Escrito de corrido (terapia)


Ahora, con el blog, no puedo quemar los papeles ni romperlos ni hacerlos trizas ni confeti ni serpentina ni víbora, pero puedo apretar un botón y dejar la pantalla negra y volver a crear otra y sentir que el tiempo pasa y pasa lo que se escribe, se hace viejo, aunque algo quede en algunas novelas escritas y por escribir.
El día que me cargue todos estas entradas, que son más de cuatrocientas (escribir cuatrocientos poniendo un número detrás de otro es tarea de presos) haré una fiesta y renaceré de entre los bits como Bowie renace en cada disco (David Bowie es la voluntad de la belleza. En Cataluña tenemos a Xavi Vidal de la Gran Aventura y luego está Bunbury que es buen chaval y un buen músico me dice Jordi Mena, el gran guitarrista, tan grandote y tan dulce)
Me gustaría poder hablar de los charcos de plata en los que creía chapotear cuando era niña mientras recogía ramitas de laurel que deshacía y guardaba en potes para regalarles a los mayores. Quise ser caballo y me he quedado en señora alta y morena de tinte sin amoníaco, por favor, yo también reciclo, pero tú siempre te olvidas de bajar la basura.
Los hombres no sois así ni sois asá, pero tú eres una trampa de amor y encima tienes novia o como si la tuvieras, henchido de ti mismo, que parces tres o tan p´adentro que pareces poblado. No consigo tomarte la medida en el temblor. Tomarte el temblor sin emitir el más leve sonido. Morderte los besos y volver a dejar la pantalla en blanco para que ilumine no se qué historia que nunca me ha olido a encierro como en tantísimas ocasiones anteriores. Muy dulces tus ojos, de un azul inquieto, más místicos que pícaros. Y sé que no te gustará lo que te digo. No hablo por hablar. Sé que me gustas y que la lirica es una ofensa si no grita libertad y se enfada y sale de uno para atravesar al enemigo y amparar al amigo. No somos mucho más que amor o la imposibilidad de crear vínculos. No quiero nunca más a estos últimos, terribles borrones inexplorados, humanos que no interesan, soledades de gritos muy terribles que cuecen en sartenes cabezas ajenas. Todo lo que no se pueden ni saben perdonar de ellos mismos, lo fríen. Hoy haría trizas lo escrito, apretaría el botón, me confundiría y volvería a nacer como cada día pero más estentóreamente. A lo mejor tengo un problema de ego malherido, aunque la verdad es mucho más prosaica; estoy dejando de fumar y no he comprado la tableta de chocolate de ochenta y cinco por ciento cacao. Cacao pal mono.

1 comentario:

anna blau dijo...

a veces me das miedo, Magda. Que haces ¿te metes en mi cabeza cuando no miro? Besos linda. Lo mejor de lo malo es lo peor de lo bueno, que pasa.