El Carajo


El primer día de clase ha empezado con los profesores tocando el pito y cortando las calles. Cuando los mayores hacen ruido para poder dar de comer a sus hijos y la mayor parte de chavales no pueden estrenar un nuevo estuche de colores, es que la inocencia, en general,  se está yendo al carajo.
El carajo es el punto más bajo o más alto entre dos líneas de actuación. Una cosa es el carajo al que nos mandan estos tipos que mandan y parecen padecer un marcadísimo síndrome de Diógenes de puertas afuera de sus casas, y otra cosa muy distinta es mandarlo todo al carajo y construirse un carajo vientre. No un carajo búnker, si no un carajo solaz.
Desde el solaz carajo vacación de más de un mes, he ido escribiendo para publicar en el blog y nada me gustaba lo suficiente como para ofrecéroslo. No es que me haya vuelto rara, es que el mundo se pone feo y en el breve periodo de tiempo que ha transcurrido desde un carajo solaz a un setiembre con pitos, han caído tres músicos, uno de ellos queridísimo, y los otros dos, colegas, y solo escribía obituarios que es algo que no mola nada, de modo que aprovecho la reciente mención para celebrar la vida de tres tipos de alta potencia  humana y enorme y muy distinto talento musical; Lluís Gomis, Bernardo Bonezzi y la melena al viento de El Reverendo.
Muy feo lo de generalizar las pérdidas. La procesión va por dentro.
A mí me gusta escribir sin tener que tener en cuenta a nadie y a nada, solita con lo que viene de  adentro, y hala, que corra la voz y que corran las palabras y vayan arando su propio camino, como quién se libra al instante borbotón, con el ton y el son de la espontaneidad, si es que esta existe, y al albur de lo de adentro, de lo bien o mal colocado que esté esto que parece que tanto conocemos de nosotros mismos y la vida nos da sorpresas.
No es la mejor forma de escribir, lo sé, pero no hallo otra. De esta guisa tengo un texto en el ordenador al que no consigo dar forma, después de haberme apresurado en él como un gato bajando en tobogán. Ahora, al enderezar las cosas, el pensamiento, bulle que bulle, tratando de unificar tanta sacudida eléctrica y sin dejar de darle al magín, trato de encontrar un modo poco previsible de hilvanar las cosas, dado que hilvanar, por peregrino que sea, puede hilvanarse todo y mucho más en este tránsito en el que estamos donde la arbitrariedad acabará imponiéndose de un modo natural generando más mentes enfermizas, pero no en la escritura, dios nos libre. Y la virgen también.
En la escritura o te inventas una historia, aunque sea mediocre, ocre y de letra color sepia sobre fondo best seller “el lector todo lo traga”, o idealizas la madera del sofá donde un día se sentó mi amado Fante, o te haces de la peña del consejo nacional, para nacional porompompera del qué bello es vivir como Fred Astaire recomendando nuevos pasos de baile al pueblo, o sigues al gato, tobogán abajo, y  entras en un blog para recordar que en el primer día de clase de este año, el olor a madera y las puntas de color se han visto sustituidas por los nombres, voz en grito, de los tipos del Diógenes social, de manera que no es hora de pensar en si la escritura bla o la escritura blu, si no de  ir componiendo una canción que cantemos todos con la ayuda del recuerdo de los tres tíos del talento que se han ido a invadir el espacio sideral, al carajo misterioso.

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