Cosas de monas



                       Laia, el eslabón catalán de la evolución, hallado hace poco en la comarca del Anoia


Han encontrado el cadáver de una mona en la comarca de la Anoia, la mía, -la comarca, y supongo que la mona, en cierto modo, también-; que se ve que ha abierto un nuevo brete a los antropólogos para bien entender la evolución humana. Una involución aparentemente evolutiva que no evoluciona, pero corre muy deprisa. Eso sería. Cuando leí la noticia, en mitad del ruido de choques de los últimos días, con piedras pesadas rebotando sobre las baldosas de las calles, como una granizada que Cristo no firmaría, creo, pero San Pedro, sí, y todo el lío, previsible (vaya equipo de guionistas mediocres y sobre mediocre, otro) pensé que era chirigota.
A la mona le han puesto Laia. Ya sé donde vengo, le dije a mi hija, pero ella se metió en la maleta el último libro editado de Fante, que me había robado, me llenó de besos y se largó a Londres, encaminándome a que prosiguiera la investigación sobre el árbol genealógico, advirtiéndome que de ser cierto que la mona emparentaba directamente con nosotras, pusiera en el salón una foto suya, que ella heredaría con sumo gusto, si antes le pasaba el photoshop, porque fea lo es un rato largo.
Cuando advertí que cuanto mas maremoto exterior mas auto referencial me pongo, puse mi altruismo y solidaridad y todo lo bueno que siento que hay en mí (haberlo, haylo) fuera de la habitación, junto a los zapatos del día, y dormí una noche de mierda. Si hasta me cuesta hacer bromas sobre la peregrinación de tocinos a la OMS (el plural de la sílaba sagrada según el zen, que no es otra cosa que una la filial del ministerio del miedo capitalista carroñero que intenta dirigirnos y no deja de hacerlo) y pensé en llamar a Jordi Évole y proponerle un Salvados dedicado a los ancestros. Qué mono es su mono. Y cada político con el suyo. Porque se ve que a la mona del Anoia no le encontraron nada, pero a otros los han hallado, muertos, pero muy muertos, con botín incluido. Y eso asusta mas que la OMS. Y da pistas. Parece ser que la evolución, según Darwin ( tengo un amigo que te la desmonta en un plis) acabó con la mona Chita, que falleció hace alrededor de un año, como una maldita rock and roll star, solo que al añadirle, a la evolución, no a la tierna Chita, el conocimiento de la Wiquipedia, las respuestas a las preguntas del Trivial Pursuit y el terror continuo en el que nos quieren hacer vivir, mas algunos libros o sellos según las aficiones de cada quién, parecemos la mar de listos. Y como no quiero seguir escribiendo en espiral tonta, dejo el texto así y salgo a la calle. En la cola de la carnicería del súper, hay una mujer que me antecede con el número veintitrés de ticket, un número mágico. Compra cuatro filetes de pobre. Son para sus hijos. Dos a la semana y ni uno mas Santo Tomás, le dice a la carnicera, que añade algo a su bolsa, sin el rollo caritativo ni la puñeta de la conmiseración. Dice que cada sábado el mismo esfuerzo. No sabe nada del informe de la OMS pero no le resbalan los diamantes de Pujol, que le hieren y la sublevan, y piensa ir con su peña a la feria de la Plaça Catalunya, por verlo y pasear. Le alegra que la Colau haya puesto la pista de hielo en otro frío. Entre España y Catalunya se queda con su piso, que paga a duras penas. Mientras la oigo hablar, siento que aquella mujer podría ser yo ( de vuelta a la auto referencia) y me pregunto si alguna vez, la mona del Anoia sintió que podría ser otra mona sin dejar de ser ella misma, que es lo que nos hace un poco mas personas, un poco mas monos. Y vuelvo a buscar información sobre el hallazgo, como si me hubiera convertido en una demandante paciente psicoanalítica común, pero me aburro, porque tratar de entender lo de atrás sin que ello lleve implícita la voluntad de ir hacia adelante es una tarea vana, mucho mas cuando se tiene conocimiento científico cero, como es el caso, así que busco en You Tube el Working Class Hero interpretado por Faithfull, con la letra superpuesta, y me pongo a cantar como una loca, como los canarios que le trinan a la vida, mientras un pan con pipas de calabaza y sésamo que he comprado descansa en el cesto. El botín.

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