Confusión, debut y despedida

de Ramón Fanés Gil


Prometo intentar no hablar mucho más de mí en este blog, sobretodo porque es cuando hablo de alguien, y cuánto más mediático (y local, lo global no vende en un blog) es el alguien, más le sube la bilirrubina al contador de visitas, lo cual no está nada mal, sabiendo, como sabéis, que me gustaría vivir de escribir, o de dar un braguetazo emparentando por vía filial con el hijo del señor Google, porque a mí, a estas alturas, ya no me domestica nadie.
Por conseguirlo no o consigo ni yo misma. A eso iba. A la terapia a viva voz.
La cosa es que tiendo, cada vez menos, pero tiendo (como Arturo a Ginebra, como Ginebra al vodka, como el vodka a la balalaika, como la balalaika a la new age y como la new age al absurdo) a meterme en situaciones del rollo “monjil”, como lo denomina la Luz, y acabo con unas contracturas musculares que no me las quita nadie ni nada. Lo he probado todo.
El problema es mío, se resolverá definitivamente el día en que me muera y tiene que ver con la bondad mal entendida, si es que la bondad, al igual que la maldad puede llegar a ser entendidas como si de dos objetos desligados se trataran.
Me temo que más que un diván necesito una cama de matrimonio con alguien dispuesto al mimo, pero el caso es que yo sigo haciéndome un lío con la idea de bondad (tan denostada por generaciones anteriores como el concepto fans, que tanto nos gusta) y no vengo a hacerme la victima de mis altruismos, qué va, más bien quiero exorcizar el demonio cocoliso enredador que llevo dentro, como me bautizó Juan Diego, años ha.
Tengo un entorno glamoroso y hoy mismo, un interior para dar de comer a las palomas, las otras equivocadas.
Para no ponerme contra la pica de la cocina esperando que una buena alma me pegue una hostia en el cogote, cuál conejo casero para la cazuela, quiero pensar que a mí, como a muchos de los que nacimos en el babi boom de los sesenta, lo que me confunde, lo que nos confundió la vida, al menos como punto de partida, fueron los símbolos. Las palomas, por ejemplo. ¿La paloma de la paz o la paloma de la ciudad, rata voladora portadora de enfermedades? ¿El flower-power o el amor libre? ¿Tintín o Asterix? ¿Bob Dylan sacando discos para salir de la crisis o los tiempos están cambiando?
¿El punk o el bestia de Sid Vicius matando a su mujer? ¿Los poderes de los súper héroes o el poder del proletariado?
Ayer estaba peor que hoy, imaginad qué bello fue poder asistir al “homenaje debut y despedida de Ia Clua” (el evento llevaba este nombre) y entrar en la emoción de la pérdida del músico con más y mejor sentido del humor del mundo. Actuaron todos sus amigos, pero las cámaras de TV3 (ya no hablo de la tele española) no estaban ahí para captarlo. Mira que me cae bien la Mónica Terribas, pero la política musical de TV3 no hay dios que la entienda. Mucho esnobismo, mucha historia recreada por ellos mismos y poca calle y menos ir a lo que hay que ir. He dicho Mónica Terribas y pongo en duda la intención del ente público de dar a conocer la música que se está haciendo en este país, a ver qué tal le sienta al contador de visitas. Ayer, en el “debut, despedida” de Ia, se reunieron muchas generaciones de músicos y en un tris se entendía todo, desde los recitales de los años sesenta en el Parc de la Ciutadella hasta el boom del rock en catalán, pero a TV3 parece no importarle. Ellos lo recrearán mejor, aunque sea con cadáveres. Hay gente que no se pregunta cosas de adentro para afuera, simplemente sientan cátedra, mientras algunos románticos confundidos aplaudimos a rabiar las canciones que nos han hecho así y no de otra manera.

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