Bostezando


Vengo de un silencio querido y requerido. Hablo de la semana pasada, de toda una vida. La inspiración me ha pillaba currando y para el blog solo me quedaba un cerebro amojamado. Mira que el mundo, más que nunca en toda mi vida, viene cargado de cosas qué comentar, pero tampoco hay que darle tanto eco y gustazo al mundo, comentándole la ignominia todo el santo rato. A quién deberíamos prestar atención es a la tierra, tierra. Desde la selva del Amazonas hasta los calabacines del huerto. O hacerlo o morir sin chistar el día que nos caiga un olmo en la cabeza o la lava de un volcán nos inunde el esófago. Estoy un poco gore y es que el tema lo es.
Por otro lado está lo de los banqueros ¿Vamos a plantear una denuncia masiva o seguiremos diciéndole a los colegas el ya te lo decía yo apostados en las barras de los bares?
Salir de un bendito ensimismamiento me vuelve más vehemente. Acostumbrada, en estos últimos días, a enfocar chiquito e intentar preciso el enfoque, salgo y señalo. Todo el mundo lo puede hacer, y yo, encima, tengo un blog.
A propósito del tema de los blogs, contaros algo que ya sabéis; no me gustan nada estas entradas de la gran evidencia auto referencial, porque entonces, más que escribir en un blog, debería recomenzar los diarios para no dar la chapa a nadie, pero siento que es preciso que me veáis, también, con el cerebro amojamado para los post.
Para salir de tal estado de letargo mental se me ocurre comentar una frivolidad que viene a suponer la definitiva muerte del rocanrol.
Más que la muerte definitiva, el hecho demuestra la profanación del cadáver, lo cual es peor que tener un constipado y que te entierren de muerte natural.
El hecho no es otro que el mal rollo que produce, salir de un bus o andar por la calle y encontrarte con una valla publicitaria en la que aparece Brian Ferry abrazado a un efebo que debe de parecer su hijo dando eco a la ropa de los “chinos” de la marca de ropa más “china” de todas las marcas chino-gallegas de Amancio Ortega.
Si en tiempos de bonanza hubiese visto al hombre más elegante de la cosa de la actitud y el sueño, vistiendo un jersey que no aguanta tres lavadoras, me hubiera puesto a llorar con hipo, pero los tiempos están cambiando para mal y acabé por no dar cuenta de una bobada que no lo es tanto y viene a demostrar, entre otras muchas cosas, la larga profanación del cadáver del rock y que los héroes de juventud tenían penes babel pero sus novias murieron vírgenes. El engaño es grande, la inocencia también.
Amojamarse (rindiendo) durante una semana da para esto, para enfocar desde lo enorme e inavastable a lo ínfimo einnecesario. Sin término medio. Del temblor de la tierra a los sobresueldos de Brian Ferry voy sacando la cabeza, desentumeciendo los músculos y las ilusiones, para volver al blog desde el ruido, que es de donde lo escribo casi siempre.
Estoy pensando en comprarme un par de gallinas, un gallo con chupa roja de cuero y tenderme en el suelo hasta poner la oreja buena en el suelo de un corral para oír tus pasos. Nos seguiremos quedos, como los indios. Si no podemos arreglar lo global, trataremos de mimar lo concreto. Vengo de un silencio.


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