Barcelona solidaria (Crónica social)



Va por Mauri Palau


Ayer, al salir a sacar a la perra, bien entrada la tarde, hice pum y la puerta se cerró detrás de mí. No había cogido las llaves. Llamé a mi hija, que cómo vive en concubinato, para poco por casa y encima ha heredado el despiste, tampoco las tenía. Cabía la posibilidad de saltar por el balcón, algo que ya hice hace unos meses, pero la vecina no estaba y mi hija, encima, me lo prohibió, muy vehemente, desde el otro lado del teléfono; cosa que yo hubiera desobedecido en un chin pin de estar la dichosa vecina que no para nunca por casa y hay que ver y habría que saber que hace a su edad por estos mundos de dios, porque la mujer es mayor que yo, no te digo.
La cuestión es que pedí una radiografía a otra vecina y traté de sacar la quinqui que llevo dentro. El bricolaje me ha dado una oportunidad para entrar en su club, pero con las radiografías y el nervio no conseguí nada. Bajé a la calle y en la terraza del bar de abajo divisé una mesa con dos hombretones de unos treinta años. Uno llevaba una camiseta muy explícita: “Si quieres sexo, sonríe.”. No quería sexo, pero algo me impulsó hacia él. Hay quién dice que es la intuición. Yo creo que opté por la desesperación intuitiva casual, que es otro estado más cercano al nirvana pre ataque de nervios.
El chaval, que resultó llamarse David, abrió la puerta. Su padre es cerrajero y él, a pesar de estar sentado en otro barrio, del Raval de toda la vida.
Luego me senté con mi ángel moreno y su colega y pagué muy gustosamente las rondas de cerveza en las que yo me tiré de cabeza al agua y a la calma tras el susto. Entre birra, chorro de Viladrau y birra, hablé con ellos de la mani de hoy y les insté a ir. Uno de ellos estaba en el paro. Mi ángel dijo no estar en el paro pero anda muy canino. Insistí, hablé, razoné. No. Las manifestaciones se las traían al pairo. Mira que los dos eran tipos solidarios (para muestra una radiografía) currantes, treintañeros. No. Que no. En un momento, el amigo de mi ángel dijo: “Yo no quiero una ayuda, quiero un trabajo”. Es fontanero, electricista y pintor, está casado tiene dos hijas y se recordaba trabajando desde que era niño, vendiendo libros con su abuelo en el Mercat de San Antoni y acompañando a su padre a cargar fruta a la Zona Franca.
¿Qué es lo que lleva que a este tipo de tíos, -buenos hasta romperse la cara por aquello que creen justo, a no querer manifestar su indignación, más que ante una cerveza en las horas de recreo? Lanzo la pregunta al aire.
No les culpo de nada, sólo faltaría. Y mucho menos a ellos, a David y a Tano, a los angelotes de ayer. A estos tíos que se hacen suya la calle porque han vivido y crecido en ella. Porque es suya por derechos adquiridos, por solidaridad más que demostrada y por sembrar de cebada los huecos del asfalto entre coche y coche.
Vuelvo a lanzar la pregunta al aire. El martes me colocarán una madera tras la puerta para que no pase una radiografía. La idea fue suya. La manifestación, no.
Si quieres solidaridad, sonríe.

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