Dando la chapa



Supongo que estáis al tanto de la noticia que ha alentado este post. El Ayuntamiento de Barcelona ha requisado unas chapas de una sucursal que la Librería La Central tiene en el Museo de Historia de la Ciudad.


Si me quitas la chapa de la pechera el zurcido se verá en tus manos, no en mi pechera. Será que habrás querido estirar más el brazo que la manga o te habrás anudado las líneas de la mano, para impedir que una semilla de generosidad entre en ti, saciado como estás de darte tanto.
Te escribo en castellano porque sé que lo entienden todos mis amigos, pero no te confundas, yo también quiero una escuela en catalán. Mi normalidad es tu contradicción. Tu acción, -con los acuerdos con el PP y el Barça Qatar-, es mi vómito. Entiende que entienda demasiado tu idea de país. Ahora me dirás que estoy abarcando demasiado y que “por un quítame ahí estas chapas”, saco las cosas de madre. La vocación de útero es tuya, yo vivo a ex puertas.
Las pequeñas cosas siguen siendo mi debilidad y la generosidad también es mía, de darte una explicación que no quieres y lo que es peor, no mereces.
Nos darán mucho la chapa con tu barrido de chapas, así que me anticipo a dar la mía.
Mi chapa, que debería estar en el Museo de Historia de la ciudad más que en ningún otro sitio, guarda recuerdos de de un pasado muy reciente en que los Mossos pegaban porrazos a quienes no lo merecian, de putas que inundan la Ronda Sant Antoni y las Ramblas, de manteros que parece que en cualquier momento te vayan a montar un espectáculo de marionetas y es que se agarran al “fin” y al cabo de sus cordeles, para que la policía no les trinque el disco de Shakira que luego se ponen en el coche.
Mi chapa guarda recuerdos de una niñez vivida en catalán, de un cordón umbilical más cercano al Cant dels Ocells que a “vale más pájaro en mano que ciento volando”. Mi chapa y la de tantos otros es de Barcelona. Mi chapa es Bar y es Cielo y es Ola y a mí, a estas alturas, no me quita nadie la chapa, faltaría más. Con lo bien que se me da el bricolaje y el mimo, iré agrandando mi chapa, mientras tú sigues imponiendo la tuya por la fuerza. Mi chulo es la libertad. Y no son sólo palabras. Si supieras tocarme el mondongo. Si pudieras.


















1 comentario:

Zarafin dijo...

Es bonito y bueno, aunque no sé a qué asunto se refiere.
Besos.