Buenismo y mala leche

Como ayer se celebró  la inaguración del bar Pintor Ocaña en la Plaça Reïal, pongo un sol suyo para animar la cosa.


Hasta las narices del término buenismo. El buenismo viene a designar la discriminación positiva hacia los más débiles que viene de la izquierda y no va a ningún lado, algo que la derecha viene haciendo desde que el mundo es mundo para convertirlo todo en un infecto malismo. El intencionalismo que lleva a utilizar el término buenismo no es sólo para subrayar el paternalismo y la sobreprotección siempre nocivas del incauto y/o ingenuo, si no para cargarse la idea misma del altruismo, que no tiene nada de nociva y pone alas hasta a los crucifijos.
El idiotismo de los que acuñan el buenismo como el peor mal de estos  tiempos, van a dar al más débil con doble vara, que es lo que quieren, mientras toman copas de orujo con las señoras de la Cruz Roja, tan buenistas ellas.
He emborronado varias libretas sobre el tema. Yendo en autobús y en metro que es en donde escribo lo del blog, y ciertamente el tema tiene tela. La utilización de lasx palabras. Dime quién te lo dice y te diré qué te quiere decir. Lacan, el beato.
Mientras decido en donde he de meter, una vez bien cosidos, los harapos, las anotaciones, me viene a la cabeza que lo del buenismo, que no es incierto en sí mismo, puesto que de happy flowers de graaaaaaannnnnnnnn corassssssón el mundo anda lleno, no deja de ser un espejo distorsionado del mal lechismo que lleva a tener que acuñar el término buenismo en lugar de poner el acento en el indignismo inmoralismo actual, que es lo acuciante.
También hay algo que percibo como generacional. A ver si me explico.
Los de mi quinta (no utilizo un plural mesiánico y que cada cual se ajuste o no a la faja) buenos, de bondad infinita, no queríamos ser. Preferíamos ser malos, inmensamente malos, jodidamente malos, los peores de la clase y del mundo mundial, lo cual no era sino una voltereta del entendimiento para lograr cierta coherencia.
Buenos querían ser los pijos, algunos progres y ciertos jipis, no los punkis.
Entre coherencia y bondad hay un trecho. Mucho qué conseguir.Tratar de ser coherente no te convierte en bueno, pero en contra de otras generaciones y otras raleas, el término bondad no nos suponía un asco de vomitar, algo que los que vivieron bajo el varapalo de la religión y el monjismo, sentían como un imposible del cual era mejor ni hablar.
Hoy, los que acuñan el buenismo son los que hacían arder antorchas bailarinas ( una cerilla no basta y quema los dedos) en los conciertos del buenismo, cuando la transición, no los que pegaban patadas a las papeleras si no pillaban entradas para su concierto de rock, pobres incívicos, malos de hartar.
Sigue siendo extrañamente asqueroso que los del mal lechismo usen, con el  término buenismo, el nombre de la bondad en vano y se olviden del buenismo todo, eje de la sociedad del capitalismo feroz, del conservadurismo y el reaccionarismo, otorgando un poder extralimitado a las “bledes rebullides” de la izquierda, como si fueran tantas y tan potentes.
Hay una pasión que no me encuentro al hablar sobre este tema. Será porque me molesta tanto y suficiente como para obligarme a contar hasta diez  hasta anotar palabra nueva en el texto.
En cualquier caso, que el término se venga acuñando justo ahora, cuando lo de menos es el buenismo y la bondad habría de ser guión y meta, da mucho asquismo. Los que nombran el buenismo son aquellos que se atreven a decirnos como hay que vivir, mostrándose implacables con juicios de bar elevados a sentencias de intervenciones políticas. Es mal lechismo que en tiempos inciertos, los jodidismos vengan a señalar aquello en lo que se han apuntalado para engatusar a la peña hasta hacerse un lugar en las tribunas de opinión, hasta que sentir madera bajo los pies, momento en el cuál les sobrevino un ataque de mosca tras la oreja que les permitía mostrarse en toda su magnitud.
Nosotros (el plural es amigable y que cada cual escoja) como siempre hemos sido malos, tremendamente jodidos, imposibles de cuadrar en los términos buenistas y malistas, nos salvamos de esta quema que a medida que pasen los años será digna de estudio para mejor conocer una naturaleza humana que usa la lengua para, de un modo u otro, machacar siempre a los mismos. Y sus retales.

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