Cuando me hablas de amor

Cada vez que hablas de amor me hablas de horror y aún recuerdo el día,- hace un año tal vez,- que viniste a la cita echa un pincel, gritando: "Ha nacido mujer para mí. Desde que la conocí, me siento mejor y es tan dulce el sonido del despertador."
Pero de un tiempo a esta parte, en París o en Madrid, Montpellier o Normandía, te vas unos días y a la vuelta : "No sé, no sé que me pasa, que cuando la tengo me bebo las nubes y cuando estoy sola es la pesadumbre".
Y yo que estoy de escolta,  -de tanto escuchar y vuelvo al brindis fecundo de nuestra amistad- , te digo, querida ( y usando este blog) que el amor que tu buscas lo has de encontrar en el bolsillo de un anorak.
El que llevabas a escuela, el que no te zurcía  mamá, el que tiró la criada, cuando siendo muy niña, pedías  de más, siempre más ( de qué ni se sabe, o era el amor lo que demandabas, al norte de Gracia, desde muy chiquita a la pubertad ) porqué te sonaba que había un rincón con caricias grandes, pasen por favor.
Al paso del tiempo, has ido tirando del bolero al blues, cerca de un piano, charol que reluce en tu gran salón. Agujero negro de una burguesía que criaba hijas cultas puestas, contenidas, capullitos de la flor.
De los años del rigor; una imagen muy cercana, misteriosa y muy humana con puntitas de iceberg, para lo que convenga y  lo que pueda ser.
Y desde hace unos días me hablas de amor y me hablas de horror. Y tú, que eres muy ágil (mucho más que yo) y muy peripuesta en la gran garlandia de la emoción, me abates los argumentos como si temieras que de una charla de dos, haga un referendum para la nación.
No, mi amiga, no. Deseo tu felicidad, con la mona Chita, la jurista francesa o el mismo Tarzán, pero me duele que me hables de horror al hablar de amor, sin meter la mano en el bolsillo viejo de aquél anorak, donde encontrarás migajas de dulces bien esparramás.
La magdalena de Proust, cuando está deshecha, es identidad; pasado pertrecho que  pones al fresco y al día siguiente, después de llorar y poner palabras a tu pesadumbre, -con toda la suerte y toda la gracia de que eres capaz-, ya podrás sentarte al fresco y repartir prevendas sin este agobio indecente, que te hace hablar de horror cuando mentas el amor. El que sientes, el que te dan y todo el que has a alcanzar.



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