Cuatro días


Plaça Catalunya, ayer. Fotografía de Colita.



Me da por comenzar a modo de carta que dirijo a quién tenga bien leer y más en concreto a las que nos vino la menstruación y a los que les dio un sarpullido o un calentón, viendo a Ocaña por las Ramblas desembarazándose de ropa y dijimos caray, una picha al aire no es sólo un ejercicio lúdico. Hablo a partir de mi experiencia, que cada cual se sitúe en la suya y en su sitio y todo vale.
Algunos de los de entonces (por querer, solo queríamos pertenecer a los afectos) se quedaron por el camino, iniciando aquél otro del gran interrogante. Otros, se situaron en lugares de poder y poco a poco, el partido les pidió el todo por la parte. Hablaban con evasivas, se fueron escabullendo y dejamos de invitarles a las meriendas. Los demás, los que hacía mil años que no nos veíamos y nos recordábamos bellos; la piel sujeta a la carne, la carne al hueso y el hueso al temblor del ala, nos hemos reunido de nuevo gracias al facebook.
No estamos tan guapos, pero somos la misma forma de entender las cosas. Dejadme hablar de coherencia.
A medida que vamos quedando los unos con los otros y los otros con los unos, nos vamos sabiendo nuevamente jóvenes. No porque rememoremos viejos tiempos, que estas cosas aburren si se alargan y encima no avanzan, si no porque sentimos la misma curiosidad, el mismo pálpito, semejante gratitud hacia las cosas y la gente que nos hicieron y nos hacen felices y una gran indignación que nunca ha cesado y viene de cuando nos apalancamos, sin capacidad de maniobra más que en el entorno inmediato. No sólo nos apalancamos (y ahora hablo por mí) si no que yo también padecí un subidón de mira qué mundo más sibilino e injusto dando bandazos entre dos colores totales, pero no se vive tan mal acallando la voz de la conciencia comprando ropa y lo que me venga en gana. Siempre con el runrún.
Aún así, en mi caso, nunca abandoné el sueño y a falta de otra cosa he logrado mantener, al paso de los años, casas cómo pasillos donde siempre se ha juntado la peña, por otro lado muy respetuosa con los horarios y la tan necesaria soledad.
Hay quién nos llama ingenuos. Escépticos ingenuos descreídos románticos empecinados utópicos locazos que creemos en la amistad, en rectificar, en tratar de alcanzar la felicidad buscando el cromo que nos falta y tenemos cola de paja por tanto rocanrol (no podía ser bueno) y un impulso de tu a mi no me dices eso que te voy a dar en toda la jeta con el aire que mueven mis enaguas al darme la vuelta y largarme del malrollismo que te llena el alma. Perro ladrador.
Hoy estamos indignados. Nuestros hijos también, por el mamoneo en el que han crecido (Mamá ¿Qué es esto del voto útil?) Todos estamos indignados, cabreados, nos sentimos ninguneados por la política y la dictadura del capital. Seguimos diciendo aquello que incluso decíamos cuando tuvimos despachos en la cultura del ocio, como la han dado en dominar los más absurdos, por no reconocer la cultura en un surco de vinilo, en un Cd, en una canción. Ay, las canciones.
Algunos de nosotros pasamos de lograr un confortable bienestar a darnos un mamporrazo en todo el suelo por la caída de la industria y el propio peso del cuerpo. Los que venimos de la música fuimos de los primeros, así que ya hemos ido remontando. La rabia, entonces, no viene del trastabillo (por otro lado, una rabia igual de digna) si no de volver a tomar tierra firme y ver que todo sigue peor. Ha habido tiempo para la reflexión, incluso hemos convertido la rabia en razón de solidaridad pura y dura entre nosotros, y en ganas de currar para ponerlo todos patas p´arriba, tal cual han hecho, antes los demás.
Una nueva juventud en la edad madura. No está nada mal. No lo estaría si no fuera porque ahora ves a tus hijos (yo veo a la mía) yendo de los exámenes finales a los trabajos y de los trabajos a las asambleas de la Plaça Catalunya y les oyes hablar (la oigo) y a veces me anticipo y le digo, vale, muy bien ¿Pero quién le pondrá cascabel al gato? ¿Y qué tipo de cascabel habrá que ponerle? Entonces, ella, la mía, me dice; "oye, no me ralles, que llevamos cuatro días y ya estamos estableciendo comisiones y el modo de participación está abierto y bla bla bla".
Callo y me imagino yo misma a su edad, pegando botes por esos mundos de dios y diciendo "No hay futuro". Los primeros descreídos y la repetición histérica de la que hablaba san froid.
Hoy día, los que no ven futuro, sin retórica ni estética que los ampare, son ellos. Nosotros simplemente lo negábamos y las drogas y el sida concluyeron en la literalidad del discurso.
Bregados en mil batallas, indignados, todo lo que se está gestando también nos sirve para vernos las caras, aunque tampoco era preciso pasar por este trago para leer o escuchar a fulano o a zutano y decir, vale, ya me lo temía. No sabemos en que acabará todo eso, ni si acabará bien ni si acabará en punta, ni si será el comienzo de algo positivo. A los jóvenes que están metidos en el meollo no les gusta oír hablar en estos términos: "Dadnos la confianza o callaros para siempre. Este análisis ya lo hacemos nosotros. La ingenuidad fue vuestra. Aquí no habrá repetición histérica. No tenemos tiempo para ellas."
Entre una cosa y la otra, estos últimos cuatro días ( sólo son cuatro días, como los gatos cuando son pocos) la cabeza me va a mil por hora, como las cacerolas a las diez de la noche, de modo que llega un momento en que ya no doy más de mí y pillo el libro que estoy leyendo ( un cuento tan bello como siniestro el último de Sarah Waters, "El ocupante") y me espatarro en el sofá mientras la perra juega con una pelota del Barça deshinchada. En la placidez de la noche, con los platos lavados y entre bostezos, cuando todo indica que hay que irse a la cama, oigo como se abre la puerta de casa y entra ella, "mi" Júlia, con el vendaval de sus veintiún años y me pregunta donde narices se me ocurrió guardar el saco de dormir. Cómo no lo alcanza y tenemos que improvisar un espectáculo de "castellers", me despejo y escribo esta entrada en el blog a modo de carta para no sentirme tan autorreferencial, con la excusa de que se que ahora sí, que ahora vosotros y todos los demás (tantísimos) estáis ahí. Y no sabéis que alegría que me da.


2 comentarios:

cabezapie dijo...

pues sí, y ya era hora.

Anónimo dijo...

QUE PENA