Mareas de Madrid






Previo aviso, un colega joven que va a mil por hora de natural y tiene ojos como rayos de láser, me pregunta de qué sirvió que la cultura del rock entrara en este país durante la transición democrática. Ya te dije que te tiraría una muy gorda, subraya, y el pircing que le cuelga del labio inferior se hace columpio de enanitos de aquella ignota realidad paralela en la que soñamos. Como no se me ocurre que decirle para no decirle todo y estar setenta días dale que te pego, me aprieto el botón del impulso a ver qué dices Bonet, y me sale responder que  el rock and roll sirvió para relativizar las cosas, para democratizar la escena y ponerle sentido del humor.Me dejo mucha más poesía y prosa, pero siento que he dicho lo correcto según demanda, oído barra.
Luego me lleva por otros caminos y cambio de tercio cuando intuyo que me va a apresar. Igual es cierto que todo tiene explicación, pero hay cosas que no es necesario desmenuzar o el torbellino absorbe y te deja fuera de servicio. Parece ser que la observación no le ha servido al preguntón. Es escudriñador y veloz. Y cree tener mucho tiempo.Cuando le digo que no se si mi primer ídolo del rock fue Salvador Puig Antich, el guapo de Bonanza o Marc Bolan, me mira con ojos ateridos. Te parecerá muy superficial, pero es muy hondo lo que te digo. Dice que me entiende. El tuvo que enfrentarse a Pokémon, a Rocío Jurado, Jorge Drexler y a la frustración del 15-M. Cada uno tiene lo suyo y todo es un lego, un Mecano, un juego de construcción. No sé, tampoco, si me gustaba más hacerlos o pegarles una bofetada y ver como todo el esfuerzo se iba a hacer puñetas en un plis. Me pregunta si le hablado así, alguna vez, a mi hija, que tiene su misma edad. Le respondo que mi hija me conoce como si la hubiera parido.
De alguna manera llegamos a lo de la calle, a lo de hoy. Llegamos a lo social porque estamos en ello. Amo Madrid. ¿El Madrid de los Austrias? No, el Madrid que sale a la calle y sale a la calle y sale a la calle. la Marea blanca, la marea negra y la marea toda. ¿Qué pasa en Barcelona?, dispara él. Si, hombre yo te lo voy a decir, ya me gustaría tener la lampara de Aladino y un diván donde cupierámos todos. Se ríe, la criatura. Estoy por llamar a mi rubia. Nena, para tí o para mi, pero este amigo que me has mandado se queda en casa. Ay, mami, no puede ser que solo vivas de ilusiones. Anda que tú.
Si, si, me gustaría estar en Madrid. Vete. Búscame un curro y me largo. Para escribir, cualquier lugar es bueno. Puede parecer una claudicación lo tuyo. No, nene, no te enteras, digo que amo la gente que sale a la calle en Madrid y me agradaría sumar espacio. No pareces catalana.Estoy hasta el mismisimo botón de esta puñetera frase. Quienes no parecen catalanes son aquellos que tu crees que lo parecen. Entonces ¿Qué son? Austro húngaros. ¿Cómo los del Madrid de los Austrias? Más o menos. Todo acaba igual. Todo no, chaval. Todo ,no. .Pero todo acaba en la calle. Eso es cierto, todo lo bueno acaba y comienza en la calle. ¿Algún propósito? Si, claro que las cosas puedan acabar en las casas de las que nos van echando. El rock and roll no vino de las casas, vino del mar. Pues que acabe todo en el mar, donde tu quieras niño, pero que comience todo en la marea.¿La de Madrid? Bueno, ayer tuvimos una aquí. La humana.      




3 comentarios:

Berta Fernández-Viña Fernández dijo...

Buen post
Un saludo

Antonio dijo...

Un blog muy bueno.Felicídades.

Blanca Andreu dijo...

Mucho lo tuyo. Entre genialidades varias, me ha ganado eso de que tu hija te conoce como si la hubieras parido.
También lo de los catalanes que no parecen catalanes: ellos