Vuelta con las mías

                                  Ariel Rot, Loquillo y Leiva fotografiados por Xavier Mercadé



Vuelvo al blog porque el Butano Popular ha cerrado por vacaciones. Vocación y vacación.
Vuelvo al blog después de haber bregado con la custodia de don blogspot que no entendía como no recordaba la contraseña de acceso, ni la pregunta secreta, ni tan siquiera el año en que inicié este espacio si yo era, como le decía, yo misma. Identidad e identificación.
Quise volver al blog, me lo dije y lo anuncié en voz alta, una noche de la semana pasada viendo actuar a Loquillo en el Poble Espanyol encima de la tarima que ya había pisado Leiva y Ariel Rot, el flaco de los solos de guitarra afilados, pura púa ardiendo.
El toma y daca esencial me llevó de vuelta.
Fue en un juego de chicas. Mozalbetas maduritas, divinas y otras lindezas revoloteando entorno a una de las nuestras a la que hacía tiempo que no veíamos.
Es fresco, alentador y voraz el tintineo de pulseras. Lo que el salto de la comba no reconvierte en misoginia, es unión tira que te doy y todo siempre.
Voy a decir nombres porque se me escapan del orgullo del decir y así redondeo esta entrada con el chisme oportuno en estos tiempos sin cotilleos chicos. Susana Koska, Victoria Bermejo, Mariona, Cristina Fallarás y servidora.
Si no sabes de quién estoy hablando eres un japonés que ha entrado a pasar un rato aquí para dejarme un spam anuncio de Viagra, aunque tampoco hay que saber para sentir. Intuir o conocer.
Luego, el Loco, que está en mi biografía desde que la transición nos puso calle libre bajo los pies, le dio al rock and roll con actitud, ganas  y una banda que para qué. El tío no sólo no decae si no que se crece, lo cual no es una redundancia o no solo eso. Altura y hondura.
Todos sabemos, incluso los que no tenéis porque conocer ni usar Viagra, que por vivir momentos como los que relato vale la pena seguir dando caña, llenando el silencio de Rajoy, el silencio de los cobardes. Esta necedad que se está apoderando de todo, una medianía que trata de ganarnos porque de ellos fue el momento de la oportunidad crematística y el alma mojama. El instante donde empezó la pandemia.
Y me preguntas qué dónde andábamos nosotros cuando los depredadores. No hay que usar tanto el plural, niño, pero estábamos  en el mismo lugar, chaval entrometido.
 En el mismo sitio de ahora, llenando el silencio de amores perdidos, gritándoles que ya no eran nada, que ya eran “formales” (peor insulto no hay)  desde la ladera del Tibidabo. A los pies, la ciudad.
Una Barcelona que no llena el silencio de CDC, una ciudad que se desvanece y no reconozco. Pajarerías en Las Ramblas y pájaros de salón.
Vuelvo al blog para dar la vara sin desearlo (de hacerlo, quemaría mi deseo) a estos aires inquietos que vienen de afuera con el escribir para creer.
Creo que fue antes del clímax musical, con el tema La Mataré y el roneo del tejano negro del guitarrista Igor Pascual de dale alegría al cuerpo macorino, que la Fallarás se esfumó. ¿La has visto? Hace un momento estaba aquí. Y las chicas mirábamos un lugar preciso del empedrado del Poble Espanyol como si la moza pudiera hacerse de nuevo, resurgir. Lo suyo.

Mucho antes de que me sobrevinieran las agujetas consecuencia del trote ya había escrito esta entrada que es la primera de mi nueva etapa en el blog, solo que entonces no recordé la contraseña y todo lo que he contado al principio, y he tenido que reescribirlo.  Lo igual no es lo idéntico, pero las cabras repetidas ya las hacen bajo pedido. Prefiero las mías, los míos. Gritar.

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