Colgar el verano




Prenderé otro verano en el colgador con forma de huevo que ideó un alumno de Philippe Starck seducido por las formas orgánicas y la vehemencia del navegante de los tres barquitos.
Colgaré el verano, cerraré la puerta, entraré en la casa.
Hay veranos a quienes las madres han cosido una tira con su nombre en el reverso de los cuellos de las chaquetas para las noches de brisa, no sea que te constipes.
Hay veranos amables cómo abrazos, rodillas sucias como niños y amistad que estalla en carcajadas por donde brincan astillas de precaución a Setiembre.
También en verano hay melancolía con musgo, canciones, autos de choque, un par de conciertos y sueños de sirenas que siguen las sendas de los marineros.
Un lápiz de color gigantesco, de punta afilada, marca el límite entre Agosto y Setiembre, entre el verano y el verano imposible de este mundo en que vivimos.
Algunos dirigentes tuvieron que dejar los gayumbos mojados en el cesto de la ropa sucia y pillaron un avión para volver al lugar de donde no deberían haberse movido nunca. El más indolente de todos, uno de mi casa, se “olvidó” de pagar a los pobres en verano: “Total ¿Para qué? Seguirán siéndolo ¿Sabíais que los hay que cobren dos Pirmis a la vez?”
Los gobernantes colgaran el veranos por los huevos y al que se le “olvidó” de pagar a los pobres previendo fraudes, no sabremos nunca si le picó una maligna medusa española, de Castilla la Mancha adentro, donde los pobres han estado a punto de quedarse sin aspirinas, porque a otros gobernantes, suspendidos en “Verano”, no les ha dado la gana de dar a los Césares lo que es suyo, aunque han vivido una gozosa lipotimia en un balcón de la Calle Alcalá ante la presencia móvil del inmaculado carenado del papa ídem.
Algunos chicos, hijos de madres que se desmayaron por su útero histérico ( santfroit dixit) ante Miguel Bosé, hoy se pintan banderas de guerra al modo sioux, al modo comanche y gritan al ver al ídolo pop más viejo del mundo. Nunca he soportado el mesianismo de las rock and roll stars. Toca, calla y no te pongas la camiseta del equipo de fútbol local. No seas verano obvio. Ni Caribe en hotel de cinco estrellas, ni incerso en Oropesa. Sé libre y sé verano. Compra dodotis en una farmacia castellana y deja cuatro de tus últimos cuarenta euros en una hucha para los niños de Somalia que una ONG ha dejado sobre el mostrador. No cambies nunca.

Un niño sigue un caminito de hormigas, les tira una galleta de su merienda para que tengan con que comer y mata a la mitad. La vida nos enseña a vivir los veranos. Los hay qué colgar con mimo, vividos junto a gente muy hermosa, perros grandes y pequeños, gatos de colores, canciones y musgo en las rodillas de una niñez que no ha de acabar nunca. O no, hasta que termine todo. Incluido el oropel, la mala idea, la purpura de las rock and roll stars, las hormigas, las canciones, la esperanza y los veranos.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uyyy si me permites añadiría la luciérnaga azul, que brilla por sí misma. Para ya. No ves que hay una luz en el fondo de mi corazón…
jaione

James Leer dijo...

Que tendrán los veranos, que inundan tanto el alma.