Neurosis, volcanes, sopa, caldo y prisa


Un rato del pasado fin de semana, una amiga que se había largado a pasar el fin de año a la vera de un volcán etíope (hay gente para todo) me enseñó las fotos de su excursión y entre ellas vi unas maravillosas y no pude dejar de exclamar ¡Cuánta belleza! Dan ganas de bañarse en este rio verde que te quiero verde.
La amiga, rápida, me respondió: Si metes un dedito aquí te quedas con el huesecito y nada más. Usó el diminutivo tratando de contrarrestar los efectos devastadores de lo que a mí me pareció bello. Es ácido, nena ¿No te has dado cuenta?
No, no me había dado cuenta, quizás porque, que recuerde, lo más cerca que he estado de un volcán es en el interior del de la Garrotxa comiendo un bocata en mitad del agujero con los compañeros de clase y muchos años ha.
Siguiendo por los caminos de la belleza y sus efectos devastadores, no pude dejar de decirle (es muy amiga mía, sólo que tiene formas extrañas de celebrar las fiestas) que hasta hace bien poco y cada vez menos, me seducía, hallaba belleza en cierto tipo de gente “mala” malota, de maldad muy herida la suya, a sabiendas de la herida y las espinas y precisamente por ellas y mi soberbia. 
La amiga volvió a su agilidad mental habitual concluyendo mi confesión con un: Esto es la neurosis (A espuertas de los confesionarios, los confesores deben pasárselo chupi o muy desesperanzador)
Repliqué diciendo si se refería a su neurosis o a la mía. Lo hice solo para contraatacar y darme tiempo para meterme en la mollera que eso es lo que hay que asumir al hablar, que te pueden responder lo que no quieres oír.
No habría hecho falta que ella me dijera que también era una neurótica, pero lo sentí como una delicadeza por su parte. No habría hecho falta porque ya no me alivian los pecados o virtudes ajenas sobre los ídems míos, pero bueno, fue todo un detallazo neutralizador.
La vida no está para darle mucho al perico al torno de las neurosis, pero ahora que me siento para el post, me ha salido la anécdota de corrido. Tan de corrido, que creo que ni tan solo la he tecleado yo, que lo ha hecho mi neurosis por mí, siempre dispuesta a entrometerse en todo.
No hallo moraleja en todo este sermón, pero si le diera al magín me saldría más de una, un montón de lugares comunes.
Saber que mi consideración de belleza así cómo aquello, aquellas y aquellos que me sedujeron y han conformado buena parte de mi biografía, fueron elegidos por mi neurosis vuelve abrirme un íntimo debate que se resume en una pregunta y muchas posibles respuestas ¿Qué queda cuando a un ser humano le despojas de todas sus miserias y su contrario? ¿Un blog en la red? ¿Un archivo de fotos volando? ¿Un número de teléfono?
Sea lo que sea que quede, si quedan canciones, películas, obras y obritas de arte que nos seducen por curiosidad neurótica ( o no) paguémoslas. Si le seguimos dando sopa o tazas de caldo intransigente a la belleza, se nos quedará un alma de hueso entre tanta lava de volcanes del poder.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre me impresionará como le sacas jugo a las piedras... Ojalà me dieses más a menudo la ocasión de inspirar textos como estos.