Una sensación de estar por la calle


Tiene un balcón tan estrecho que tiene que tender la ropa en vertical, cada prenda en una percha, de modo que parece un armario al aire libre. Llevo una semana pasando por su calle; una de esas calles húmedas de Barcelona; haga o no haga sol. La ropa que tiende es casi siempre de niños. Ropa remendada para muda diaria. 
El primer día que levanté la vista al aire y vi tanto orden en tan pequeño espacio, hubo algo que me sobrecogió y hasta me puso contenta. Las gotas de la ropa mojada iban a parar a un cartel donde lucía la palabra Locutorio, escrito de cualquier manera y en muchas lenguas.
No me gusta la miseria, así que no atendí ni entendí que era lo que fue que me alegró un ratito. Tenía prisa. Desde entonces la he visto dos veces. Es una mujer entrada en carnes que va acompañada de tres pequeños. El primer día la supuse. El segundo la vi tender. Ignoro si es india o si es pakistaní, lo que no puedo ignorar es su alegría. Habla con los niños y está contenta. Lo esté o no lo esté, lo parece y eso es lo que vale y cuesta. Los pequeños saltan y hablan a la vez. Los he visto esta tarde, no creo que tenga la ocasión de verles mas. Han sido unos días de pasar por su calle y detenerme con la mirada en el balcón; en aquél pequeño orden de un balcón estrechísimo en una calle húmeda.
Les vea o no les vea, sabré que si me pongo enferma, que si me da un calambre en la pierna o un constipado, me gustaría estar ahí, entre unas sábanas limpias con concha remendada. No sabría como traduciros el goce que transmiten. Un goce de ven y mimame y cuidame como a tus niños. Una vuelta a la infancia. Vahos de eucaliptos, sopa caliente y jamón york. 
Mas tarde, en el hospital, se lo he contado a mi madre. Estaba espesa, como ahora mismo. De redaccción sin chispa. De brasa apacible. Mi madre me ha dicho: "Te estás haciendo mayor, de pequeña imaginabas cosas que no eran de este mundo". Y ha sonreído.
Me estoy haciendo mayor figurándome niña. Nunca se si voy o si vengo.

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