
Nos quieren quietos y calladitos.
A mí también me harta la queja, me tiene hasta los mismísimos ovarios, pero ni queja ni lamento ni grito de agonía, si no basta ya, iros a la mierda. El exabrupto también libera y es muy necesario.
Claro que habría que ignorarlos y saber hablar de ellos como Carson McCullers trataba lo suyo en las novelas, lo del Sur de los EEUU, como si no fuera con ella, delatándolo mientras ponía rímel a las pestañas de las letras.
Claro que sí, siempre las hay más sabias, pero basta ya, mamones, basta ya de tanta hipocresía, lerdos.
¿Quién sabrá qué de la autenticidad de las mujeres? Un hombre, no. Eso, fijo. ¿Quién sabrá nada de lo auténtico? ¿Qué sangre mancha más? ¿Cuál es la que más cuela? ¿La que sale del tajo de las palabras de la ignominia o la que se vierte, piernas abajo, por el hijo que tuvimos o no tuvimos?
Aceptar que el déjà vu no es una sensación si no una realidad es aceptar mucho, porque hay otras tantas cosas que tiran para adelante, aunque si el paisaje exterior se impone por la alta velocidad del galope del cangrejo, a nosotros nos toca avanzar con triple coraje.
La risa es opción, pero de reírlos mucho y nada más se nos llevarán por delante los bigotes de la bestia. La verdadera opción es la alegría. Saber encontrarla. Durante el combate, en todos y cada uno de los ejercicios de dolor hay alegría, del mismo modo que hay soplos de tristeza en cada carcajada.
Ayer fue el día del teatro, hace poco celebramos (santoral pagano ONU) el de la Síndrome de Down, el de la poesía, el del padre y el de la mujer. Todos estos días de corrido. Todos estos días vienen a ser todo el rato. Habría que poner un día de los hijosdelagrandidimaputa (lo pongo apretujado para que Don Blogspot no me expulse, que me viene avisando) para descerebrarlos y ponerles cara. El día de San Martín. El que parece que no acaba de llegar nunca y cada vez siento más lejos, entre esta maldita sensación de déjà vú y los trapicheos de alegría.

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