De Ferrándiz, claro.
Claro que ante la posibilidad de un gran sufrimiento, el
dolor se hace más grande si le toca a alguien a quién amas mucho más que si lo
siento yo misma. De eso hablábamos ayer noche con unos colegas, alzados en espíritu
navideño según Poncio Pilatos. Al menos eso, en el terreno de la hipótesis,
toca madera, y en otras realidades que ya fueron, yo lo he sentido hasta lo más
hondo, y le he tratado de evitar dolor a mi hija, que, a mi vez, me he comido más a gusto que si hubiera sido
suyo. ¿Significa esto que soy una “bleda rebollida”, una débil servil tarambana
en su traducción al castellano, como me espetaba uno de mis colegas, que se
dedica a vivir de estudiar lo que padecen los demás, lo que padecemos todos?
¿Le supongo a mi hija, al amigo al cual omito alguna cosa
que podría dañarle o a quién sea que ame hasta tal punto de delicadeza, alguna
deficiencia que en mi crece hasta la soberbia? No lo creo. Yo lo veo más
natural, mas engrasado, más de vivirlo y menos de buscarle explicación. Este
toma y daca se crea, de un modo, -repito-, natural, sin que nada me cruja en el
interior y me haga sentir que no es eso lo que debería hacer, quizás porque yo
misma he tenido, y en algún sentido todavía tengo cerca a personas que también
son así, de esta manera, con mis cosas.
¿Qué si por mi hija, mato? Oí la pregunta al aire, sin saber
de qué boca se formulaba, y pensando que seguía siendo el colega insidioso
quién me la hacía, le respondí. Luego te muestro el catálogo de cadáveres. Pero
la pregunta me la había formulado una amiga, de entre un montón de preguntas y
respuestas, en una conversación cruzada, en la mesa y con el mantel ya sucio,
que en su día tuvo que resignarse (no sé si es la palabra pero lo pasó mal) a
no tener hijos. Entonces, la respuesta era otra. Tenía que ser otra. Hubiera
sido otra si hubiera estado al caso.
Habría respondido (la quiero mucho) por mi hija mato y por
ti también. O hiero, si hiciera falta. Quizás habría cambiado de conversación.
Luego hablamos de El Impostor, el libro de Javier Cercas, pero
como no todos lo habían leído, y tratar de compartir ciertas cosas que antes quieres
saborear por ti mismo, o determinan o aburren, pero seguimos el hilo de la
novela que a mi si me ha agradado mucho, y nos fuimos a la impostura, que venía
a ser la cruz de la moneda de la
conversación anterior.
Era un hombre, y ahora es poli. La canción de la Polla
Records se puso a cantarla sin venir a cuenta de nada o a cuenta de todo, el marido
de mi amiga, que se ve que había bebido de más (o de menos) y le había crecido,
como es habitual en estos casos y mas con lo de hoy en día, la cresta de su
juventud.
Pasamos a la sección música y el desmadre se generalizó.
Conjuramos a Joe Cocker y a Lou Reed y callaros que os pongo el último trabajo
de Xavi Vidal el de La Gran Aventura, pero solo yo lo escuchaba, a pesar de que
alguien, para quedar bien, hacia ver que atendía y los demás vociferaban. Rebel,
rebel, los peces en el rio. Y beben y beben.
La Navidad es con niños y se hace magia, o es tradición
religiosa o es eso, el “arrejuntamiento”.
Juntarse con gente que venga a decirte que no solo eres un
montón de humo. Unir piel con piel por encima de la soledad que nos define.
La Navidad son un montón de mensajes que llegan a deshoras y
anda, este ha pensado en mí, qué ilusión, mira.
La Navidad es el volver al confort o a la desazón de la
infancia y sentir que lo que hay satisface o es un churro.
Por eso, porque a pesar de que para cada uno la Navidad es
algo distinto, porque la Navidad se hace en el gesto de poner las figuritas en los
primeros belenes y te acompaña toda la vida, quiero desearos a todos, lectoras
y lectores, sapos, advenedizos, locos de mi alma, colegas, compañeros, una
feliz Navidad, un feliz regreso de futuro y que perdáis mucho el tiempo en
conversaciones como la anteriormente descrita (Asturias de mis amoreeeesss) o
similares, que no tienen porque aportar nada más que la satisfacción de
sentirse gente.
Felices días.
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