
Los hechos ocurrieron hace unos cuatro o cinco años, no
recuerdo bien cuando, pero sí recuerdo que los días eran gratos y un amigo me
aconsejó la primera novela de Encarna Castillo, que era una mujer que conocía y
trabajaba en la edición de libros. Sé que lo compré en la Central porque el
libro no estaba distribuido a lo grande y por que al hacerlo venía de casa de otro amigo que vive
cerca de la librería y se echó sobre los estantes como animal hambriento. Por
la noche empecé a leer la novela. Se titulaba Cold Turkey y hablaba de los
clubs nocturnos de jazz del Greenwich Village o el Bonery y de la rumba
catalana de las tabernas portuarias de Barcelona, lo cual representaba un gratísimo
comienzo. Al rato ya estaba metida de
lleno en una historia confusa y agobiante entre la protagonista, una escritora
de pulp lésbico y su amigo, un músico de jazz muy demandante. Me venció el
sueño y al día siguiente salí con ella a la calle. Era verano y no llevaba
bolso, así que en el interior del vagón de metro me la calcé en el sobaco haciendo pinza con
el brazo derecho bien tieso, mientras
que con el izquierdo me agarraba a la barra de sujeción. Estaba situada en la
misma puerta de entrada y salida de gente porque era hora punta y el metro
estaba abarrotado, de modo que en las estaciones, me hacía a un lado para dejar
entrar y salir a la peña, que es lo que advierten que hay que hacer los
adhesivos en los cristales de los vagones. Al llegar a la estación del Paseo de
Gracia, alguien me birló el libro. No vi quien era, pero si pude sentir los
pasos de un ser corriendo en dirección contraria al mogollón de gente dispuesta
a entrar en el vagón, con el aleteo de movimientos y todas estas cosas. El hecho hizo que las personas que estaban a mí
alrededor preguntaran que es lo que había ocurrido, mucho más porque yo grité
una palabra soez dirigida al ladrón. Me han robado un libro. Me pareció oír un
suspiro de alivio entre las personas que se habían preocupado por la cosa. Nunca antes me habían robado en el metro y
nunca jamás me habían robado un libro, salvo los colegas impresentables. La pregunta era adonde iremos a parar que es
la que se hace todo el mundo cuando le sustraen algo. Luego he ido explicándolo
porque el hecho es extraño. La novela de Encarna Catillo sobresalía de mi
sobaco y no llamaba a engaño. Lo más bonito que me dijeron al respecto es que
cada ser robado tiene el ladrón que se merece, pero esto me dio un subidón porque me lo dijo alguien que
siempre dice cosas bonitas, que si te fijas bien, no lo son tanto.
He venido a contar esto porque ahora, Encarna Castillo saca
segunda novela. Se llama la Venta del Rayo y ya se puede adquirir online y
cuenta con un prólogo de Baltasar Garzón. Esta vez viene a hablar de los primeros meses
del inicio de la Guerra Civil española y dice que lo suyo es también una
invitación a la desobediencia, al guión que la historia oficial de este país ha
construido para que podamos conocer nuestros hechos recientes.
Encima, la chica, ha montado con unos amigos Trampoline
Ediciones, un lugar donde generar cultura, dicen.
Lo robado ha aumentado. Pueden volver a robarme una novela
de Encarna Castillo pero no su editorial.
He escrito sobre esto porque creo que es justo hacer de este
lugar un sitio para dar a conocer cosas que me gustan. Y eso que ya tenía medio
post a punto sobre otra cosa, escrito en catalán, porque eso me va como me va, y ha venido un gato loco, se ha
sentado sobre el teclado, me ha desconfigurado el texto y ha vuelto a salir
pitando porque mi perra lo aguanta de huésped pero hasta cierto punto. Mi perra no soporta oírme gritar,
como me oyó el día que llegué, desazonada a casa y le dije, Ruma, m e han
robado un libro. Es algo inaudito. Y me miró como diciendo, lo inaudito está
siempre ahí. Mira por la ventana y verás que lista es y cuánto acierta mi amiga
canina. Lo inaudito es que no podamos votar, en Cataluña, desobedecer, y que
tengamos que soportar la mirada en lontananza del falso mesías Mas al que sigue
toda aquella gente que cuando ibas a una manifestación por el Estatut en el 77
te decían qué en qué líos te metías y ellos vivían la mar de bien en el
franquismo, en la transición y en el oscurantismo de la familia nuclear. Y al que también siguen almas sensibles y
consecuentes. Por ellas y por nosotros, desobediencia, libros
para no robar, espacios generadores de cultura, desdén hacia la historia
oficial de todas las cosas y Venta del Rayo online.
No hay comentarios:
Publicar un comentario