Supertrampa

Él Hogdson hoy en día. Entonces llevaba barba.

Como sea que a veces me satura la queja, y nunca la víctima y nunca el grito y nunca la lucha y nunca la injusticia, me voy a los momentos del reír y el distraerse, que no cesan ( y que no cesen) y me enredo en el carpe diem cual existencialista vestida con colores parchís.
De guasa me pilló estos últimos días la defensa (el verbo es defender, casi nada) a ultranza, que la músico Marina Espada Sisteré hizo de Supertramp contra mis exabruptos hacia la misma (la banda) cuyos atributos musicales puedo llegar a intelectualizar y hasta detallar por escrito, pero no los puedo sentir, qué quieres que te diga, es que me da urticaria.
Hay algo en el picor que viene de lejos y forma parte del embolado, de la actitud, del sueño del rocanrol, del que no pienso deshacerme. Hablo del sueño, no del rocanrol.
Y con la guasa y la guasa, vino mi Jordi Rabal, amigo desde un poco antes del estallido del acné, a recordarme la que servidora lió con los Supertramp, para goce personal y de sus amigotes, hace mogollón de años, cuando la dichosa banda vino a actuar por primera vez a Barcelona.
Juro que me acuerdo muy bien de mis hazañas (tampoco son tantas) ni soy de las que callan humildemente sobre estas cosas de la vida, pero ahí, en lo de Supertramp, se me había hecho un agujero justo en mitad del pensamiento.
La cosa es que cuando la banda de marras aterrizó en Barcelona, sus canciones ya se podían escuchar en todas partes. Desde Tres Torres a Badalona sin tener en cuenta nada de todo por lo que tanto estábamos bregado (sic) Ni el calado, ni la actitud ni el rocanrol.
Sus temas venían a edulcorar el mundo entero atribuyéndose el nombre de un género musical que algunos no queríamos soltar así como así. Y como en la redacción del Popu a nadie le gustaba Supertramp o porque yo era la recién llegada o para putear mi vehemencia adolescente, Bertha me mandó a entrevistar a Roger Hogdson, sabiendo muy bien que la orden me sentaría como una patada en el culo. O peor. Niño ¿no te gusta la sopa? No te preocupes que mañana viene a casa el tipo que la inventó y cenará a tu lado.  
Recuerdo que le dije a Bertha (lo recordé porque Jordi Rabal, que siempre estaba ahí, me lo recordó) que no quería entrevistar a aquél tipo que hacia música para ascensores. Se ve que lo del ascensor al Jordi le hizo gracia y lo ha mantenido en su disco duro un “fotimé” de años.
Pero Bertha no dio su brazo a torcer. O le entrevistas o te largas. Eso lo deduje yo que acababa de llegar. Y fui. Fui al Princesa Sofía, vaya pedazo de hotel feo, pero que muy feo, el más feo hotel de los hoteles de entonces, donde se hospedaba el nuevo líder mundial de las emisoras de radio de los ascensores. Encima, el hombre no tenía el engreimiento entrañable y sin pasarse de algunas rocanrol stars, ni estaba absolutamente desquiciado, ni era simpático, ni amable, ni mantequilla, ni tulipán, de modo que la entrevista resultaba de lo más soso dado que yo tampoco le podía transmitir ilusión ninguna hacia su trabajo, que es así como hacíamos las entrevistas entonces. Fuera me esperaban El Torete y el Sergio con quién, a la noche, iría al Trauma o al Psicosis o al Puñales, no me acuerdo, culminando una gira de delincuentes por discotecas a lomos del bueno del de la Loma.
Quizás fue la influencia de mis nuevas amistades, pero viendo que la entrevista no iba ni para atrás ni para adelante la di por concluida no sin antes preguntarle al músico si había oído hablar del aviso de bomba bajo el escenario del Palacio de Deportes y que la policía había desmentido.
La bromita tenía lo suyo, mucho más en plena transición, pero bueno, lo dejé caer, no fuera que los Supertramp no hallarán motivos para decir que habían ido a tocar a África cuando sí habían ido a tocar a África, qué caray.
De ser un buen músico, el Hogdson, y suponiendo aquella máxima nunca cierta de que lo emocional y el talento van íntimamente ligados, habría mandado que me sacaran inmediatamente de su presencia o me habría pegado una colleja o se habría sonreído, pero no lo hizo, se quedó blanco como un cirio y yo escribí una buena entrevista y crónica que molestó un poco a Gay, pero no como para quedarse sin entradas a sus misas.   
Os he contado una batallita, no porque no tenga material humano del hoy y el ahora, no porque no falten bombas ficticias que poner y sacar, si no para advertir a los músicos como Marina y demás peña de añadas jóvenes que no traten de convencerme de algo de lo cual yo misma podría convencerme si tuviera ganas, que nunca las tendré, o de lo contrario perdería las ganas de seguir liándola, de seguir jugando.

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