LLaves...y días peores

La calle Pelayo de Barcelona, de El Rincón de Rolan

El sábado pasado, mi amigo aparcó la moto delante de su casa, en plena calle Pelai de Barcelona. Al día siguiente se dio cuenta que no podía cogerla porque había perdido las llaves. Dijo mecahis y dijo otras cosas.
Si durante esta semana has paseado por el meollo de la ciudad y has tenido que cruzar la calle Pelai, por el lado izquierdo de uno de sus pasos de peatones; habrás visto la moto de mi amigo. Incluso es posible que te hayas apoyado en ella, porque era la primera de una larga batería. La moto, de gran cilindrada, se ha ido cubriendo de polvo y de historias durante la semana.
Ignoramos cuantos transeúntes se habrán dado un golpe contra ella, o si alguna noche de estas ultimas noches calurosas, -como de vigilia de fiesta-; algunos jóvenes contentos, se habrán subido al sillín: "Brum, brum"; ensayando el sonido de la velocidad.
No sabremos nunca cuántas muchachas o muchachos, señoras o señores, al salir y entrar de las tiendas que acaparan la calle, se habrán apoyado en ella para poder contemplar, a la luz del día, los zapatos comprados o el botín afanado.
El caso es que la moto, esta semana, habrá tenido una vida visitada. Nosotros sólo podemos fabularla. Mi amigo y yo.
Mi amigo, es el "chico inteligente y sensible de menos de treinta", del que tanto aspavientos hago en la vida y en el blog
El mismo que ayer, sábado por la noche, volvió al aparcamiento de la moto con una copia de las llaves perdidas: "A ver si no abrirán, con lo nuevas que parecen..." El que al bajar levemente la cabeza para darle al cerrojo, vio las llaves originales, espatarradas, tiradas, voluptuosas y muy cerdas, dispuestas de cualquier modo, entre el carenado y el manillar.
Dice que se quedó estupefacto y asombrado. La moto se había tratado de vender a si misma: "Va, pillarme, llevarme a pasear" y nadie le había hecho caso.
Se había exhibido en el centro del mogollón, en silencio, con todos sus secretos al aire.
Los de la física cuántica y el matemático que me auguró idénticas probabilidades a que me toque la lotería ( y a ti también; en referencia al premio "Gordo" de Navidad ) a las que tiene la tierra de chocar contra un meteorito, harían sus cálculos con precisión.
Cuando mi amigo me contó lo sucedido me puse en el lugar de la moto: "Si las motos tuvieran auto estima, la de la tuya estaría hecha mierda."
A los moteros no les gusta que les menten las suyas, de modo que mi amigo siguió otro camino y habló de aquella enseñanza que nos recuerda la de veces que tenemos la "ocasión" ante las narices y de que modo se esfuma, burlándose de nosotros, por no apreciarle.
Y mencionó otra que dice lo chungo que es ir por ahí con los prejuicios a cuestas (¿qué caco de motos no da, de antemano, por perdida, la moto del centro de Barcelona que duerme bajo la luz de una farola?) desperdiciando momentos para la velocidad y el riesgo.
Hablamos de lo bueno, lo malo y lo mejor que puede ser librarse al azar; de las veces en las que uno se libra a él por librarse de si mismo, de las otras en las que el azar te libera del compromiso.Y así, hasta casi no parar, fuimos escribiendo en el aire, frasecitas y moralejas, de aquellas que los chinos pillan a través de grandes bandas magnéticas y luego escriben y envuelven en papelitos que darán a sus clientes, con la nota, el te y el lichi.
Para asegurar su preciada motocicleta, mi amigo la llevó al parking. El hecho en si tiene delito y pasa mucho. Te dejan tirada en la calle con todos tus tesoros y si te has sabido librar del escarnio, de la muerte y de la soledad de las noches frías, encima te castigan: "Yo te protegeré. No volverás a pasar por este trago."
Por no admitir su debilidad, su traición o su descuido, la cargan contra nuestra fuerza.
El caso es que el tema de la moto dio para mucho y mientras yo intentaba empatizar con el hierro al sol, él lo hacía con la idea del azar, al que todos estamos sujetos, cuando a alguien vino con la noticia del accidente del Tibidibo y habló de "todo bien y cosas que pasan".
La palabrería blablabla en la que estábamos inmersos, se volvió nube pesada sobre nuestras cabezas. Ante la tragedia, se impone el silencio. No basta que la concejala de Sarrià diga que la máquina de divertirse que se partió matando a una niña y dejando en muy mal estado a otras dos mas; había pasado una revisión hace dos meses. La máquina "debía" de estar impoluta. Los "de qué no me mato, de que no me roban, de qué me hago papilla, y apunto estuve de..." son frases privilegio que sólo se pueden tomar los que suben a la atracción, librándose a ella, que no los que son librados al descuido o al abandono. Estos últimos, como unas simples llaves de una simple moto, sólo pueden dar gracias de que no se los lleve el viento. Luchar para anclarse. Pero a la diversión uno va como pedro por su casa, no para morir. Y no puede salir luego una señora tomando el nombre del azar en vano. Ni la física cuántica, ni la ley de las probabilidades. Ayer noche todo se puso denso y acabó en punta. Ni yo, que me libró siempre al azar de mi misma, para cerrar un círculo de todo cuanto escribo, he podido retomar lo contado al principio. Post para papelitos de restaurantes chinos, con la cuenta, el té y el lichi.

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