Para lo bueno y para lo malo, para la muerte y para la vida

Esta mañana leía un diario por Internet y se me ha colgado la pantalla en la noticia que narraba las pesquisas policiales que se llevan a cabo para hallar al asesino del joven Manuel Treviño. (¿Se llama así? La edad no perdona. Le llamaré MMM.)

Café, baño, teléfono. Cada una de las acciones matinales, ha ido acompañada de una vuelta a la pantalla para reconocer su estado. Fija.

La última vez que le dí una patada a un trasto en estado de cuelgue ( un ordenador, cuando no obedece, es un trasto.) me cargué el disco duro, su memoria y parte de la mía, así que he decidido no hacer nada antes de llamar a Jose Luís Mateo, que es quién me guía en asuntos de cuelgue y desobediencia de tornillos.

El caso es que el cursor sí que funcionaba y dándole arriba y abajo, en mi afán por marearlo, he acabado mareada yo.

La noticia ponía enfásis en que un hombre acosaba desde hacía meses al joven asesinado y "seguramente" por un tema de dinero. Nada más. Los lectores del diario por red ya habían dejado comentarios sobre la noticia. A las ocho de la mañana, una hora muy tierna todavía, dos tipos hablaban de "proxenetismo", otro daba una lección moral al fallecido extrapolándola a todos "estos jóvenes que corren demasiado, ganan mucho dinero, yuppies, bla blabla..." y otro, con todo el santo morro, láconico y ofensivo, escribía: "Un corrupto más."

¿Nos hemos vuelto locos? La respuesta es sí. Nos hemos vuelto locos y algunos, además son hijos de puta.

Desde que la civilización actual (sic) comenzó a dar tanta importancia al hombre, al individuo ( pasando por alto a las beatas, las porteras de vocación y demás malidicentes) el hombre (digo hombre y digo ser humano sin género) todo lo sabe.

Los juicios son gratis y sirven para canalizar la mala leche o la presunción de grandes conocimientos.

Los seres humanos, tan geniales somos, creemos saberlo todo y mucho más todo lo que concierne a la muerte.

Si alguien padece un cáncer, por ejemplo, los naturistas, los posibilistas y los imprudentes, saben cuando, como, y porqué lo padece la persona que lo sufre, aunque nunca nadie ( que yo sepa) ha sido tan amable de ir al otro y decirle: "En este mismo momento has pasado a contraer un cáncer, háztelo mirar."

No, siempre juzgan sobre lo inexorable, por no hablar de los que "no se han curado porqué no les ha dado la gana seguir viviendo y lo ví en sus ojos"... AY!

Igual para los asesinados. Un asesinado es susceptible de ser una mala persona. Por algo le habrán asesinado, dicen entre dientes, pero si les señalas a los vivos con miles de muertos en el armario te responden que la paranoíca eres tú o que no se van a pronunciar sobre ello hasta que la ley lo haga. Esta ley siempre tan justa en la que han de reer, no sea que les ridiculizara sus argumentos a posteriori.

Un conocido muy cercano ha vuelto a incorporarse al trabajo después de sufrir una crisis maniáco depresiva, y puedo asegurar que le está siendo casi más duro "estar bien" y escuchar los comentarios de sus colegas de trabajo (comentarios "simpáticos") sobre su estrafalario comportamiento del pasado, que la crisis en sí.

Por eso, ahora que el ordenador se ha desbloqueado, he entrado rauda a escribir esta entrada, a subrayar la mala leche y la ignorancia de algunos seres humanos prestos a hablar sobre cosas que no conocen ni conocerán. Que no saben ni sabrán nunca.

Los mismos seres (humanos, sí) que me tacharían de desquiciada si les contara ( que no lo hago. Ni les conozco, gracias) que la hija albina de mi amiga Marta, lo es también del fallecido Copito de Nieve. La pregunta es que si tanto saben sobre la muerte y sobre los muertos, sobre las agonías y las causas ¿cómo no distinguen los frutos de la vida ni que la tengan delante?

P.D. La niña de Marta y Copito cumplió ayer trece años. Los psicólogos de su colegio le han detectado una gran capacidad para la química, el rockanroll y la danza clásica.

1 comentario:

kissu dijo...

tienes mucha razón, a la mínima tendemos a enjuiciar sin tener ni puta idea de la realidad del otro...
petó