L´estaca




                   

                                                      Ilustración de Laia Ferran


Toda la vida tirando de un lado de la cuerda para que caiga L´estaca (segur que tomba, tomba, tomba) en lo personal, en lo social, en lo tangencial y hasta en lo inaudito (grande es la locura con quimera, el quimérico afán)  y a veces caía, a veces cae. A veces se te pudre en las manos, a veces García-Albiol  y tantas otras mierdas, como, por ejemplo, ver como de la estaca muerta, quebrada, volvía a renacer otra, puñetera. De romper las estacas personales, tirando de ambas cuerdas desde cada lado de la cuerda, queda el requiebro y una hernia discal, muchos sueños que me gustaría seguir soñando  entre los que tu andabas (y tú y tu y solamente tu)  asesinados, conminados a cenizas y esparcidos en un grato olvido que nunca lo será, aunque mi vida también se base sobre la certeza de que ya no existen.
Esta mañana he visto a Franco cruzar la calle. Iba con Martín Villa (Viva Argentina) que para 
muchos como yo era más franquista que Franco porque fue el ministro de educación cuando era pequeña  y nos hacían aprender su nombre. Del retroceso no para de hablar todo el mundo. Temo volver a aficionarme a las muñecas recortables y a cantar L´estaca por los pasillos de casa con las bermudas puestas. ¿No sabes otra? 
¿Quién dice adelante? El pueblo.
Cuando el que manda se anega o por muerte natural o choque de cabeza contra un muro, el pueblo sale a la calle.
Y detrás la pasma.
La policía pegando es la respuesta del que manda cuando está que se sale de si mismo porque no se sale. Y tira de los maderos.  Volverán a componerse nuevas saetas sobre viejas cruces.
Si tú te regeneraras, es un decir, nos montaríamos una casa en el aire para que no nos viera nadie y el pueblo dándole a la cuerda de cada lado de L´estaca.
Una colectividad de pájaros se va volando de estas tierras. Han bajado las temperaturas y van a vérselas en los lugares donde nace el ébola, donde crece la miseria. No hay virus en los paisajes de Amancio Ortega, solo que luego, los Amancios,  acaban por morir por los virus comunes.
La muerte nos iguala, pero a ellos les hacen misas todo el año, no solo el día de difuntos, el día del pelotón de los torpes.
Cuando yo supe de santas, que fue escaso, estas entregaban su virginidad a regañadientes a  príncipes osados, malos y feos que solo querían saciarse en la pureza de las contra compuertas cerradas a cal y canto.
No había lugar para el altar si eras una chica mala que se enamoraba del barquero  y del mar, de todo junto y a poder ser, mejor.
Incluso al escribir, o al escribir también, una tira de la cuerda para que l´Estaca se quiebre. A veces pasa. Y cuando pasa, dos veces de cada mil millones, te pegas un trasterazo. Y entonces no acabas de saber si el cielo estrellado en el que vives por un tiempo te lo ha concedido la caída misma o es que ha llegado el día en que se ha roto para siempre y todo es de color.
Antes caerán otras brevas. Antes y siempre, nuestro derecho a decidir.

1 comentario:

Mariano Muniesa dijo...

Sempre amb vosaltres. Sempre al costat de la llibertat, del progrés, del dret a decidir. Ara, avui, damá y sempre sentiré las vostras aspiracions com las mevas propias.

Molta sort, tota la meva solidaritat y la mes gran abraçada a tot el poble de Catalunya.

VISCA CATALUNYA LLIBRE!!!

Un petonás, Magda.