De Esteban Villalta. Colección Epresionismo Feroz (no falta la x)
He vuelto al redil. Es decir, a escribir las entradas directamente en el blog, no en un archivo aparte, para luego pasar a tender los folios en la madrugada de la ciudad, ni otros bla bla blas del lirismo y la intención.
Vuelvo a escribir tal y como concebí el blog.
O sea, escribo cuando me apetece y sobre cualquier cosa que me venga en gana.
Llevo unos días intentando contaros algo que aconteció en una cena a la que acudí hace unos días, en la parte alta de Barcelona, en una casaza con jardín, con otras tres mujeres (¡y vaya mujeres!!!) además de servidora; donde aconteció aquello tan poco común (o sí, desconozco este tipo de estadísticas) en que tres de las damas descubrieron que en su juventud se habían acostado con el mismo tipo, mientras que la cuarta no lo recordaba, porque la noche es la noche es. Y, sobretodo, porque la noche era.
Resulta que lo quiero contar bien y no me sale, de modo que escribo y borro, borro y escribo o, en el peor de los casos, para justificarme (malos tiempos para la lírica) sólo me sale aquello de “la vida es así, no la he inventado yo”, que cantaba el Sandro Giacobbe y es una frase de una megalomanía o una humildad descomunal. Sea lo que fuera lo que quería subrayar el tipo, lo suyo era descomunal, inabastable.
Y cuando ya me meto a pensar en el Jardín Prohibido del mantecas Giacobbe, en mi mente se suceden otros párrafos de canciones del bochorno ajeno sin desperdicio ninguno.
Está el clásico: “Pasé de la niñez a los asuntos” de Raphael (a este tipo no lo voy a etiquetar a pesar de que ahora los modernos lo hayan puesto de moda) que es de una gran exasperación. ¿Hay alguien que le haya preguntado alguna vez a este hombre a que asuntos pasó después de su niñez, si es que hay más gran asunto que la primera patria?
En mi ranking particular de las obscenidades en las canciones, guardo el recuerdo de una, cuyo nombre se perdió gratamente en el olvido, que cantaba un cantante de fans de los ochenta, de nombre Iván. Siempre he creído que el texto se lo debió de escribir algún Rouco Varela de la vida en un momento de desinhibición hacia el mundo de afuera.
Iván empezaba contando sus cuitas amorosas, decía echar de menos a su chica y de pronto afirmaba y afinaba: “...Y el blanco de mi almohada profané pensando sólo en ti.”. Brutal.
¡Profanar una almohada y encima ligar tan pegajoso momento a la fidelidad!: “Pensando sólo en ti.”
Cuando comienzo no paro. Si tuviera el placer de compartir este tipo de bobadas con amigos, estoy segura que se crearían momentos de gran hilaridad. Recuerdo (de la cena ya hablaré otro día) lo que cuenta uno de los músicos que grabó el disco de Perales en que incluyó el temazo mega clásico: “¿Y quién es él?”.
El músico narra el episodio con una gracia de hombre bregado en mil aventuras y encima tiene el don de saber transmitir (se tiene o no se tiene)
Cuenta que mientras Perales ponía la voz de referencia al tema, los músicos se fumaban un pitillo en la sala de sonido (entonces se fumaba mucho en los estudios de grabación) y como, a medida que el cantante iba avanzando en el texto, al técnico y a los músicos les iba pillando lo que contaba, les entraba, les mantenía en vilo; algo que no acostumbra a pasar muy pocas veces en este tipo de casos.
Cuando Perales llegó a cantar la frase de relumbrón del tema: “¿A qué dedica el tiempo libre?”, el músico de sesión, bregado en el rock and rollo, tan pasional cómo realista, esperó nerviosamente a que el cantante saliera de la pecera para comentarle que él creía y no dudaba, que el tiempo libre, aquél tipo, lo dedicaba a follarse a su mujer. Que quitara la pregunta de la letra porque la respuesta era más que obvia.
Y cuenta cómo Perales se enfadó porque habían fumado y no le dio ni las gracias por su consejo.
He vuelto al redil. Lo noto. De otro modo no habría deslizado aquí esta batallita del amigo músico, que hace poco se me quejaba de que ya no hay grabaciones en las que trabajar como músico de sesión, y de que si las hay le pagan doscientos euros, cuando unos años antes, las pesetas se cuadriplicaban por millares: “A mí, -me dijo-, no me importa. Tengo cierto nombre porque he trabajado mucho y me podré jubilar tocando aquí y allá, pero,-añadió- ¿Te puedes creer que dos de mis tres hijos son músicos?
A medida que hablaba se iba quedando absorto, como quién habla consigo mismo.
Para contemporizar le pregunté a que se dedicaba el tercero. Y entonces, el músico, el pasional, alzó la vista, se le encendió la mirada y dijo: “La chica pinta. Ven, que te enseño obra suya. Ahora está en Berlín. Es una caña.”
En el redil estamos.
1 comentario:
Tenía otra con mas marchilla (fotonovela) que llegó a sonar en el Ambigú, no sé si por boutade o por devoción del gran Manrique.
Ahora a ver si eres capaz de ver todo el video entero, por hablar:
http://www.youtube.com/watch?v=FwRzyvvMtNw
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