Historias de la fé


Foto de Karim Aducchi.



Si la infancia es la patria; en mi infancia, el día de la patria era el día de Reyes. Y así siguió siendo una vez que fuí madre, donde pasé a ser reina, camello y acción pre cagada de tió.
Ahora los Reyes los vivo a través de una  dulce Teresita ahijada y siempre me inunda la misma emoción absurda de un mundo mágico porque no.
Por afirmar tales cosas, los hay que están dentro y los de fuera, a veces, no lo entienden o lo entienden a su manera.
Fue hace muchos años y no ofendo a nadie si lo cuento porque es imposible que visiten este blog (color verde moco  que ya me está cansando: a ver si me pongo a buscar otro)
Fue hace muchos años, con la niña, niña, en una reunión con padres y críos en una casa grande. Yo dije lo que sería capaz de hacer por Gaspar, Melchor y Baltasar y al rato, una madre me presentó a su hijo mayor: "Mira, Bonet, este es mi hijo. Te entenderás muy bien con él. Fíjate cómo es que regala sus posesiones cuando juega al Monopoly."
Yo entendí que la madre, mujer muy poco afín a mí., me había llamado cretina o había llamado cretino a a su hijo. Y salté; en defensa mía, no en la de su hijo: "Ah, no, a mi me gusta jugar, jugar y de pequeña siempre fuí de muy mal perder. Después de cada juego mi hermano me cacheaba cómo ahora harán en los aeropuertos. Era un acuerdo tácito entre los dos: "Si ganas antes de cinco minutos te tendré que cachear". Y yo: "Pues vale."
No sé porque me sentó tan mal la ofensa de aquella pobre mujer diletante y boba que confundía desidia con altruismo, pero el caso es que me entró la logolalia y le advertí que yo, al jugar al  Monopoly, me cargaba de razones para poder construir a mi paso; en la cárcel, encima de los dados o de la Oca, como un depredador chiquito en la vida, vida, jugando a tope.
Supe callarme cuando por fín me fuí sintiendo ridícula intentado poner distancia entre un cretino ( remimadísimo) de seis años y yo misma, ya muy mayor.
Y entonces ocurrió lo peor. La madre, bien liada en sus percepciones pero mala malísima, me disparó al decir: "Pues si eres así, como te cuentas, no entiendo como te ha ído tan mal en la vida." Me eché a reir. Me salió una carcajada fluida como una carcajada de aquellas que te meas y no sabes porqué. Creo que es una de las pocas veces en mi vida en que el resorte inteligencia emocional se disparó por si solo (como si existiera) sin pasar yo por mí, detenida...
Y cuando me estaba desgañitando, a punto para pegarle un copón a la tonta del bote; advertí que a pocos metros de donde me encontraba, el hijo menor de la presunta víctmia, -el pequeño cretino-, le estaba diciendo a mi hija, .que entonces tendría unos cuatro años-, que los Reyes no existían. Le hubiera abofeteado, de no ser porqué a mi hija, si una cosa no le interesa creérsela no se la cree y punto. Desde siempre y hasta hoy mismo.
La tomé de la mano y nunca más volví a aquella casa, pero cada vez que voy a decir que me gustan los Reyes Magos, me acuerdo de aquél episodio, miro enrededor, y si no veo un peligro cercano, lo vuelvo a decir; me afirmo, me confirmo y hasta se me pone cara de buena gente...