Mariconadas, las justas...

Apúntate al grupo "Yo follé con el guapo de BUP". Apúntate a. Y
me ha llegado un reclamo que decía: Apuntáte a: "Basta de matanzas de cerdos en las vías públicas de los pueblos." Eso sí que no.
Es tiempo de matanza en Catalunya, al menos en la Conca de Barberà, de Enero a Marzo, que luego la carne no madura como debiera.
Hasta la muerte de mi padre, hace ya once años, y desde que él y ella, mi madre, habían vuelto a vivir al pueblo de sus primeros besos, cada año había matanza en la família. Y meses después, recolecta. Siembra y recoje. El vall de la civada. Mata y come. Así es y así será, a menos que algún virus u otra información extraña, nos deje a todos sin paladar.
De aquellas matanzas, en las que niños y mayores nos lo pasábamos en grande, siempre había invitados salidos directamente del asfalto de la gran ciudad, o eso querían dar a entender en todo momento los invitados ( no todos) que venían de Barcelona a pasar un día agradable y a comer como cerdos sin San Martín.
Hay mucha gente que cuando abandona la ciudad y pisa pueblo, admira la joya románica y se ensimisma en buscar las huellas de los cátaros (que siempre encuentran y siempre fotografían ¿Cómo lo harán?) pero se hacen los tontos sobre muchas labores, que de buen seguro, conocen.
Es una forma de darse interés y marcar distancias, algunas veces caudal de risas, menos cuando lo protagoniza alguien que "sí" necesita reafirmarse a cada momento. Menos cuando las protagoniza un memo que saca pecho.
Recuerdo a un tipo, invitado por mi padre, del grupo de cazadores, un pijo de la Bonanova, un imbécil rematado, en una de estas matanzas en las que todo el mundo le daba a lo que había de darle, al beber, al charlar y al comer.
El memo no paraba de decir imbecilidades que lo llevaban a indicar en todo momento su origen bobonovés, y mi padre, que tenía el rabo de paja ante la estupidez humana, -algo que ha heredado mi hija-, solo se calmaba cuando su esposa y madre, alegría de la huerta, le decía: "Ni caso, Joan, ni caso."
En aquella matanza, a la hora del café de después del almuerzo, cuando apetecía una siesta de tres días y aún había que ponerse a casar el cólon con el lomo y el lomo con el costillar (lo de la matanza del cerdo es una recreación de la creación misma) mi padre, respondiendo a la pregunta de uno de sus colegas, dijo "Sí, antes, en cada casa se mataba." La frase tenía jugo para un ágil mental divertido, pero no para el imbécil que nos tenía, a estas alturas del día, cansados, muy cansados. Al oír la supuesta sentencia de mi padre, el tonto, comenzó a parodiar el efecto del miedo y se hizo un ovillo sobre la silla, con las dos piernas subidas a ella, tratando de imitar un temblor de miedo de esos que producen sudor frío, algo que encontró un segundo después, visto y no visto, cuando se cayó de la silla, tan grande era (no he avisado sobre el gran tamaño del tipo) y en un si es no es, patas arriba, el memo se llevó por delante la mesa, con los cafés y los ceniceros sucios ( y no es poesía) hasta quedar tirado encima de un gran lío de tablas y patas de madera, porcelanas rotas, líquidos fríos y calientes y un mantel para el deshaucio, a lo cual, mi padre, ahogado como todos por la risa, sentenció ( ésta vez sí) "Mariconadas, las justas" . Lo que hoy repito a los del grupo contra matanzas de cerdos en las vías públicas. Amén

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