Dicen que hoy es el día más triste del año. Luego dirán que
es el año más triste del mundo. Y a fuerza de decir cosas chungas acabaremos
acojonados, esperando en una esquina a que nos salven la policía o los
servicios sociales. Que nos salve el poder de tanto miedo como van inoculando
desde el mismo.
Hoy es, para mí, un día de mierda, en el sentido en que
incluso he retituteado cosas que nunca hago, cagadas manifiestas de Pilar Rahola
y declaraciones de Trias. Trato de mantenerme al margen de insuflar globos que
solo llevan al odio y paralizan tanto como el miedo, a menos que sean muy
manifiestos y los sienta absolutamente flagrantes como para que aporten algo.
El día veintinueve de Abril del año 2011, escribí un post en
este mismo blog en el que me hacía eco de la muerte de Patricia Heras. Lo supe
por una colega en común. Pero no solo hice eso, escribirlo, si no que lo hablé
con tres (¿y ninguno era bueno?) columnistas, periodistas de algunos medios. A
excepción de uno y de otro colega divino que lo pilló al vuelo sin que tuviera que decirle nada, dos de ellos se pusieron a indagar o simplemente lo escribieron, pero en uno de los casos, el medio en que publicaba periódicamente, le censuró. Los otros dos ni mú. Una mera entrada en un
blog valió para que algunos amigos de Patricia se pusieran en contacto conmigo
y me dieran las gracias. Un mero blog y unas gracias. Muy grande. Entonces no
contaban con apenas difusión.
Y hoy, el día más triste del mundo según la ciencia, leo una
columna de opinión de uno de estos colegas a los que advertí entonces, que se
ve que vio el pase de Ciutat Morta y no pudo si no estremecerse. Está bien. Tiene un gran predicamento,
escribe desde una gran atalaya y es apasionado y constante, pero como hoy es el día más triste y más mierda del mundo, y
encima porque lo merece, me cago en él. ¿Por qué no estuviste ahí el día que más
te necesitaba? Paso la mañana transcribiendo cintas y retuiteando mierdas (el frío, la pasta y los deseos no culminados hacen, dice el científico, que este
sea el día más triste del año, un día de cada día)
A las doce en punto del mediodía aprovecho para llamar a la
operadora telefónica con quién tengo un rifirrafe. La vehemencia es un grado y
la aprovecho. Entre llamada y llamada, una voz se cuela en el teléfono. Es la
del colega columnista, periodista, que entonces no dijo ni mú y del qué, también desde
entonces no tenía noticia alguna en el directo. Cuánto tiempo ¿Cómo estás? Y,
perdona, no supe atenderte cuando me lo notificaste.
Si estás buscando absolución, llama a diostodopoderoso.
Primero le hinco el diente. Ahondamos más en el tema. El escribió algo y el
periódico para el que trabaja le puso peros. Y ahonda en sí mismo. Yo le digo
que también lo dudé en su día. Está escrito en este mismo blog. ¿Sabes que ahí al fondo, en lo más intimo y más feo, la “pinta”
de la chica que vino a contármelo me hizo dudar? Ahondamos aún más. Le digo que voy
a escribir la anécdota en el blog y me pide que cite su nombre. Ah, no,
publicidad gratuita ni hablar, tío, que ya tienes mogollón. ¿Por qué lo vas a escribir?
Porque si no contamos lo que nadie dice, acabaremos nunca escribiremos lo que todos quieren oír. Y eso lo sabes bien Colgamos con
un hasta luego.
Y de repente, a pesar del frío y de la ciencia, a pesar de
Je suis Charlie y de soy Patricia, a pesar de los deseos no culminados, el día
se convierte en el más alegre del mundo. Por qué no hay como reparar en los errores,
ponernos en solfa, leernos el Catón. Y para ello se necesita valentía, que es
lo único que sirve para combatir el miedo y la tristeza. Para combatirnos.
Que se reabra el caso del 4-J. Retuitea. Que se reabra.
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