Estos frescos, -de gran calidad según los expertos-, son de la Casa de Augustus. Pintura romana del siglo I.

Siempre comienzo así, busco una imagen en Google despúes de escribir cualquier cosa en el buscador y las imágenes me llevan al texto. Pocas veces QUIERO escribir sobre una cosa en concreto. Bueno, esto no importa a nadie.

Lo que importa es que si yo, en lugar de escribir al final de la jornada, a punto de caer en los brazos de Morfeo, lo hiciera de buena mañana, la redacción ganaría porqué estaría más fresca.

La frescura es ideal para todas las cosas, menos para aquella, en que tan grata palabra y acción, se convierte en sinónimo de morro, de traspasar límites. Para mí, al escribir y al vivir, la frescura es un estímulo, un acicate. Ya sea para lo de reir cómo para lo de llorar. Fresca como una rosa, fresca como un tomate, color rojo en los pómulos, signo de salud. Fresca como una pasión recién empezada o una pasión eterna. Fresca como la cartera de un niño cuando va a la escuela.

Frescura en la actitud que es incompatible con tratar de esconder quién eres. Fresco y profundo como Terenci Moix o Pedro Almódovar. Frescura que cuesta mantener, de mañana y de noche. Frescura tantas veces confundida o envidiada.

Frescor que ahora envidio, aunque me iré a dormir como una fresca sin haber escrito nada fresco (que también es hermano de original, según lo entiendo) pero habiéndo dejado la imagen de unos frescos desconchados que no dejan de serlo al paso de los años.

1 comentario:

Anónimo dijo...

com més et llegeixo, més em refresques el pensament...
bona nit bonet!
ninu