Brillante idea

Imagen pillada a Carola Vilanova

Si las palabras se las lleva el viento, que no se las lleva ¿Por qué reverberan ciertas frases cuando menos te lo esperas? Siendo más joven, al ir aprendiendo que todo es circular, o si no lo es, bien que lo parece, si me gustaba un chico que estaba enamorado de una chica de nombre Margarita, yo pasaba a odiar a las Margaritas todas, para acabar teniendo una amiga de nombre Margarita, la mejor y más generosa.
Esto y la falta de coherencia en lo personal de la gente que coreaba las canciones de Serrat, por poner un sólo ejemplo, fue, junto la menstruación cómo expresión corporal, como me planté en el mundo en mi primera juventud, además de, sin saberlo, ir practicando la religión de Numa, a la que despojé de su rollo puritano, con todo el egoísmo, con todo el placer.
Ir ofreciendo cada cosa, cada acto, cada palabra y cada viento, a una divinidad que voltea en las pequeñas cosas de la vida, me parece que es un recurso “natural” en el ser humano, y más que formar parte de un mundo espiritual, forma parte de la espiritualidad intrínseca en el ser humano, que a mi modo de ver sólo posee la oración del agradecimiento.
Para quejarse está el mundo. Hay nombres y apellidos detrás de cada queja, sólo que al jugar como juegan y confunden con las siglas, no los conocemos todos.
La queja es el acto que incomoda al que no tiene de qué quejarse, o muy poco. La queja, cómo el frío y las frases que reverberan en los momentos menos oportunos, estorban a quién anda por casa pensando en otras cosas. Unos chicos pasaban frío en una escuela y la que se ha liado ha sido parda. Al frío no lo tapa una manta. Si tienes frío en el alma y te dicen que hay quién lo siente en el cuerpo, se crea una transferencia. Y el que tiene frío en el alma golpea al que sólo lo siente en el cuerpo. Hay quién no soporta la vulnerabilidad ajena y mucho más si la vulnerabilidad es sólo a medias. Tengo frío pero me río y me toco el ombligo. Dadle fuerte. ¿Qué porqué?
Porque cortan las carreteras. El ribete final lo pone el New York Times y la Rahola, que tan “buenista” como es ( que se informe la mujer sobre quién acuñó este término que tanto le gusta) con toda la fuerza que le dio haberse encarado con los municipales que años ha se le quisieron llevar el coche, nos dice, a través de las páginas del periódico de Cal Pà i Seba, -donde también escriben gente de hacerles la ola y no parar que no mentaré para evitar comparaciones-, que lo que deberían hacer los estudiantes de la primavera barcelonesa es pagar entre todos, el coche que quemaron los revienta manifestaciones (Puig ¿No dice que los tiene controlados? ¿A qué espera para ponerlos a raya?) La idea de la mujer tiene delito. El coche quemado también. Instar a los estudiantes que se manifestaron pacíficamente a pagar los desperfectos de los revienta pelotas es una obscenidad de gran calibre. Puestas a usar la osadía como lo hace la señora de Cal Pà i Seba, siento que el coche lo deberían pagar todos los revienta manifestaciones que en el mundo (en este caso en la ciudad de Barcelona) hay. Los que apedrean con piedras y los que lo hacen con palabras. Los que pegan así y los que pegan asá. De modo que sería todo un placer y un acto de coherencia ver a la periodista de izquierdas (¿) abrir el monedero y fotografiar el momento en que hiciera la primera aportación crematística al coche churruscado, a menos que la propietaria haya vivido el gesto cómo una ofrenda al dios capitalismo, un poco Numa. Y como creo que esto no habrá sido así y no sé porqué me reverberan frases de artículos que no quiero leer y mis amigos de la logolalia me cuentan, cierro el círculo acariciando en la memoria la hendidura en la cabeza de un negrito, donde puse mis primeras monedas antes de ser quién soy, cuando me iba formateando el disco duro y aún creía que las palabras no se las llevaba el viento, que se las lleva.  

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