Madre e hijo de Pablo Picasso
Madres hay tantas como mujeres en el mundo que lo quieran
ser, hayan o no hayan parido, de modo que el mundo es, en sí mismo, muy madre, muy
coñazo, porque una madre es la supremacía del coño, tanto en el placer como en
el dolor, como fijó el dios de los cristianos a los primeros habitantes de un
paraíso que era un infierno, portándose, dios, en su segunda viñeta, como una madre
castradora, que es la que no soporta ver
a como sus hijos lo pasan la mar de bien. Huelga decir que una religión basada en la castración, es una madre equivocada, un cuento malo, un sueño peor. Una religión es la peor
de las madres, pero malas, las madres, lo somos todas, porque una madre es
buena en función de la persona, de la mujer que es, y todas nos hacemos
trampas. Cuanto más trampas se haga una madre peor será para sus hijos, que
vivirán el embrollo que esto les produzca, pero a fin de cuentas, una madre no
es un dios, como deben sentir los bebés que todo lo que necesitan es amor, al calor
de una madre. Al correr el tiempo, la madre ha de ser asesinada, o al menos
puesta en duda del mismo modo que en los noventa teníamos que hacer puesto en
balanza el orden constitucional y el grosor de los sueldos y no tener que
solucionarlo ahora todo de golpe, a última hora y con tanto por barrer, cuando
la pandemia de la avaricia lo ha cercenado todo. Es curioso como quién fue lo
máximo para una o para uno, pasa a ser de golpe la enciclopedia donde se lee
todo lo que una o uno no quiere ser de ningún modo. Y esto, a la madre, la pone
toda loca ¿Qué te pasa, cabeza de chorlito? Ojalá te hubiera dado un par de
cachetes en su momento. Yo culpé mucho a mi mamá. De mi complejo de Edipo, de
mi TDAH, de mis impulsos y del cha cha chá, de modo que entendí como justo, aún
rebelándome, el que mi hija me hiciera lo mismo pero culpándome de otra cosas. A saber, del rock and
roll y de la ausencia de fronteras. En casa tratábamos de hablar de
responsabilidad, al rollo moderno, y no de culpa, al rollo castrador y cristiano,
pero los cuchillos también volaron, solo que cuando lo tuve todo preparado para
matar a mi mamá me morí de pena de haberlo pensado y preferí comerme el
fricandó que había preparado cantando Maríaaaa de las Mercedes la reiiinaa
más…, aunque mi madre fuera hija de republicano asesinado, pero una canción es
una canción. Ser madre es bastante lío, no solo tienes que cargar con lo tuyo,
si no que de repente te mandan mochilas con cosas que no te corresponden, o a
lo mejor sí. ¿Y si ahora nos hacemos un poco la pelota? En casa, esta frase
servía para cortar los pregones a lo Bergman. Nos peloteábamos y vuelta a
empezar.
Cuando te haces mayor, la madre se muere. Es ley de vida y
es ley de muerte. No suponía tan grande el dolor. Quedarte sin la
incondicionalidad es una orfandad muy grande. Ya nadie te abrazará aunque te
hayas cargado a todos los votantes pobres de un partido de ricos que no vela
por ellos. Ya nadie dejará que te hurgues la nariz en casa haciendo ver que no
ve nada. Y entonces dices viva la madre que me parió, porque la ausencia da una
mayor comprensión de las cosas.
Una madre sirve para aumentar o disminuir la auto estima de
sus vástagos. El coñazo es el eje de todas las cosas, así quieras pasar de él o
decir que te la suda. Mi hija, que ya es madre, está en la fase diosa, su bebé
la siente así. Un día le contaré al chiquillo que si su madre se equivoca es
porque ella también se hace trampas, como todos, y porque la equivocación es a la evolución, lo que el coño a las madres. Y entonces, él, me enseñará
las suyas y volveremos a empezar, a hacernos la pelota, a celebrar, todos los días
de cada día, -guardándonos algunos-, el día de la madre, del coñazo que todo lo
disculpa, si es que tu mamá te mima. Y
si no lo hace, ella se lo pierde pero tu también.
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